NO ES UN PERRO CALLEJERO
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Luky, el cachorro que espera a sus dueños en la esquina del olvido en la ciudad de Sucre

Luky, el cachorro de mirada triste levanda solidaridad en Sucre. Foto/Periodismo Que Cuenta

Periodismo Que Cuenta

Todas las noches, todas las mañanas, cada hora del día, Luky sigue ahí. En la misma esquina del barrio Magisterio Integrado, esperando. Es joven, aún conserva la energía de un cachorro, pero su mirada está cargada de tristeza.

Nadie sabe cuánto tiempo lleva aguardando, pero todos han notado su rutina: se refugia bajo los autos cuando el sol quema, esquiva la lluvia bajo un techo improvisado, aunque el agua siempre lo alcanza. No come, no se mueve, salvo cuando el estruendo de un trueno lo obliga a aullar, un lamento que atraviesa la piel y estruja el corazón de los vecinos.

"¿De quién será?", se preguntan entre murmullos, mientras recorren el barrio tocando puertas en busca de un dueño que nunca aparece. "No es nuestro", dicen. "Le damos comida, le dejamos agua, pero no quiere entrar", explica resignada una vecina. "Parece que espera a alguien".

Luky no es un perro callejero. No se ha perdido. Él está esperando.

Cuando cae la tarde y las luces de los autos rasgan la penumbra, él levanta la cabeza con la esperanza de reconocer un rostro, de encontrar un perfume familiar. Pero nunca sucede. Entonces regresa a su esquina, derrotado, resignado.

Su nombre es reciente. Se lo puso una niña que, con paciencia, logró atraerlo hasta su casa. Ella le da de comer, le ofrece agua, le comparte el alimento de sus otros perros. Incluso le construyó un refugio con cajas de cartón. "Para que no pase frío", dice con ternura. Y aunque al principio Luky apenas probaba bocado, ahora bebe con avidez, ahora come sin miedo.

Pero al amanecer, la historia se repite. Apenas la niña abre la puerta, Luky corre de vuelta a la esquina, a su vigilia incansable. "Debe estar esperando a sus dueños", me dice ella, con la sabiduría que solo tienen los niños.

¿Qué fue de ellos? ¿Lo abandonaron? ¿Tuvieron que mudarse y no pudieron llevarlo? ¿Se extravió y nunca regresaron por él? Las respuestas flotan en el aire como un eco sin dueño.

Su nueva familia ha intentado ponerle correa para sacarlo a pasear, para llevarlo a la veterinaria, pero Luky se estremece y llora como si reviviera un recuerdo doloroso. "Creo que sus dueños le pegaban", sospecha la niña.

Aun así, poco a poco, Luky ha aprendido que no todas las manos hieren. Ya fue vacunado, desparasitado y este domingo irá a la peluquería. "Va a quedar lindo", dice la niña con ilusión.

Pero ella no puede con cuatro mascotas. Y aunque le ha dado un hogar, sabe que Luky merece más: un lugar donde el amor no se convierta en espera, donde su lealtad sea correspondida.

Por eso pide ayuda. Quiere que alguien de buen corazón lo adopte, que le dé un hogar, comida, agua y, sobre todo, cariño. Porque Luky, a pesar de todo, sigue siendo un perro que ama sin condiciones.