El enemigo que espera en silencio: el chagas afecta a 336 de los 340 municipios de Bolivia

Iván Ramos - Periodismo que Cuenta
La vinchuca sigue al acecho, sobre todo en Chuquisaca, Tarija, Cochabamba y Santa Cruz. El Ministerio de Salud refuerza acciones, pero advierte: “la lucha debe ser conjunta”.
“Es un contagio traicionero. Espera que duermas y entonces actúa”, dice con firmeza la doctora Roxana Salamanca, jefa de la Unidad de Prevención de Enfermedades del Ministerio de Salud de Bolivia. Se refiere al mal de Chagas, una infección silenciosa que aún afecta al 17,3% de la población boliviana, y que se encuentra presente en 336 de los 340 municipios del país.
La vinchuca —el insecto transmisor del parásito Trypanosoma cruzi— actúa en la oscuridad y en silencio, prefiere áreas con vasos sanguíneos superficiales, como el rostro. Allí pica y defeca, y al rascarse, la persona facilita la entrada del parásito al organismo. Así ocurre la infección.
UNA ENFERMEDAD DE LA POBREZA
“El Chagas está ligado a factores estructurales, a condiciones precarias de vida. Por eso, en muchos países se la clasifica como enfermedad olvidada”, explica Salamanca. En Bolivia, aunque la prevalencia ha disminuido —años atrás superaba el 70%—, la amenaza persiste, especialmente en regiones de Chuquisaca, Tarija, Cochabamba y Santa Cruz, en zonas del Chaco, la Amazonía y los valles interandinos.
Las casas de adobe con grietas, techos con huecos y gallineros junto a los dormitorios siguen siendo un escenario propicio para que la vinchuca se oculte, se reproduzca y ataque. “La transmisión vectorial está íntimamente relacionada con las viviendas mal construidas o deterioradas, donde el insecto puede anidar sin dificultad”, alerta la especialista.
LA PREVENCIÓN EMPIEZA EN CASA
“La mejora de la vivienda es vital”, afirma Salamanca. “Mantener los espacios limpios y ordenados, ventilar camas y catres, tapar grietas y rendijas en paredes y techos, y construir corrales alejados de la casa para los animales domésticos son medidas esenciales. No requieren grandes inversiones, pero sí voluntad y educación comunitaria”.
Además, enfatiza que la detección temprana salva vidas. “El tamizaje en bancos de sangre es un mecanismo efectivo de control. Pero también es urgente hacer seguimiento a recién nacidos y a hijos de madres infectadas. No podemos permitir que el parásito se instale y actúe en silencio durante años”, recalca.
NO SÓLO UNA CUESTIÓN DE SALUD, SINO DE PRESUPUESTO
El Ministerio de Salud ha asignado 2 millones de bolivianos para enfrentar el Chagas, pero Salamanca es contundente: “Esa cifra es insuficiente si no se suman las gobernaciones y los municipios. El Estado nacional no puede solo. La respuesta debe ser integral y compartida”.
La migración campo-ciudad también ha complicado el panorama. Muchos casos detectados en áreas urbanas tienen su origen en infecciones contraídas en el campo. “No es que la ciudad sea zona de transmisión, sino que las personas llegan ya infectadas. Por eso, debemos trabajar tanto en la prevención rural como en la detección urbana”, señala.
UNA ENFERMEDAD PACIENTE, PERO MORTAL
El Chagas tiene una particularidad cruel: puede permanecer en el cuerpo sin dar señales durante 10, 15 o incluso 20 años. Cuando finalmente se manifiesta, puede hacerlo con daños irreversibles en el corazón, los intestinos o el sistema nervioso.
“Por eso es urgente romper ese silencio. La educación, el diagnóstico temprano, el tratamiento accesible y la mejora de las condiciones de vida son nuestras herramientas”, insiste Salamanca.
Y cierra con una advertencia que no es solo técnica, sino profundamente humana:
“No es solo una enfermedad. Es una expresión de las desigualdades que aún arrastramos. Y mientras no la enfrentemos como tal, el Chagas seguirá esperando en el silencio de nuestras casas”.