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Dos familias varadas: el drama de volar con BoA

Iván Ramos - Periodismo que Cuenta

El reloj marcaba las 15:15 en el aeropuerto de Alcantarí. Dos familias aguardaban tranquilamente su embarque para el vuelo OB585 de Boliviana de Aviación (BoA), programado para las 17:45 con destino a Viru Viru, Santa Cruz, donde harían conexión internacional rumbo a España. Pero lo que encontraron no fue un avión, sino una pesadilla: su vuelo ya había sido anticipado sin previo aviso.

“Su vuelo fue cerrado”, les informaron en los mostradores. Atónitos, revisaron sus boletos: la hora coincidía, pero el avión ya estaba cerrado. Más grave aún, sus asientos habían sido entregados a otros pasajeros.

DE LAS DEMORAS AL CIERRE ANTICIPADO: EL CALVARIO DE VOLAR EN BOLIVIA

La ironía es indignante. BoA, conocida por sus interminables retrasos —con esperas que a veces superan las ocho horas—, esta vez había adelantado el vuelo sin previo aviso. No hubo explicación ni solución. Los funcionarios, inmutables, se limitaron a encogerse de hombros mientras las familias veían cómo sus planes se desmoronaban.

El relato de Silvia Salame, senadora y usuaria frecuente de BoA, aún recuerda la sensación de impotencia. No era la primera vez que quedaba atrapada en un aeropuerto, pero cada vez resultaba más frustrante. “Es como si te convirtieras en un simple bulto”, dice, evocando esas horas eternas en salas de espera abarrotadas, sin información clara y con la incertidumbre de si el avión despegaría o no.

Ha vivido retrasos de hasta ocho horas, jornadas en las que el cansancio se acumula mientras las pantallas de información siguen sin cambios o, peor aún, con reprogramaciones que llegan de a poco, como una tortura en cuotas. “No te dicen que el vuelo se retrasará cinco horas de golpe, sino que te lo van postergando de rato en rato”, cuenta.

Pero el episodio que más la indignó ocurrió cuando llegó al aeropuerto con su boleto en mano y le informaron que su vuelo simplemente no existía. Buscó respuestas, reclamó, mostró su ticket. Nada. Como si nunca hubiera comprado el pasaje. Como si su tiempo y su derecho a viajar no valieran nada.

No se trata solo de molestias. Las demoras, cancelaciones arbitrarias y reprogramaciones constantes afectan vidas, negocios y hasta la salud de los pasajeros.

EL FIN DEL MONOPOLIO: UNA NUEVA LEY PARA ABRIR LOS CIELOS

El abuso es posible porque BoA opera sin competencia real. En Bolivia, el mercado aeronáutico está prácticamente cerrado a otras aerolíneas, permitiendo que la estatal maneje horarios y disponibilidad a su antojo.

Pero esto podría cambiar. Se trabaja en una nueva Ley de Aeronáutica, con un punto clave: la política de cielos abiertos. Esta medida permitiría que otras empresas operen en el país, dando a los bolivianos la opción de elegir y terminando con el monopolio de BoA.

Hasta que la ley sea una realidad, las historias de viajeros varados seguirán acumulándose. Y las familias, como las de aquel 19 de febrero, seguirán siendo víctimas de un sistema que solo beneficia a la empresa, nunca al pasajero.