MSc. Victor Medinaceli Ríos, abogado, ingeniero e investigador.
Este 7 de noviembre, Bolivia conmemora un aniversario más de la Batalla de Suipacha, un evento que marcó la primera victoria militar en el camino hacia nuestra independencia. Ocurrida en 1810, esta batalla en suelo potosino fue un paso decisivo que logró reforzar la moral patriota en tiempos de incertidumbre luego del 25 de mayo de 1809. Héroes como el Coronel Pedro Arraya, el General de División Carlos Medinaceli Lizarazu o la Mariscal Juana Azurduy de Padilla, permanecen en un lamentable olvido por parte de nuestras autoridades y la sociedad en su conjunto. Arraya, líder patriota destacado en la Batalla de Suipacha, representa el sacrificio y valor boliviano como líder de la Caballería Chicheña. Medinaceli Lizarazu, recordado por la decisiva Batalla de Tumusla en 1825, que dio paso libre con la muerte de Pedro Antonio de Olañeta a la firma del acta de independencia el 6 de agosto del mismo año. Juana Azurduy de Padilla, nombrada Mariscal en 2011 como símbolo de valentía de la mujer boliviana, encarna la participación de las mujeres en la emancipación y es la única mujer en el continente con ese grado militar.
Sin embargo, estos nombres así como las varias batallas (Aroma otro ejemplo)a lo largo de todo el territorio de la hoy Bolivia, apenas los conocemos y peor aún las nuevas generaciones, ya que no se han dedicado esfuerzos para rescatar y difundir su legado en la educación ni en el espacio público para fortalecer el imaginario colectivo histórico nacional.
A pesar de que Bolivia se aproxima al Bicentenario, la actitud de las autoridades locales y nacionales continúa siendo indiferente o muy tímida, incluso podría decirse hasta con una falta de amor a nuestra rica historia. Los artículos 98 y 99 de la Constitución Política del Estado son explícitos al definir el deber de preservar y promover el patrimonio histórico y cultural de la nación, pero sin ninguna ley nuestras autoridades deberían tener iniciativas al respecto. Sin embargo, estos principios quedan relegados a palabras sin acciones.
Hoy, el país cuenta con avenidas y plazas que llevan nombres ajenos a nuestra historia, mientras que los nombres de nuestros héroes nacionales y batallas apenas se reflejan en el espacio público o con nombres incompletos en el mejor de los casos. A modo de ejemplo, Juana Azurduy de Padilla, cuyo nombramiento como Mariscal en 2011 debería ser motivo de orgullo nacional, apenas es mencionada en actos conmemorativos, y su historia continúa sin profundizarse en el currículum educativo.
Asimismo y como ya se dijo, es común ver en diversas ciudades nombres incompletos, como “calle Tumusla”, en lugar de "calle Batalla de Tumusla", ocultándose así el significado histórico tras estos nombres incompletos. Estas omisiones aparentan ser detalles, pero demuestran un profundo descuido en la construcción de una identidad nacional a cargo de autoridades y sociedad.
Es urgente que las autoridades en todos los niveles para el próximo Bicentenario, rectifiquen este descuido histórico y trabajen en una revalorización de nuestros héroes y hechos históricos con acciones concretas desde la designación de calles y avenidas hasta la erección de monumentos, Bolivia necesita reflejar y celebrar la memoria de aquellos que entregaron su vida por nuestra libertad para poder así tener una identidad nacional en base a nuestra historia.