Mujeres de Camargo ganan premio mundial por la preservación de vides antiguas

Iván Ramos - Periodismo que Cuenta
El sol se posa con delicadeza sobre los viñedos del Valle de Cinti. En la brisa tibia de la tarde, Patricia Mendoza acaricia un racimo con la misma ternura con la que lo hicieron su madre, su abuela y las mujeres que, generación tras generación, han sido las guardianas de estas cepas antiguas. El viento sopla entre las hojas, como si la historia misma se entretejiera en los surcos de la tierra camargueña.
El lunes, mientras el reloj marcaba el mediodía en Inglaterra, desde el otro lado del océano llegó la noticia: el proyecto Yokich, liderado por un grupo de diez mujeres camargueñas, se alzaba con el máximo reconocimiento en los Premios al Héroe de la Viña Vieja 2025, otorgados por The Old Vine Conference.
No era solo un galardón, era la confirmación de que en este rincón del mundo, donde las viñas crecen abrazadas por el molle y el chañar, se cultiva también la perseverancia y el arte de transformar la uva en identidad.
Marcela Alejandra Mendoza, copropietaria de Bodegas & Viñedos Yokich, habla con emoción contenida. "Es un orgullo para todas las mujeres que trabajamos con vides antiguas. Este reconocimiento no es solo nuestro, es de Camargo, de nuestra región y de todo el país", dice, con la certeza de que la victoria no es solo un trofeo, sino una puerta abierta al mundo para el vino y el singani de estas tierras.
El certamen congregó a 14 países y 90 propuestas, pero solo cinco lograron llegar a la fase final de votación y evaluación. Yokich no solo destacó: conquistó. La propuesta de estas diez mujeres no se limitaba a la producción de vides antiguas y su transformación en bebidas que cuentan historias en cada sorbo; también incluía un banco genético y un vivero, iniciativas destinadas a preservar y expandir la riqueza vitivinícola de la región.
Patricia Mendoza sonríe con la luz de la tarde reflejada en sus ojos. "Este premio resalta el gran trabajo de los viticultores, de las mujeres que han custodiado estas vides viejas, que han resistido con nosotras el paso del tiempo". Las palabras brotan con la misma naturalidad con la que brotan los viñedos después del invierno. Porque en el Valle de Cinti, la tierra no solo da uvas; también da mujeres que saben de paciencia, de resistencia y de sueños que, como las mejores cepas, maduran con los años.
El impacto de este logro trasciende las fronteras del vino. Marcela lo sabe: "Este reconocimiento traerá nuevas oportunidades para el turismo, para el desarrollo de nuestra viticultura patrimonial. Las vides antiguas, abrazadas por el molle y el chañar, pueden convertirse en un atractivo para los amantes del vino de todo el mundo". Su llamado es claro: las autoridades deben sumarse a esta visión, trabajar en conjunto para convertir esta riqueza en un emblema del país.
Mientras el sol desciende sobre los viñedos de Camargo, Patricia vuelve a posar la mano sobre un racimo. Lo sostiene con la certeza de que cada uva guarda la memoria de su linaje. Este no es solo un triunfo. Es la reafirmación de que en cada vid vieja, en cada sorbo de singani, en cada mujer que labra la tierra con sus manos, late una historia que el mundo, por fin, empieza a escuchar.