Tomy Pérez
Hoy, 3 de febrero de 2025, millones de niños y adolescentes en Bolivia inician un nuevo año escolar. Con mochilas cargadas de útiles, ilusiones y expectativas, estudiantes de los niveles inicial, primario y secundario cruzan nuevamente las puertas de sus colegios, reencontrándose con amigos y maestros, dispuestos a afrontar nuevos desafíos y continuar su formación.
Detrás de cada estudiante que vuelve a clases, hay padres y madres que han hecho un enorme esfuerzo. La preparación para este día no comenzó hoy, sino hace semanas, con largas filas para inscribir a sus hijos, especialmente en los primeros cursos de primaria y secundaria. La compra de uniformes, zapatos, mochilas y útiles escolares ha requerido una planificación meticulosa en muchos hogares, ajustando presupuestos y buscando alternativas más económicas en ferias y mercados. En algunos casos, la falta de recursos ha llevado a familias a hacer sacrificios adicionales para garantizar que sus hijos cuenten con lo necesario para el colegio.
Pero el esfuerzo no termina ahí. El primer día de clases y los siguientes representan un reto de adaptación para toda la familia. Luego de semanas de descanso pedagógico, retomar la rutina implica levantarse más temprano, preparar el desayuno, organizar los materiales y enfrentar el tráfico matutino para llegar puntualmente al colegio. En muchos hogares, este cambio de ritmo supone un ajuste en los horarios y en la dinámica familiar, donde cada minuto cuenta para cumplir con la jornada escolar y laboral.
El retorno a clases también plantea desafíos estructurales. Bolivia sigue enfrentando problemas de infraestructura en muchas unidades educativas, donde los estudiantes deben lidiar con aulas deterioradas, falta de mobiliario adecuado e incluso carencia de servicios básicos como agua potable. Las autoridades educativas tienen la responsabilidad de garantizar condiciones óptimas para el aprendizaje, asegurando que cada niño y adolescente reciba educación en un ambiente seguro y adecuado.
Además, la brecha digital sigue siendo una barrera para miles de estudiantes. Si bien el uso de la tecnología en la educación ha avanzado, muchas familias aún no cuentan con acceso estable a Internet o dispositivos electrónicos, lo que dificulta el acceso a materiales digitales y plataformas de apoyo al aprendizaje. Invertir en educación no solo significa mejorar infraestructuras, sino también reducir estas desigualdades y garantizar que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades.
Para muchos niños y jóvenes, el regreso a clases es motivo de emoción y entusiasmo; para otros, significa desafíos adicionales. La falta de recursos, la distancia a sus colegios o incluso la necesidad de compaginar estudios con responsabilidades familiares son obstáculos que enfrentan miles de estudiantes en el país. Garantizar el acceso a una educación de calidad no solo es tarea de los padres y maestros, sino un compromiso del Estado y la sociedad en su conjunto.
El año académico 2025 inicia con grandes expectativas y nuevos retos. La educación es la base del desarrollo de una nación, y cada niño que hoy entra a un aula representa el futuro de Bolivia.