Manuel Morales Alvarez
Tengo certeza de que Bolivia ya enfrenta una crisis AA, es decir, alimentaria y ambiental. Crisis AA es una forma muy peligrosa de poner en riesgo el mar verde que tenemos así como la producción, acceso y variedad de los alimentos que demandamos.
En materia ambiental los incendios que nuevamente van a comenzar en este mes de junio patentizan esta tragedia contra nuestros bosques. Durante el gobierno de Luis Arce se quemaron en total 24.7 millones de hectáreas de bosques y extensiones no boscosas. El 2021 fueron 4.2 millones de hectáreas, el 2022 fueron 4.4, el 2023 3.5 y el 2024 fueron 12.6 millones de hectáreas. En algunos años, los incendios volvieron a presentarse en las mismas zonas, en otros años se quemaron en áreas nuevas. Cuando se quema en el mismo lugar, se puede hablar de una cicatriz de quema de bosque que tiene por objetivo eliminar definitivamente la cobertura de flora y fauna para habilitar esas tierras en agrícolas o ganaderas, cambiando la vocación forestal de las mismas y ser demandas en propiedad para nuevos patrones de la tierra asentados en esos lugares. Nada de esto se realizaría sin la complicidad, estímulo y participación de funcionarios del Estado en cargos vinculados al Instituto Nacional de Reforma Agraria INRA, el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra ABT.
El mar verde es toda la cobertura boscosa que tenemos y que cada año es erosionada por los incendios. Salvo la región del altiplano y las cordilleras y valles, dos terceras partes de nuestro país es verde, ahí están las zonas tropicales, subtropicales, de los llanos, el chaco y la amazonia.
En los incendios de Bolivia una gran variedad de fauna silvestre se ve afectada, incluyendo mamíferos como jaguares, pumas, osos hormigueros, capibaras y armadillos, así como reptiles, aves, anfibios y peces. Estos animales sufren quemaduras, asfixia, pérdida de hábitat y dificultad para encontrar alimento y refugio. Además, los incendios facilitan la caza furtiva, ya que los animales son más fáciles de encontrar y capturar en un entorno devastado. La pérdida de hábitat afecta especialmente a las especies endémicas que solo habitan en ciertas zonas, como algunas especies de ranas que viven en pozos de la Chiquitanía.
Los incendios destruyen los ecosistemas naturales, obligando a los animales a desplazarse y dificultando su supervivencia. La pérdida de especies afecta a las relaciones entre depredadores y presas, con consecuencias a largo plazo en todo el ecosistema.
Los incendios arrasan con una gran variedad de especies vegetales, incluyendo árboles, arbustos, plantas herbáceas y especies endémicas. La pérdida de estos ecosistemas forestales conlleva a la desaparición de hábitats para la fauna y la alteración de los ciclos hidrológicos, con graves consecuencias para la biodiversidad y el medio ambiente. Con el fuego se eliminan árboles centenarios, incluyendo especies nativas y endémicas de gran valor ecológico; vegetación baja y la flora asociada a los bosques también se ve severamente afectada, alterando la estructura y composición del ecosistema. Se pierden plantas medicinales. Los incendios afectan parques nacionales y reservas naturales, donde especies clave para la conservación se encuentran amenazadas. Hay pérdida de biodiversidad: se reducen la diversidad de especies vegetales y animales, afectando la cadena alimentaria y el equilibrio ecológico. Se degradación el suelo, se lo deja desprotegido, lo que puede llevar a la erosión y a la pérdida de nutrientes, dificultando la recuperación del espacio de vida. Se altera el ciclo hidrológico, se afecta la capacidad de retención de agua de los bosques, causando problemas de escorrentía e inundaciones.
Los incendios forestales liberan grandes cantidades de carbono a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático. Se provocan problemas respiratorios debido al humo y la contaminación del aire, especialmente en áreas cercanas a los incendios.
En materia alimentaria alcanzar un estado de soberanía se convierte en un objetivo cada vez más lejano.
Con el actual modelo alimentario todos perdemos y algunos ganan con grandes limitaciones. Por ejemplo, el sector del agronegocio, en este contexto, no va a lograr ingresos extraordinarios, pues no puede garantizar ni siquiera la compra de diésel para sus operaciones, pues también se ha convertido en adicto a la subvención.
El sector campesino se auto abastece y tampoco se espera en el futuro inmediato una transformación de su escala productiva y su escasa contribución al mercado de alimentos.
Por parte del Estado, la subvención de los combustibles destinados para la producción agrícola y las operaciones que se realiza desde EMAPA y desde el control de precio y suministro de alimentos no va a mejorar en lo inmediato.
Todos estamos perdiendo y no se vislumbra en lo inmediato una reducción de los precios de los alimentos, ni la abundancia de pollo, carne de res, aceite, leche en el mercado interno, por más que exista oferta interna, porque la cadena de intermediarios también interviene y lleva de contrabando los alimentos que tienen mejores precios en los países vecinos. Los intermediarios contribuyen nocivamente a la crisis alimentaria como aquellos que prenden fuego al bosque.
Esta es la configuración resumida de la Crisis AA que vive Bolivia.
18 de junio de 2025