Bolivia Exhausta, ¿Qué Traerá el 2025?

Tomy Pérez Alcoreza

El 2024 se despide dejando una estela de cansancio profundo en el corazón de los bolivianos. Ha sido un año que sumó, a los conflictos acumulados del pasado, nuevas crisis económicas, sociales y políticas, llevando al límite la resistencia de una nación que no ha dejado de enfrentar adversidades.

Desde los tensos días de octubre y noviembre de 2019, pasando por los efectos devastadores de la pandemia del COVID-19 en 2020 y 2021, hasta el paro cívico de 2022 en Santa Cruz, los últimos años han puesto a prueba la capacidad de adaptación y la esperanza de los bolivianos. A estas cargas locales se sumaron las crisis internacionales, como la guerra entre Ucrania y Rusia, cuyos efectos se sintieron en todo el mundo y también en Bolivia. El alza de precios en petróleo, trigo y fletes marítimos agravó una economía que ya enfrentaba serios problemas estructurales.

Sin embargo, fue la acumulación de conflictos internos lo que terminó por desgastar a la población en 2024. La escasez de dólares, la falta de combustible y los bloqueos en Cochabamba no solo paralizaron al país en varios momentos del año, sino que también encarecieron productos esenciales como alimentos, medicamentos, repuestos y maquinaria. La inflación, proyectada en un preocupante 10%, erosionó los ingresos de las familias, quienes tuvieron que recurrir a sus ahorros para enfrentar un contexto que se sintió más cuesta arriba que nunca.

El impacto no solo fue económico. Las tensiones sociales, alimentadas por una constante sensación de incertidumbre, debilitaron el ánimo colectivo. El cansancio es visible en las calles, en los mercados, en las oficinas, en los hogares. La pregunta constante en cada conversación es: ¿hasta cuándo? Pero incluso en medio de este agotamiento, hay quienes guardan una chispa de esperanza en que el 2025 marque el inicio de un cambio positivo.

No obstante, no hay ilusiones de un camino sencillo. El 2025 no solo será el año del Bicentenario de nuestra independencia, sino también un período marcado por las elecciones generales, que ya prometen ser un terreno fértil para nuevos enfrentamientos políticos y sociales. Sectores como los gremiales y los transportistas ya han anunciado posibles movilizaciones, avivando temores de un año aún más conflictivo.

El desafío está claro: cerrar un capítulo difícil y abrir otro con determinación. Aunque el cansancio pesa, los bolivianos no renuncian a la lucha por construir una mejor Bolivia. La esperanza, aunque tenue, sigue siendo una llama que alimenta la voluntad de quienes trabajan día a día para llevar adelante sus hogares y comunidades.

Despedimos el 2024 con un suspiro, pero también con un deseo renovado de que el nuevo año traiga consigo la fortaleza para enfrentar los desafíos que vendrán. Que el 2025, además de las conmemoraciones por el Bicentenario, sea recordado como el año en que Bolivia comenzó a encontrar su camino hacia la reconciliación, el progreso y la estabilidad.

¡Feliz y próspero año nuevo para todas las bolivianas y bolivianos! Que el 2025 nos encuentre con la resiliencia intacta y la esperanza como estandarte.