LA PAZ Y EL ALTO
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Violencia y expulsión: lideresas sindicales de aseo urbano reprimidas por denunciar

Sergio Mendoza Reyes

Al final de la tarde del 25 de marzo, Lita Mercado, una barrendera de 36 años y líder sindical, sintió cómo el miedo y la rabia la embargaban. Dos de sus compañeras de trabajo la sujetaron de ambos brazos, como si fuera una delincuente. Después la arrastraron hacia las puertas del Ministerio de Trabajo para que rinda cuentas por su atrevimiento: exigir los derechos laborales de sus colegas, dependientes de las empresas La Paz Limpia y Trebol.

“Pensaba que me matarían”, recuerda ahora, casi tres semanas después del suceso, sorbiendo un café con leche en un céntrico restaurante de la Sede de Gobierno.

Mercado asistió al Ministerio de Trabajo para gestionar la reincorporación de sus compañeros y compañeras, quienes como ella fueron despedidos a mediados de febrero por las gerencias de La Paz Limpia y Trebol (ambas forman parte de una misma compañía que realiza el aseo urbano en La Paz y El Alto).

Todos los desvinculados (al menos seis) son dirigentes sindicales, dos son mujeres jóvenes y madres solas: Lita Mercado y Tatiana Mamani. Fueron expulsadas por exigir mejores condiciones y denunciar abusos cometidos por la empresa. No sólo eso, sino que la compañía también las denunció por difamación ante la Fiscalía.

Eran aproximadamente las 4:00 PM de aquel 25 de marzo, cuando una turba de sus compañeros que defienden a la empresa interceptó a Lita para agredirla.

Comenzaron a empujarla y a jalarle los cabellos. La tumbaron al suelo y Lita se vio en un forcejeo con una mujer de pollera, barrendera como ella. Otra de sus atacantes, aprovechando el momento, le robó su celular. Una vez que se puso de pie y reclamó en vano por su teléfono, la tomaron de los brazos y la condujeron a las puertas del Ministerio de Trabajo para seguir golpeándola. Esta vez algunos hombres se sumaron al ataque.

Al ver lo que ocurría, un policía intentó intervenir, pero fue detenido por otro uniformado, quien le dijo: “Dejá nomás que la golpeen”, de acuerdo a declaraciones de personas que estuvieron en el lugar.

Allí, sus propios compañeros le robaron la billetera con el dinero para el alquiler donde vivía junto a sus dos hijos, de 8 y 13 años. Además, le destrozaron la chamarra negra que llevaba puesta, y otras prendas de vestir.

Una barrendera observa observa la preparación de anticuchos en la Plaza Murillo. Foto: Sergio Mendoza

Su historia refleja la de muchas otras. En La Paz, el 80% de las personas que trabajan en el aseo urbano son mujeres. En El Alto se estima que la cifra alcanza el 70%, según datos de la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (Unitas). Además de limpiar las calles en condiciones precarias, muchas sufren abusos de sus empleadores, en un entorno donde sus derechos son ignorados o vulnerados sistemáticamente. Al tratarse de mujeres dirigentes que exigen derechos, la represión puede ser mayor.

“La empresa no se da cuenta que esto se le está yendo de las manos. Mira lo que me hicieron”, dice Mercado, exhibiendo fotos y videos de la agresión. “Y además me quedé sin trabajo”, lamenta. Ahora busca un alquiler más barato para ella y sus hijos, a quienes mantiene sin el apoyo de ninguno de los padres ausentes, una característica que se repite con varias de sus compañeras que hacen de padre y madre.

En la ciudad de La Paz, junto a ella, también fueron despedidos Richard Bueno, secretario de Deportes, y Christian Cerezo, secretario General del Sindicato.

“La empresa no busca trabajadores, sino esclavos”, dice Cerezo, quien ahora busca el modo de ganarse la vida para mantener a su familia. Tiene tres hijas, de 4, 8, y 10 años.

Él sostiene que el modo de actuar de La Paz Limpia y Trebol ha sido el mismo por años: despedir a dirigentes que reclaman y armar grupos de choque para amedrentarlos. Lo mismo ocurrió en 2017 con Modesto Yupanqui, exdirigente de los trabajadores de aseo urbano.

“En 2017, han venido a agredirme al Ministerio de Trabajo, yo me escapé. En el congreso de Caranavi también la empresa mandó a un grupo de choque, igual me escapé; pero agarraron a una compañera a la que golpearon brutalmente”, cuenta Yupanqui, de 58 años, quien mantiene un proceso de más de ocho años para su reincorporación.

La Nube buscó la posición de la empresa cuestionada; pero hasta el cierre de esta edición no obtuvo respuesta.

Desde el Ministerio de Trabajo indicaron que se pronunciarán sobre esta situación la próxima semana.

El director del Sistema de Regulación y Supervisión Municipal (Siremu) de la Alcaldía de La Paz, Willy Balderrama, dijo que los conflictos entre trabajadores de aseo urbano y la empresa no competen al gobierno municipal. Las normas sólo lo obligan a revisar que se cumpla el pago de aportes para jubilación y el seguro de salud, lo cual se ha venido cumpliendo, afirmó.

Limpieza en el centro de La Paz. Foto: Sergio Mendoza
Memorándum de despido para Lita Mercado.

En El Alto ocurre lo mismo

En El Alto, Trebol despidió por lo menos a tres dirigentes del sindicato que reclamaban por los derechos de sus compañeros y compañeras.

Tatiana Mamani, secretaria general del Sindicato; Milton Quispe Reus, secretario de Conflictos; y Jhonny Apaza, secretario de Actas, fueron retirados. Ellos cuentan que reclamaron ante la intención de la empresa de quitar la antigüedad a sus empleados y bajar salarios al mínimo nacional: Bs 2.500.

Al igual que a sus compañeros de La Paz Limpia, los afectados de Trebol aseguran que se les inició procesos penales por difamación.

“Ahora estoy yendo a escarbar papita al campo. También tejo. Con eso me estoy sustentando”, dice Mamani, de 35 años, que tiene tres hijos de entre 10 y 16 años, a quienes mantiene sin el apoyo del padre, ya que él los abandonó cuando ella llevaba siete meses de embarazo de su último hijo.

Pese a su juventud, sobre todo si se la compara con sus compañeras que rondan los 50 y más, Tatiana lleva toda una vida en el recojo de basura. Cuenta que comenzó a sus 16 años, sólo un par de años después de migrar desde su natal Patacamaya a Río Seco, en la ciudad de El Alto. Su madre, que ahora tiene 55, ya trabajaba como barrendera, y aún hoy lo sigue haciendo.

El horario nocturno se pagaba mejor, para ese entonces (2005) eran unos Bs 350 al mes. Comenzó a recoger basura colgada de los camiones basurero, de 10:00 PM a 5:00 AM, atravesando algunos de los barrios más peligrosos de El Alto: la Ceja, Villa Dolores. Con el pasar del tiempo, su madre dejó el empleo y regresó al campo. Pero Tatiana, que debía velar por su hermano que estaba en el cuartel, se quedó a vivir sola en Achocalla.

“Los primeros meses lloré cuando entré al turno nocturno. Sentías que te echaban arena a los ojos. No se dormía bien”, recuerda esta mujer de pollera.

Nunca terminó el colegio. Lo dejó en octavo de primaria, ya que el horario laboral y la falta de dinero dificultaban al extremo la continuidad de sus estudios. Llegaba a su casa después de las 6:00 AM, se desplomaba exhausta sobre su cama y despertaba atolondrada al medio día. Almorzaba pan con refresco (sólo para eso le alcanzaba), y pasaba la tarde en el colegio, incapaz de concentrarse, sabiendo que al llegar a casa sólo tendría unas horas para hacer las tareas antes de salir de nuevo a las calles enfundada en su overol.

Ese estilo de vida le ha cobrado factura, y aunque los médicos le han recomendado mejorar su dieta (que por muchos años se basó en pan con Coka Quina para los desayunos, y ají de fideo en el almuerzo) el dinero no le alcanza para esos lujos. “Hay días que cuando no alcanza es puro refresco con pan hasta llegar a la casa”.

A sus 18 años, mientras se ponía el overol detrás de unos kioscos en la Calle 5, cerca de la Avenida Rodolfo Palenque, dos hombres le pusieron una soga al cuello y comenzaron a asfixiarla para quitarle sus pertenencias.

A sus 19, uno de sus superiores la despidió por negarse a acompañarlo a una cita un sábado por la noche. Casos como el suyo no son aislados; algunas trabajadoras enfrentan situaciones similares, en silencio y sin respaldo.

Menciona una supuesta violación ocurrida en El Alto hace tres años, cuando un supervisor abusó de una trabajadora. Ésta lo denunció a instancias judiciales. “Pero como ella tenía bajos recursos y no podía presionar a los abogados, el caso se dejó. Y de otras compañeras igual se ha escuchado casos similares, pero que no han denunciado”.

Una barrendera arrastra un costal con basura en una avenida de El Alto. Foto: Sergio Mendoza

Tatiana estuvo presente el día que atacaron a Lita Mercado, ese 25 de marzo, pues la acompañaba en las gestiones ante el Ministerio de Trabajo.

Sus relatos y denuncias, así como los de otras tantas trabajadoras entrevistadas para este reportaje, evidencian una realidad nacional. Un estudio publicado en noviembre del 2024 por el Programa Urbano de la red Unitas registra situaciones de precariedad, acoso y explotación laboral, insalubridad, inseguridad, inestabilidad, y otros escenarios que menoscaban la dignidad humana y que se repiten en todo el país.

Muchas de ellas sufren “el peso de hacerse responsables de llevar el sustento a sus familias, muchas veces a costa de ser acosadas y explotadas laboralmente en empresas como La Paz Limpia”, señala el documento.

Para este artículo también se buscó la voz de la Alcaldía de El Alto, pero no se tuvo respuesta.

Extraído de un estuido del Programa Urbano, de la Red Unitas, publicado en 2024.

Amedrentadas

“Por estar en el sindicato ya no me dejan trabajar en feriados y domingos, que es cuando te pagan más. Además, me aumentaron la ruta que limpio de lunes a sábado”, dice una trabajadora de aseo urbano que prefiere el anonimato. Tiene 60 años y debe velar por su trabajo para apoyar a sus cuatro hijos de padres ausentes. Casi el 9.5% de los trabajadores de aseo urbano en todo el país tienen más de 59 años. Es común ver a mujeres de la tercera edad arrastrando la escoba de paja por calles y plazas.

“Yo quiero trabajar hasta que mi hijo salga profesional. Si no le apoyo yo, ¿quién le va a apoyar?”, dice la mujer de gorra y cabello pajizo.

Después de la golpiza que le dieron en puertas del Ministerio de Trabajo, el 25 de marzo, Lita Mercado caminó hasta la FELCC para presentar una denuncia por intento de homicidio y robo agravado. En el trayecto se desplomó con convulsiones en dos ocasiones, ya que padece de epilepsia.

Ya a punto de terminar su café con leche, a Lita se le humedecen los ojos cuando se le pregunta por su situación.

“Me cambio de casa a un lugar más pequeño porque ya no me alcanza para el alquiler. Tuve que vender cosas. Más bien no me gasté aún el dinero del aguinaldo, y con eso nos estamos sustentando con mis hijos”.

Una barrendera en inmediaciones de la Ceja de El Alto. Foto: Sergio Mendoza