Los acontecimientos de estos días han sido lamentables para el desarrollo de la confianza entre la ciudadanía y los actores políticos. El proceso pre electoral se ha visto opacado por las acciones de líderes caudillistas del bloque de la oposición. Sin embargo, hay que reconocer el desprendimiento político de otros líderes (igualmente caudillistas), lo que hace pensar que una parte de la élite política ha aprendido la lección de lograr acuerdos y mantenerlos.
Pero los últimos acontecimientos muestran que, luego de 200 años aún tenemos ejemplares políticos a los que les cuesta dejar atrás el caudillismo y la mala práctica política. Fenómeno sostenido tanto por el caudillo y su séquito, como por partes significativas de la sociedad, que de alguna manera ve en ellos un mecenas de las artes y ciencias, un líder que impulsará a la nación por sobre las otras o un liberador de las condiciones de pobreza y restricción.
Si fuese esa la figura, el caudillo ganaría una dimensión objetiva que haría pensar en darle apoyo político. Pero lo que sucede en nuestro sistema político es lo opuesto, el uso del aparato estatal para su propio interés y beneficio de sus seguidores, es la moneda común en la arena política.
Pero este fenómeno caudillista no es actual y viene desde hace 145 años atrás. En 1880 con una nueva constitución de modernización del Estado, se pensó en instaurar en Bolivia un sistema de gobierno basado en la transmisión de mando, en base a la voluntad soberana y el funcionamiento de partidos políticos y no en golpes o revueltas civiles-militares como se venían dando las cosas hasta ese momento.
Algunos ejemplos de las escisiones políticas en la historia, en 1883-84 (período conservador) el partido conservador liderado por Aniceto Arce se dividió en los partidos liberal y demócrata bajo las figuras mutuamente excluyentes de los Sres. Eliodoro Camacho y Gregorio Pacheco.
Ya en la segunda década del siglo XX (período liberal), el partido republicano que surgió del partido liberal, se escindió debido al personalismo con la presidencia de la República de Bautista Saavedra. Posteriormente en 1930, del partido republicano genuino de Salamanca se separaron otras figuras formando el partido socialista. Otra división partidaria histórica fue la del MNR en 1960 y sus omnipresentes figuras Víctor Paz, Walter Guevara y Hernán Siles. Ya en la recuperación de la democracia de la década de los 80s del siglo pasado, los personalismos afectaron al desarrollo de los partidos políticos de ese entonces, con la presencia del Sr. Gonzalo Sánchez de Lozada, el MNR se volvió a escindir en tres MNRs, también lo hace el MIR dando como resultado al MBL y éste luego al MSM con las personalísimas figuras de los Sres. Jaime Paz, Antonio Araníbar y Juan del Granado respectivamente.
Esa mentalidad caudillista trasciende al líder y acompaña al séquito del caudillo, que sin líder o caudillo, opera ya no como militantes de una propuesta de gobierno sino como accionistas de una máquina electoral que busca capitalizar económicamente su rédito en la Asamblea Legislativa y/o en el gobierno de turno, en base a la pesquisa y atracción del (pre)candidato mejor posicionado.
Este grupo de actores políticos conceptualmente denominados como élites políticas se reproducen en el personalismo, el patrimonialismo, el cacicazgo político, en la acusación y confrontación amigo- enemigo, se lo comprueba en las amenazas evistas contra los acérrimos enemigos íntimos arcistas o androniquistas y todo nuevo ista que surja paralelamente al máximus prime líder, ultra caudillo y señor plus de todo anillo de poder. No olvide la condición de mutua exclusión, es decir si está jugando él también yo me voy con mi pelota a jugar a las encuestas a otro patio, en otras palabras está prohibida la competencia democrática por el liderazgo partidario y social.
Pero en el bloque de oposición democrática, democracia entendida como el establecimiento de reglas de juego y el respeto a ellas, es lo que tampoco hallamos. La firma de acuerdos que resaltan la demanda por un cambio de modelo de una parte significativa del soberano, resulta ser tan importante como la aclamación de decenas, centenas o miles de accionistas partidarios interesados en acceder al botín estatal en base al líder coyuntural buen posicionado en las encuestas.
Vemos brevemente que la dinámica política electoral responde a eternos liderazgos que resurgen como ave fénix en oportunos momentos electorales, pero es también cierto que la manifestación soberana del próximo 17 de agosto, dará su respaldo a quién tenga más apertura a las demandas sociales y haya sido fiel a sus compromisos.