Opinion

VENEZUELA Y BOLIVIA
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 18 Abril, 2013 - 10:04

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Las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo 14, en Venezuela, nos han mostrado algunas orientaciones que tanto los centros internacionales de poder como los autodenominados gobiernos de “izquierda” en nuestro continente, podrán seguir en las venideras elecciones, en nuestros países. Al margen de los resultados, conviene también detenerse a pensar en relación al comportamiento post-electoral de los dos actores políticos señalados. Antes, pero, digamos que el hecho mismo de vernos obligados a concentrarnos en estos actores y no en la sociedad, propiamente, nos dice del carácter superestructural que la controversia política, hoy por hoy sigue en el continente.

En relación a Venezuela es necesario retratar de manera resumida, los hechos. Desde ya, los resultados electorales han dado la sorpresa de un estrecho margen, entre el candidato chavista y el opositor de la derecha. Sorpresivo, si se considera que en el breve período de las campañas electorales, el chavismo ha extremado los recursos sentimentales, para presentar al ex-presidente, poco menos como un santo que estaría al lado de Dios (¿!) y gracias a esa cercanía, incluso, se habría gestionado la elección del primer papa latinoamericano. Amén de uso de la institucionalidad estatal, para fines de la campaña, así como la alta cobertura internacional que la candidatura del oficialismo, Maduro, supuso.

Por otra parte, también supone un hecho sorpresivo el ascenso en la votación, del candidato Henrique Capriles, de la extrema derecha. Más aún, si se considera que este personaje tuvo una alta participación en hechos de desestabilización política e institucional en ese país, en el pasado inmediato. Incluso, de acuerdo a los resultados de la votación, es válido señalar de la transferencia de votos, del chavismo hacia Capriles. Finalmente, este hecho también refleja la ausencia de espacio político e institucional, en ese país, de opciones “centristas”, que actúen como puente entre uno y otro candidato.

Sin embargo, luego de conocerse los resultados electorales, la acción de Capriles y de los centros de poder internacional, ha sido llamativa. En principio destaca la actuación del gobierno español -que para los efectos actuó como peón 1 de tales centros- al arremeter el lunes 16, es decir al día siguiente de las elecciones, contra el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano. En esa misma línea y actuando como el peón 2, salió el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno Insulza, pidiendo el recuento total de votos. Tal requerimiento había levantado el candidato Henrique Capriles, al momento de convocar a sus seguidores, a la realización de acciones violentas contra el CNE.  En el plano de las comunicaciones, este primer día después de las elecciones, la cadena norteamericana CNN en español, sirvió como plataforma para aquellas actuaciones.

Para el martes 17, es decir al día siguiente del primer movimiento de la derecha interna venezolana y de la derecha internacional , las cosas tuvieron un cambio de timón. Claro que para ello contribuyó la muerte de ocho ciudadanos venezolanas, simpatizantes de chavismo, provocados por el llamamiento de Capriles. Esta acción, abiertamente criminal y sin la posibilidad de ocultarlo ante los ojos de la comunidad internacional, probablemente incidió para que ambos peones (el gobierno español y el primer hombre de la OEA) dieron pasos atrás y desmarcarse de Capriles y su llamamiento a acciones violentas. Así, se anunció desde la cancillería española el reconocimiento al gobierno de Maduro e Insulza optó por convocar a Asamblea General de la OEA. Por su parte, el propio Capriles se desentendió de las consecuencias que su convocatoria había ocasionado y condenó los hechos violentos provocados por los seguidores de su candidatura (¡?). Fiel a la tradición de camaleón, por parte, la cadena televisiva CNN retrocede este día, permitiendo también a personeros del nuevo gobierno venezolano, algún espacio en sus informaciones. Lo que este caminar a tumbos muestra, es que por hoy no existe espacio para la resolución violenta de la controversia política, en el continente. 

En el caso de Bolivia, a la luz de la experiencia venezolana, pueden pensarse algunos elementos, que orientarán el evento electoral próximo. En primer término, está claro que la configuración social y política entre uno y otro país son distintas. Mientras que en Venezuela la oposición se encuentra dirigida por la extrema derecha (lo que imposibilita tender puentes entre oficialismo y oposición), en el caso boliviano las cosas son ligeramente distintas. Grosso modo podemos en Bolivia trazar tres referencias política-ideológicas: el oficialismo, la extrema derecha y una opción al centro de ambos, representado por el MSM de Juan del Granado. Aquí, entonces, los puentes post-electorales son pues posibles.

Lo son, no únicamente por esta configuración, sino también porque al interior del propio gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) se han constituido esas posibilidades. La temprana presencia en este partido de grupos de choque de la ultra derecha cruceña, como la ex-dirigencia de la Unión Juvenil Cruceñista llevadas al MAS de la mano del senador Ávalos o la presencia en niveles ejecutivos de ex-capitalizadores con la anuencia de Evo Morales, nos permiten señalar que el MAS cuenta ya con suficientes elementos que le emparentan con la “derecha”.
Es en tal sentido que hemos señalado en alguna ocasión, que el espacio político, ideológico y social de las próximas elecciones en el país, no permitirán un espacio para el debate en torno a propuestas y proyectos distintos, alternativos. Al contrario, el espacio  a presentarse estará caracterizado por la disputa de temas secundarios, para la sociedad, como podría ser la menuda competencia de quién es más corrupto y quién ha despilfarrado con mayor intensidad los recursos públicos. Ello, porque el MAS ha agotado su programa, su propuesta para el país y ahora pretende elevar a la calidad de programa, nada menos que la inauguración de canchitas de fútbol a lo largo del país y desentenderse de las demandas sociales y regionales.

Al final de cuentas, en el caso boliviano, las cosas se reducen y se muestran en la vulgaridad que supone la disputa por “pegas” en el aparato estatal, para los activistas de uno y otro partido. Todo se restringe, pues, como se lamentara el Cnl. Aureliano Buendía en Cien años de soledad, “a la simple disputa por el poder”.