Opinion

ANTI-INDÍGENAS E IMPOSTORES
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 18 Julio, 2013 - 11:32

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Pasado el momento en que el incidente del avión presidencial concentró gran parte del interés de la opinión internacional y nacional, se desvanecen las cortinas de humo que el gobierno trató de aprovechar, para tapar en algo la desnudez de una conducta anti-indígena y cubrir a la impostura de los activistas del partido gobernante. En realidad, son dos espacios (el internacional y el nacional) que no pueden considerarse bajo un mismo enfoque; no puede pensarse que si en el plano interno las innumerables justificadas razones de crítica a Evo Morales y su gente marcan una postura de distanciamiento con él, también debiera haberse mantenido similar conducta frente al incidente del avión presidencial. Mientras que en el primer caso (el referido al avión) hablábamos de la presión de los países imperiales, en el segundo (referido a la conducta anti-indígena del gobierno de Morales) hablamos de la continuidad de políticas discriminatorias y autoritarias, para con las minorías étnicas del país.

Las denuncias de la infiltración de policías a la VIII marcha indígena, para provocar el (auto)secuestro del señor Choquehuanca (quien, por esas curiosidades de la vida, ocupa el cargo de “canciller”). Una de las razones para la intervención violenta a aquella marcha fue precisamente la del intento de secuestro de Choquehuanca. La mujer policía infiltrada no solamente fue felicitada por el buen cumplimiento de la miserable labor que le encomendaron, sino también premiada.

Por supuesto que el anti-indigenismo del gobierno del MAS no se limitó a ello, sino que tuvo otras manifestaciones. Téngase en cuenta que tanto el  burlote del (auto)secuestro de Choquehuanca, como la violenta represión policial posterior, a la marcha indígenas, fueron respuestas del Poder Ejecutivo, ante la consistencia del accionar indígena, en rechazo a las pretensiones masistas, de destruir el parque nacional IsiboroSécure, mediante la construcción de una carretera por ese territorio. Esa contundencia en el rechazo ha llevado a los hombres del gobierno a realizar una supuesto consulta a los indígenas de aquél territorio acerca de tal construcción; consulta engañosa, que en lo fundamental buscaba silenciar la opinión de los pueblos indígenas para sustituirla por las órdenes del gobierno. Aquí, lo verdaderamente notable es que también esta falacia ha sido desbaratada por las comunidades indígenas involucradas en el debate.

El límite de la falacia del gobierno llegó cuando los indígenas no solamente desconocieron la autoridad de dirigente de un activista del pro-gubernamental (el señor Pradel), sino que inclusive le expulsaron de su territorio. Frente a esta nueva situación, al MAS no se le ocurrió nada mejor que enjuiciar a las legítimas autoridades indígenas.

También, pero, en esta nueva situación la respuesta de los indígenas afectados por tanto odio de Morales y compañía, desnuda el carácter anti-indígena del gobierno. Como se observa, la secuencia autosecuestro – represión en Chaparina – consulta falsa – enjuiciamiento a los  legítimos dirigentes indígenas, marca una conducta de la cual, seguramente, Sánchez de Lozada podría servir envidia. En efecto, está claro que en materia de respeto a los pueblos indígenas, Evo Morales y su gobierno se colocan en un extremo, a la derecha, de todos los anteriores gobiernos denominados neoliberales.

Este primer elemento (el anti-indigenismo del MAS) se complementa con otro, referido a la impostura de algunas organizaciones sindicales, agrupadas bajo el denominativo de “Pacto de Unidad” (el Pacto de Unidad que fundamos, allá por el 2004, no era por supuesto el furgón de cola del MAS y menos un conglomerado de sumisos alavadores de Evo Morales). Así, la lista de impostores es muy grande y en el tema que seguimos, puede comenzar con Pradel y todos aquellos hombres y mujeres dados a crear representaciones indígenas ficticias, para congraciarse con los jerarcas del MAS. Dirigentes truchos que, como tales, no cuentan con la representación y menos con la legitimidad de aquellos a quienes dicen representar. De lo contrario, claro está, la resistencia indígena habría sido doblegada hace tiempo, a fuerza de prebenda y corrupción de dirigentes; prácticas en las que el gobierno ha demostrado ser muy hábil.

Claro está que la conducta del MAS no únicamente puede explicarse por estas prácticas y aquél carácter anti-indígena. Sostenemos que en una de las razones de todo ello es también su orientación campesinista. Como se sabe, el sindicato campesino es la punta de lanza de la desestructuración de las organizaciones indígenas. Lo es tanto en tierras bajas como en tierras altas, porque en todos los casos, la lógica del sindicalismo campesino no se orienta por prácticas indígenas de deliberación y de conformación de sus estructuras de representación. El sindicalismo campesino, asentado efectivamente en pequeños propietarios de la tierra, será un organismo en el que las prácticas y estructuras indígenas constituyen obstáculos para la prebenda y para el manejo clientelar de la representación social.

Lo que queda claro, sin embargo, es que, a diferencia de los gratuitos propagandistas del gobierno o de los “dirigentes” (bueno, es un decir) de algunas organizaciones sindicales manejados por control remoto desde el gobierno, tanto el anti-indigenismo como la impostura no representan la fortaleza de Morales y su gente. Al contrario, cuando un esquema de gobierno tiene que recurrir a estas prácticas, es porque las posibilidades de legitimarse por medios democráticas son nulas. En este caso, hablamos no de la fortaleza, sino de la debilidad de este gobierno. Es una debilidad fuerte, con respecto a los pueblos indígenas del país, aunque en el conjunto de la sociedad boliviana no se lo vea de la misma forma. Es decir, aunque en esta sociedad, por hoy, todavía rinda réditos al gobierno, el abuso de autoridad y la impostura.