Nelson Martínez Espinoza
La ópera prima de la directora boliviana Viviana Saavedra, es una película destinada a ocupar un lugar relevante en la historia reciente del cine nacional.
Cuidadosamente trabajada en su narrativa y en su propuesta visual, el documental revela un conflicto íntimo: la compleja relación afectiva entre una niña y su padre ausente. Es, sin duda, una obra profundamente introspectiva, que logra dialogar con el espectador al exponer esos combates internos que muchos atraviesan con sus progenitores en distintos momentos de la vida.
Pero más allá de lo personal, Tras las huellas de un dinosaurio plantea tres viajes. El primero es un viaje al interior de la tierra, en una expedición nunca antes vista en el cine boliviano. Saavedra nos muestra las entrañas de un lugar donde el tiempo adquiere otro valor: allí los sonidos, los aromas y la temperatura forman un mundo distinto al que retratan los documentales tradicionales sobre la vida en las minas. Este viaje, cámara en mano, revela la prehistoria escondida en las cuevas del Parque Nacional Toro Toro.
La directora acompaña a su padre con el deseo de comprender las razones de su ausencia, y en ese trayecto se sumerge en un pasado capaz de enloqueser a cualquiera. No se trata simplemente de descubrir cuevas, sino de captar otras formas de belleza entre estalactitas, estalagmitas, sonidos extraños y peces ciegos: un ecosistema totalmente ajeno a nuestra cotidianidad.
Al mismo tiempo, el filme es un viaje interior. Para la directora —coprotagonista— y para su padre Henry Saavedra —un paleontólogo apasionado— este recorrido revela la conexión profunda entre la vocación científica y la sensibilidad humana. Él es un investigador que encontró en los fósiles de animales prehistóricos una verdadera razón de vida.
La película invita a reflexionar sobre la inmensa riqueza natural e histórica que Bolivia posee, pero que el Estado ha desatendido. Denuncia el escaso valor otorgado a la ciencia y la preservación del patrimonio, especialmente en un país que, en pleno bicentenario, ha priorizado la lógica extractivista de la minería por encima del conocimiento.
Asimismo, aborda el doloroso capítulo de los saqueos: piezas fósiles de valor incalculable que salieron clandestinamente del país para engrosar colecciones extranjeras y otorgar prestigio a quienes se apropiaron del trabajo de investigadores locales.
Sin esta película, pocos sabrían de la existencia de paleontólogos bolivianos que dedican su vida a proteger un patrimonio que pertenece a la humanidad y que, sin embargo, trabajan en silencio y sin reconocimiento.
Para quienes sostienen que el cine —como la cultura— es un gasto insulso, esta obra demuestra lo contrario. El valor de una película no se mide únicamente en el costo de una entrada: su impacto se proyecta en el tiempo. Tras las huellas de un dinosaurio puede convertirse en un motor de activación económica para la región, atrayendo durante años a visitantes nacionales y extranjeros al santuario paleontológico de Toro Toro.
Después del Salar de Uyuni, Toro Toro tiene todo el potencial para convertirse en el segundo destino turístico del país, siempre que esta película circule ampliamente. Por eso, vale la pena darse el privilegio de verla en una sala de cine.
Título: Tras las huellas de un dinosaurio
Género: Documental
País: Bolivia
Directora: Viviana Saavedra
Productor: Rodrigo Quiroga
Temática: El documental sigue los pasos del paleontólogo y espeleólogo boliviano Henry Saavedra Coca, padre de la directora, a través de los descubrimientos paleontológicos en Bolivia, centrándose principalmente en la localidad de Toro Toro, Potosí.
