Tomy Pérez Alcoreza
Este 10 de noviembre, Bolivia conmemora con orgullo los 214 años de la gesta libertaria del departamento de Potosí, una tierra que no solo guarda en sus entrañas una riqueza incalculable, sino que ha sido testigo de capítulos cruciales en la historia de nuestra nación. Potosí, el corazón minero de Bolivia, ha dejado una marca indeleble en la historia económica y cultural del país, y es motivo de orgullo y gratitud para todos los bolivianos.
Potosí ha sido y sigue siendo un pilar fundamental en la construcción de nuestra patria. Desde la época colonial, cuando la plata del Cerro Rico brillaba con tal intensidad que se decía que “valía un Potosí”, hasta la actualidad, con la explotación de minerales como zinc, plomo, estaño, cobre e incluso oro, el aporte de este departamento a la economía nacional ha sido invaluable. Ahora, en la era moderna, con el inicio de la explotación e industrialización del litio, Potosí sigue renovando su compromiso de contribuir al desarrollo de Bolivia, con recursos que apuntan a consolidar al país como un actor clave en el sector energético a nivel global.
La historia de Potosí se remonta a épocas de esplendor y sufrimiento. En la época colonial, la ciudad de Potosí fue una de las metrópolis más importantes del mundo, un lugar al que arribaban personas de los cinco continentes atraídas por la promesa de riqueza. Los cronistas de la época relatan quePotosí superaba a ciudades europeas en tamaño y opulencia, y su plata financiaba los imperios más poderosos de Europa. Sin embargo, este brillo tuvo un costo alto: la explotación brutal de la mano de obra indígena y afrodescendiente, que dejó heridas profundas en la historia de nuestra tierra. A pesar de ello, el espíritu de este pueblo nunca fue doblegado.
El 10 de noviembre de 1810, Potosí dio un paso definitivo al alzar su voz en un grito de libertad, iniciando un camino hacia la independencia que marcaría el destino de Bolivia. Este acto de valentía, de hombres y mujeres dispuestos a desafiar el yugo colonial, se convirtió en una chispa de esperanza y orgullo para todos los que soñaban con una patria libre y soberana. Potosí demostró con su gesta libertaria que la dignidad de un pueblo no tiene precio y que, pese a los desafíos, la búsqueda de la justicia y la libertad puede más que cualquier opresión.
Potosí no solo es riqueza mineral, sino también riqueza cultural y humana. Su gente, valiente y trabajadora, es el símbolo de un espíritu inquebrantable que ha aprendido a prosperar en una tierra que, aunque generosa en recursos, también es dura y exigente. Los potosinos llevan en su corazón el peso de una historia de gloria y sacrificio, de prosperidad y lucha, de pujanza y resistencia. A lo largo de los años, han sabido adaptarse y reinventarse, sosteniendo siempre el orgullo de pertenecer a una de las ciudades más legendarias y valiosas del mundo.
Hoy, a 214 años de aquella gesta libertaria, Potosí sigue siendo una tierra de potencial. Con la industrialización del litio, el departamento se encuentra en la antesala de una nueva era. Bolivia tiene en sus manos la posibilidad de convertirse en un actor clave en la transición energética, y Potosí es su estandarte en esta ambiciosa misión. La historia y la riqueza de esta tierra no solo pertenecen a su gente, sino a todos los bolivianos, que hoy rendimos homenaje a este departamento que ha dado y sigue dando tanto a nuestro país.
Que esta celebración de 214 años sea también una oportunidad para recordar el valor de Potosí, no solo como una fuente de riqueza económica, sino como un símbolo de resistencia, de lucha y de identidad nacional. Que el ejemplo de sus héroes y heroínas inspire a las generaciones actuales a construir un futuro en el que la prosperidad y el bienestar estén al alcance de todos los bolivianos.
¡Honor y gloria al valiente pueblo de Potosí!