El retorno del imperialismo

Carlos Decker-Molina

A principios de febrero, Marco Rubio, el secretario de Estado de EE. UU., dijo: “No es normal que el mundo tenga una potencia unipolar. Eso era una anomalía, un producto del final de la Guerra Fría, pero finalmente llegamos a un punto en el que tendremos un mundo multipolar con poderes en diferentes partes del planeta”.

Ni Trump ni su vicepresidente Vance podrían haber esbozado mejor el plan geopolítico del nuevo gobierno de EE. UU. En ese plan figura el bullying político al que sometieron públicamente a Zelenski, el presidente de un país invadido. Fue una forma de aceptar que Rusia tiene su zona de influencia y, en ella, puede hacer lo que le plazca, como en tiempos en que la OTAN nada pudo hacer en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968 y en 1983 ante el golpe militar del general Jaruzelski “para evitar una invasión del Pacto de Varsovia”.

Por su parte, Moscú no pudo hacer nada frente al golpe militar de Pinochet en Chile, pero se quedó en Argentina en 1976 y comerció con el dictador Videla. La bipolaridad de la Guerra Fría vuelve de la mano de Washington, pero esta vez hay un tercer polo, que es China, y aquí surgen algunas preguntas pertinentes que debiera responder la Casa Blanca.

Así como abandona a Europa (ya dijo que la UE fue fundada para “joder” a EE. UU.), ¿se retirará de Japón, Corea del Sur y Taiwán? ¿Permitiría que China tenga su zona de influencia a cambio de abandonar lo poco o mucho que tiene en América Latina y África?

México y Panamá son un buen ejemplo: ambos gobiernos comenzaron a revisar sus relaciones con Pekín.

En el bullying televisado de la Casa Blanca, el que salió reforzado fue Zelenski, lo que me hizo recordar algunos pequeños desplantes que tuvo Cuba contra el imperialismo yanqui en los primeros meses de la Revolución, sobre todo en la presencia de Castro y Che en la ONU. Es más, Zelenski aceptó ser entrevistado por Fox, un canal totalmente al servicio de Trump, donde apareció como estadista y dijo: “Al presidente Trump, con todo respeto, él quiere terminar esta guerra, nadie quiere terminarla más que nosotros, que somos los ucranianos quienes padecemos la guerra. Estamos en batalla por la libertad”. Citó a Ronald Reagan: “La paz no es solo la ausencia de guerra”.

El punto principal de esta nueva controversia es que Putin habla por boca de Trump, es decir, para el estadounidense, es mejor devolverle a Moscú la hegemonía en el este europeo. Si retornamos al discurso de Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, el líder ruso expresó su deseo de retornar a las viejas fronteras de la Guerra Fría. ¿Lo permitirán Trump y los suyos?

Hungría, cuyo presidente es un aplaudidor de Trump, podría ser obligado a retirarse de la OTAN para retornar a las fronteras añoradas por Putin. ¿Y los tres países bálticos? ¿Qué pasará con Polonia, hoy convertida en un poder militar e incluso económico?

Europa, como Unión, no ha sido recibida ni tan siquiera por Marco Rubio, quien se negó a dialogar con Kaja Kallas, la Comisionada para Asuntos de Política Exterior y de Defensa, en una muestra evidente de que “es mejor una Europa débil, país por país”. Por eso, el recibimiento a Macron fue con frotadas de manos y más mesurado con el inglés Keir Starmer. Ambos europeos para no aparecer de enemigos cierran los ojos, lo invitan, mientras el nuevo poder colonial está violando en público a un país que, como la Hungría de 1956 o la Checoslovaquia de 1968, quiere vivir en libertad.

Europa, en este momento, es lo que fue América Latina en los años 60-70: violada, vejada y ocupada, ya sea con tropas o con amenazas de aranceles aduaneros. ¿Se tomará Groenlandia para sí? ¿Invadirá Canadá? ¿Abandonará a los tres pequeños países bálticos?

El mundo de Trump no es una América grande, porque eso implicaría no solo al norte, sino también al centro y al sur, que también son América. Estados Unidos de América del NORTE, ese es su verdadero nombre, si así se puede llamar a un país. Probablemente Trump estuvo resfriado y no asistió a la clase de geografía, porque el Golfo de México bien podría ser el Golfo de América, ya que en ese caso también sería el golfo de Costa Rica y del Paraguay, que son países que pertenecen a América. Americanos somos todos; ellos son estadounidenses.

A los imperios no se les tiene que respetar, lo que se debe aprender de la historia es que el miedo que despiertan debe transformarse en valor y unidad.