Día del cine boliviano

Isabel Navia Quiroga - Comunicadora y periodista

El día del cine boliviano es de conmemoración, más que de celebración, pues el 21 de marzo recordamos la cruenta muerte de Luis Espinal Camps, alguien que aportó enormemente a la cinematografía, junto al periodismo y los derechos humanos. Nuestro cine tiene cerca de 125 años de una historia caracterizada por su irregularidad, inestabilidad y por recorrer un camino en el que, si bien sus creadores no se detienen, las dificultades y los desafíos abundan. Intentaré plasmarlos en pocas palabras.

Es una actividad escasamente valorada por el Estado, lo que resulta paradójico, ya que, en general, es un arte que, en vez de alinearse con la frivolidad, se ha concentrado más en reflejar episodios de la historia, cuestionar situaciones de injusticia y reflexionar sobre la identidad, por mencionar algunos tópicos. Sin embargo, es un sector que, con algunas excepciones, suele trabajar en condiciones precarias, desde lo financiero, lo que produce resultados también desprolijos que a lo largo del tiempo han ido desluciendo la pantalla y perdiendo público.

A esto se añade la escasa formación técnica y académica, pues contamos con pocas instituciones educativas y de investigación en el ámbito cinematográfico; pero sobre todo está el abandono estatal a un sector cultural tan relevante. El cine es una herramienta comunicacional estratégica, además de un motor de desarrollo, pero la relación entre economía y cultura no parece aún ser evidente para nuestros gobernantes. Quizás por eso no contamos con una cuantificación económica del trabajo cinematográfico y de todo el sector creativo, en general.

La competencia con los títulos internacionales es feroz, a lo que se suma la falta de apoyo de las salas, que no cuentan con ningún incentivo o marco normativo para promover el cine nacional, por lo que permanecer en cartelera más de dos semanas para vender 12.000 a 14.000 entradas es todo un logro que, aun así, no alcanzan para cubrir los gastos de producción.

Sin embargo, la gente del cine sigue creando. En los últimos años Bolivia ha logrado importantes reconocimientos internacionales gracias a su talento y empuje, con títulos como Utama, Los de abajo, Muralla, El gran movimiento o Los viejos y nombres que han logrado darse a conocer en el exterior, como Natalia López y Daniela Cajías.

Adicionalmente, en este momento se están rodando al menos tres películas en el país, y eso se da una coyuntura inestable e incierta. Algo que da para un análisis más profundo.

Por otra parte, nuestros cineastas aprovechan la tecnología y nos ofrecen plataformas en línea con películas en alquiler para ver en casa, igual que Netflix, Max, Prime o similares. Dos de ellas son https://www.boliviacine.com/ y https://ahayou.bo/

Como dato adicional, Retina Latina es una plataforma pública y de cooperación internacional para ver cine latinoamericano con acceso libre y tiene un catálogo de películas bolivianas disponibles.

Los desafíos son numerosos y requieren responsabilidad de parte de todos.

Para el Estado, promulgar una buena ley con sus reglamentos y el firme compromiso de pagar las cuotas a IBERMEDIA. Luego, mantener y apoyar los espacios de gestión y formación como el Bolivia Lab, el Fenavid y el Festival de Cine Radical, además de formar otros.

Para las empresas privadas, asignar una parte de sus presupuestos publicitarios para promover actividades culturales nacionales, como el cine, debería ser una práctica que le agregaría valor a sus marcas.

Para el público, ir al cine, aunque no todas sean grandes películas, pues la única manera de avanzar y mejorar es haciendo, produciendo y formando públicos que comenten, critiquen y exijan verse en toda su diversidad, cada vez más, que quieran ver sus historias antes que las de otros. ¿Cómo vamos a opinar si no es viendo y generando conversaciones? El cine no va a dejar de hacerse y para mejorar debe generar preguntas, dialogar con su pasado y su presente y preparándose para su futuro.

Mejorar el acceso es otro reto fundamental. Las salas de cine no están en todas partes, pero los públicos sí. Llevar las películas y las pantallas a donde aún no han llegado, como las zonas rurales, va a promover conocimiento y nuevas audiencias, generando diversidad, inclusión e interculturalidad en el más amplio sentido.

Necesitamos también de buenos críticos. Hay algunas personas que tratamos. Yo aún estoy en ese camino, escribiendo reseñas y comentarios. Algunos que dicen hacer crítica se dedican a destrozar las películas, sin rescatar lo positivo de producciones que han tomado años de trabajo y que tienen muchas virtudes.

Es un círculo, entonces al que hay que alimentar, en el que intervienen varios elementos que dependen unos de otros. Un ecosistema, como el bosque, cuya clave existencial involucra: un marco jurídico estable – formación – buenas historias – una dosis de entretenimiento – calidad técnica - talento creativo y un público constante en salas.