MSc. Victor Medinaceli Ríos, abogado, ingeniero e investigador
El próximo bicentenario de la independencia de Bolivia nos plantea una pregunta crucial: ¿realmente conocemos y valoramos nuestra historia o estamos condenados a convertir esta fecha en otro feriado sin significado?
Este viernes 29 de noviembre se realizó en Sucre un Homenaje y Conversatorio a cargo de la Gobernación de Chuquisaca, en honor a la Mariscal Juana Azurduy, evento que es un ejemplo que deja mucho para reflexionar.
Un homenaje vacío
La Gobernación de Chuquisaca como se dijo organizó una ceremonia y un conversatorio en homenaje a Juana Azurduy, una de las figuras más emblemáticas de nuestra independencia y la única mujer en América Latina que ha recibido el rango de Mariscal. Sin embargo, lo que debería haber sido un acto solemne, lleno de respeto y orgullo para los bolivianos, se convirtió en un evento marcado por la impuntualidad y sillas vacías.
El acto, programado para las 9:00 a. m., comenzó con un retraso considerable. Las fotos muestran un patio vacío y retraso del acto, un reflejo de la falta de interés por parte de las instituciones públicas y la sociedad civil. La puntualidad, o más bien la impuntualidad u "hora boliviana", parece haberse naturalizado en nuestra cultura, pero ante la presencia de una delegación diplomática argentina, esta actitud revela algo más profundo: una falta de seriedad y respeto hacia nuestra propia historia y nuestros héroes.
Un título mal otorgado y una ausencia de reconocimiento
Además, la invitación oficial al evento no mencionaba a Juana Azurduy con su título completo de Mariscal, un rango que le fue otorgado en 2011 en la misma Casa de la Libertad. Esto demuestra un desconocimiento alarmante por parte de las Unidades de Comunicación y del Bicentenario de la Gobernación. Si quienes organizan estos eventos no investigan ni se aseguran de rendir un homenaje de manera adecuada, ¿cómo podemos esperar que la población valore nuestra historia?
El descuido no se detiene ahí. La falta de convocatoria y planificación refleja una oportunidad perdida para involucrar a estudiantes, colegios y universidades en la conmemoración. La historia de Juana Azurduy no es propiedad exclusiva de la Gobernación, de historiadores o investigadores. Es un legado de todos los bolivianos.
El peso de la historia ignorada
El impacto de Juana Azurduy en la independencia de Bolivia y de América Latina es innegable. Como guerrillera, lideró tropas, enfrentó al ejército realista y nunca claudicó en su lucha por la libertad, incluso llevando por delante el dolor de madre por la muerte de sus hijos. Sin embargo, el homenaje en su honor se llevó a cabo en un lugar importante pero pequeño, cuando su figura merece espacios de reconocimiento más grandes, como un coliseo o un auditorio universitario que reflejen la magnitud de su legado.
La desvalorización de nuestros héroes nacionales no es un hecho aislado. Facilita la labor de corrientes negacionistas que buscan deslegitimar nuestras luchas y logros históricos. Si no cuidamos nuestra identidad, corremos el riesgo de perder el sentido de unidad como país.
El desafío del Bicentenario
A menos de un año del bicentenario, nos enfrentamos a un desafío importante: ¿qué estamos haciendo para celebrar esta fecha con la dignidad y el respeto que merece? Es urgente que tanto las autoridades públicas como la sociedad civil reflexionen sobre el valor que le damos a nuestra historia.
No podemos permitir que el próximo bicentenario sea solo un feriado más, una excusa para descansar sin comprender el sacrificio de quienes lucharon por nuestra libertad. Las instituciones públicas tienen la responsabilidad de organizar eventos que involucren a toda la población, especialmente a las nuevas generaciones, para que comprendan el significado de ser bolivianos.
Un llamado a la acción
Es hora de exigir un cambio en la forma en que se gestionan las conmemoraciones históricas. Necesitamos planificación, compromiso y, sobre todo, respeto hacia nuestra identidad nacional. La Mariscal Juana Azurduy y todos los héroes de nuestra independencia merecen ser recordados con orgullo y solemnidad.
El bicentenario no debe ser un feriado más en el calendario. Debe ser un momento para reflexionar, para unirnos como país y para celebrar con conciencia nuestra historia. Solo así podremos honrar verdaderamente el sacrificio de quienes nos dieron la libertad.