Adelanto de Carnaval

Por Jimena Costa Benavides

Hace ya mucho tiempo que la sociedad boliviana mira, hastiada, el Carnaval de los partidos políticos a la hora de presentar candidatos para las elecciones. En las elecciones presidenciales varios renunciaron para no perder sigla, otros no alcanzaron el umbral mínimo del 3% y solo tres de nueve lograron escaños en la Asamblea Legislativa. O sea: solo un tuvo opción de llegar a la preciada meta: el cargo público.

Para las próximas elecciones subnacionales sucede lo mismo, pero al cubo. Las candidaturas se multiplican, pero no es la primera vez, es una constante en la política y no solo en Bolivia. Veamos algunos ejemplos.

En las elecciones de 2004, fueron 347 Agrupaciones Ciudadanas, 52 Pueblos Indígenas y 16 partidos políticos, o sea 415 organizaciones las que participaron. Solo 163 ganaron la alcaldía o alguna concejalía. Solo se elegía alcalde y concejales, no consejeros departamentales ni prefectos

En la única elección de prefectos del 2005, fueron 18 organizaciones políticas entre partidos, y agrupaciones ciudadanas las que presentaron candidatos. Solamente 5 de ellas ganaron una prefectura.

En las elecciones de 2010, fueron 178 las organizaciones políticas participantes y solo 47 de ellas lograron ganar alguna alcaldía.

En las elecciones de 2015 fueron 23 organizaciones políticas que presentaron candidatos a gobernador sin embargo en siete Asambleas Departamentales solo tres partidos lograron algún escaño, en un departamento hay solo dos partidos en la Asamblea Departamental y solo un departamento tiene representantes de cuatro partidos. Respecto a los candidatos a alcalde, en las capitales de departamento más El Alto, fueron 26 las organizaciones políticas que presentaron candidatos. Solo 9 de ella ganaron una alcaldía.

En resumen, en el mejor de los casos el 39% de las organizaciones políticas logra ganar un cargo, en el peor de los casos el 28%. Otra vez, el promedio es un tercio.

Las elecciones subnacionales son como un adelanto del Carnaval para las organizaciones políticas y sus adherentes -si los tienen-, compiten por las candidaturas, a veces democráticamente, a veces a sillazos … es toda una algarabía, hasta parecería una fiesta, pero no muy democrática.

Hay varias modalidades de acción. La más común es la organización alrededor de un político que quiere ser alcalde o gobernador y decide ser candidato. Si tiene partido, hacen el amague de elección interna -un poco de maquillaje para el público- para que los mismos de siempre -los más llunckus- sean los que lo acompañen. Si no tiene partido, empezará a organizar a sus amigos para preparar las listas, pero, sobre todo, para conseguir sigla vigente para participar.

Menos frecuente, es la del partido que convoca a sus bases a elegir candidatos legítimos con apoyo de la base. Entonces cada comunidad argumenta porqué su candidato es el mejor y porqué les toca la postulación a ellos, pero generalmente es medio amague también, y al final se impone el “dedazo”.

En ambos casos, a la hora de las listas les faltan mujeres y siempre las prefieren sumisas entonces les cuesta cumplir el requisito de la paridad con alternancia, pero hasta eso resuelven, lo más grave, es que recién después de toda esa parafernalia se acuerdan que tienen que tener un plan de gobierno, una propuesta que justifique su postulación.

De no ser la exigencia normativa, ni se acordarían. Todos quieren ser autoridades no importa para qué ni con quien.

¡Qué suerte tienen de que la gran mayoría de los electores no se pasen el trabajo de leer los programas!