¿Qué es ser (buena) madre hoy?

Isabel Navia Quiroga - Comunicadora y periodista

Si bien el concepto de la maternidad ha sido cuestionado, discutido y diseccionado durante las últimas décadas, continúa implicando ciertas conductas consideradas como “ineludibles” y que van de la mano con la abnegación, la renuncia, el sacrificio y la incondicionalidad. Ser madre hoy es un asunto mucho más complejo que hace tan sólo 200 años, por mencionar una cifra. La relación de una mujer con los hijos e hijas que concibe o adopta se ha liberado de varios clichés, pero aún hay mucho que reflexionar. ¿Somos madres cual concepto supremo que nos determina como personas o somos mujeres que tienen hijos, siendo una decena de otras cosas más?

¿Puede el amor convertirse en sacrificio? le pregunta una hija a su madre. “Lo más importante en la vida de uno, es la vida de uno” (*), responde ésta. ¿Te debes a tus hijos por encima de todo o puedes continuar decidiendo con ideal autonomía sobre tu efímera existencia? ¿Amamos a los hijos sin importar lo que hagan o sean?

Pienso que sí. Criar a estas personitas implica construir una relación única y especial, basada en una enorme capacidad de amar, lo que no implica que surjan momentos complicados.

Recientemente he conversado con mujeres estupendas, ejecutivas, empresarias, emprendedoras, que me han dicho cosas como:

“Nada de lo que hago está bien para mi hija. Tengo dos empresas, gano muy bien, el padre sólo aparece de vez en cuando, pero mi hija parece que no valora mis esfuerzos, sólo me critica.”

“Yo siento que nací para ser mamá, pero creo que no lo estoy haciendo bien, mi hijo me desprecia”.

“No entiendo a mi hijo, lo adoro, pero solamente logro que se enoje conmigo todo el tiempo y hay días en que no lo soporto”.

“Tener a mis guaguas fue casi un milagro. Ahora hay días en que desearía mandarlos a vivir con sus abuelos para descansar un poco de ellos, porque son extenuantes y atender mi negocio para que funcione como quiero, exige mucha energía.”

“Mis hijas y yo éramos muy unidas, pero crecieron y se alejaron, creo que no me perdonan que haya decidido estudiar y trabajar.”

Tenemos que trabajar hasta tarde, otras veces debemos viajar, nos perdemos primeras veces, fechas importantes, así es la vida. Ser mamá no significa renunciar a una misma, o al menos no debería. Para quienes hemos decidido tener hijos, asumir que además tenemos otros desafíos que deseamos lograr, sin culpa, es también ser buenas madres porque estamos siendo auténticas, incluso cuando hay días en los que quisiéramos guardarlos en un cajón, sólo para tener un poco de silencio.

Y no ser tan buenas mamás, también está bien ¿por qué romantizar algo que en realidad es tan complicado? La vida cotidiana nos demuestra que no somos infalibles y hay que aceptarlo sin culpa. Malos padres hay miles y andan muy campantes por la vida. Ser honestas, sin máscaras, hablar con la verdad sobre lo que pensamos y sentimos en el entorno familiar es el mejor ejemplo que podemos dar. Y conversar sin tabúes entre nosotras, una forma sana de abordar el tema.

Por otra parte, mucho ha cambiado en los últimos años. Antes no se podía hablar de estos temas, ahora son parte de la discusión pública y de políticas institucionales. Hace unos años no podíamos ir con nuestros bebés a la universidad o al trabajo, ahora sí. Cambios como estos van a afectar positivamente en la mentalidad de las nuevas generaciones, que verán a sus madres como modelos y ejemplos que les inspirarán a ser mejores.

Así que será cuestión de tener algo más de paciencia y tolerancia, primero, con la sociedad que sigue presionando con algunos roles y, segundo, con las facetas odiosas de los hijos, porque más pronto que tarde, van a pasar. Somos muchas las personas y las organizaciones trabajando para mejorar la forma en que se entiende el papel de la mujer en el mundo, aunque a veces parece que lo más difícil de ese mundo está en casa.

Y no importa si son madres que han parido o adoptado, si son empleadas o accionistas, presidentas o secretarias, consultoras o asistentes, si tienen uno o muchos hijos, si son madres de sus madres, o si simplemente aún están pensando si serán o no mamás de alguien, lo que cuenta es que hagan lo que hagan no se abandonen a sí mismas, no se pongan en último lugar de sus prioridades. A cuidarse y quererse, siempre.

Algunos datos para tomar en cuenta:

11%: El porcentaje de hogares monoparentales en América Latina, la tasa más alta en el mundo. Por lo general, estos hogares son liderados por mujeres.

4,2x: Las mujeres dedican en promedio 4.2 veces más horas semanales a labores domésticas no remuneradas en comparación con los hombres.

16 puntos: La brecha que existe en la calidad del empleo de las mujeres frente al de los hombres en América Latina y el Caribe. Cuando hablamos de calidad de empleo, nos referimos a trabajos bien remunerados, con prestaciones de seguridad social, e ingresos suficientes que permitan ahorrar para imprevistos y para su retiro.

 

Fuente: Blog del BID

Y como la vida y el cine están profundamente entrelazados, sucumbo a la tentación de sugerir aquí algunas estupendas películas que muestran diversas historias sobre la maternidad, sus contradicciones y vicisitudes.

  1. Casa en llamas. Dani de la Orden, España, 2024.
  2. La virgen roja. Paula Ortiz, España, 2024.
  3. La hija oscura. Maggie Gyllenhaal, Estados Unidos, 2021.
  4. Tully. Jason Reitman, Estados Unidos, 2018.
  5. La enfermedad del domingo. Ramón Salazar, España 2018.
  6. Custodia compartida. Xavier Legrand, Francia, 2017.
  7. Tallulah. Sian Heder, Estados Unidos, 2016.
  8. Amazona. Clare Weiskopf, Colombia, 2016.
  9. Philomena. Stephen Frears, Reino Unido, 2013.

(*) Documental “Amazona”, de Clare Weiskopf.