Carlos Decker-Molina
Donald Trump ganó en toda la línea. Presidencia y congreso.
Alguien me escribió y me decía que los republicanos y los demócratas son dos caras de la misma medalla. De alguna manera es cierto, ambos enarbolan el estandarte del capitalismo. Los demócratas no llegan ni tan siquiera a las cotas del liberalismo europeo y están muy lejos del socialdemocratismo escandinavo. Lo que los hace diferentes es que los demócratas son un poco más estatistas y su proteccionismo es de menor cuantía. Además, conjugan mejor el verbo colaborar con los europeos.
Un error recurrente es observar a Donald Trump como si fuera un republicano anticomunista como Ronald Reagan. Reagan fue respetuoso de las instituciones del estado. Logró acuerdos congresales con los demócratas. Respetó al poder judicial y no amenazó a nadie con deportarlo, tampoco intentó calificar a sus rivales de enemigos y no ofendió a las mujeres. Es decir, Trump no es un republicano, ni siquiera como Nixon; tampoco es parecido al vicepresidente Dick Cheney. Nixon renunció antes de aferrarse al poder y Cheney hizo lo hizo en Irak con la venia congresal donde hubo hasta demócratas que votaron por la guerra inventada.
Donal Trump es otra cosa y los republicanos de hoy son militantes del trumpismo, es decir siguen al líder así sea, un sentenciado y perseguido por las leyes, misógino, mentiroso compulsivo y matón de barrio alto.
Si más de la mitad de EE. UU. ha votado por Trump es que algo huele mal en el land of the free.
Que la razón esta en el malestar económico, aunque economistas como Paul Krugman decían lo contrario, la inflación, el poder adquisitivo, la inmigración y el combate antifeminista son problemas de los estadounidenses que pretenden resolver con un Trump en la Casa Blanca, es incomprensible. Lo que entiendo es Polonia y Venezuela como ejemplos de voto en contra del autócrata. En Polonia se juntaron desde sectores conservadores hasta la vieja izquierda para sacar a la extrema derecha y lo mismo pasó en Venezuela, solo que Polonia respetó los resultados, Venezuela no. ¿Es el voto de EE. UU. contra de Biden, Harrris y los demócratas más que a favor de Trump? Tengo dudas.
Lo que aterra no es entender lo que pasó en las urnas sino lo que viene después.
Un análisis del futuro es siempre correr un riesgo y ese imprevisible es mayor con un personaje como Trump, acostumbrado a salirse del libreto. En su bosquejo de programa de gobierno hay algunas señas importantes.
- Deportaciones masivas de inmigrantes ilegales. Ya espectamos algunos desastres en su primer mandato cuando niños fueron separados de sus padres.
- Eliminará todas las regulaciones para combatir el cambio climático. En su primer mandato se retiro del Acuerdo de Paris.
- Los aranceles aduaneros iniciarán una guerra comercial sin precedentes no solo con China sino con sus socios europeos o son ¿amenazas, solamente?
Lo más preocupante es la onda expansiva del terremoto de EE. UU. Los primeros en saludar el triunfo han sido autócratas como el iliberal Viktor Orbán, Bukelele y Netanyahu, los tres han erosionado la calidad democrática en sus respetivos países. Los otros que miran desde abajo saben que pueden llegar al poder mintiendo, haciendo caso omiso de la justicia, burlándose de la mujer y desprestigiando al adversario hasta convertirlo en enemigo acérrimo. Trump ya tiene sus seguidores, Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y en pleno ejercicio los autócratas Maduro y Ortega.
En mis dos pasadas por la ONU en 1984 y en 2004, comprendí que son instituciones que buscan el equilibrio geopolítico. Es evidente que son gigantes burocráticos, pero, cumplen un rol en las relaciones de las instituciones mundiales y están en permanente búsqueda de la entente mundial. Esta forma de hacer política no condice con el pensamiento de Trump.
The Economist sostiene que EE. UU. ha liderado el mundo de una forma que servía a sus intereses pero que, al mismo tiempo, tenía reflejos positivos como el ordenamiento mundial, la buena convivencia y el libre comercio. Abandonar esa forma de liderazgo deja campo libre a los bullies del mundo. Putin se sonríe y Netanyahu se frota las manos.
China silenciosa, calle, mira y no dice nada. Su cultura política es una sonrisa que no se sabe si es de alegría, de mofa o de nerviosismo.
Pienso que el error es seguir observando el fenómeno como izquierda y derecha. La sociedad estadounidense esta dividida entre los de arriba y los de abajo.