San Miguel del Bala, cacao, trapiche y un viaje en bote casi a oscuras
AGENCIA DE NOTICIAS AMBIENTALES
Después de un día lluvioso gracias al cual las aguas y la humedad continúan alimentando los ecosistemas amazónicos, ya en horas de la tarde el cauce del Río Beni estaba como esperando ser surcado para que vayamos a visitar una comunidad como a diez kilómetros de Rurrenabaque, se trataba de San Miguel del Bala, así que entre todos, unas cuatro personas, aportamos para pagar un bote que nos lleve a esa localidad y por supuesto, nos traiga de vuelta.
Eso sí, había que ir con calma y cuidado porque en las aguas del río, como recién había terminado de llover, constantemente recorrían ramas y troncos pequeños que amenazaban chocar con el bote a motor, de vez en cuando surcaba alguna embarcación y aprovechamos para acercarnos a las riberas donde las rocas formaban curiosas formas e inclusive en algunas había una especie de jeroglíficos y pinturas rupestres.
Nos llamaron la atención unos grabados sinuosos en una de las rocas de la ribera, por lo que pedimos al botero que nos acerque un poco más al lugar, desde luego, nuestra embarcación disminuyó la marcha y mediante un monóculo pudimos ver los grabados semejantes a serpientes, quizá anacondas y otras marcas indescifrables.
El pueblo tacana ya habitaba la región desde tiempos anteriores al imperio inca, estos últimos, pese a sus incursiones no podían llegar hasta los tacanas, quienes encontraban refugio seguro en sus selvas impenetrables.
Turismo comunitario
El XI Foro Social Panamazónico (Fospa), en el que habíamos participado, destacó entre uno de sus mandatos que el turismo comunitario y/o de base comunitaria, así como el ecoturismo son una forma de resistencia que se viene gestando frente al extractivismo desde los pueblos, comunidades y actores locales de la Panamazonía, por lo que exigió a implementación de mecanismos de financiación, formación e investigación para el desarrollo de esta actividad, garantizando el manejo adecuado de los animales silvestres.
Inclusive se exigió que los gobiernos locales y subnacionales de la región generen las condiciones y garanticen el desarrollo de la actividad turística, en favor de los pueblos originarios, las comunidades y actores locales garantizando la participación política efectiva de las poblaciones amazónicas.
En pleno Parque Madidi
A 45 minutos en bote de la ciudad de Rurrenabaque y sobre la ribera occidental del río Beni, pero ya al norte del departamento de La Paz, la comunidad de San Miguel del Bala se encuentra en pleno Parque Madidi.
En la actualidad cuenta con aproximadamente 45 familias, alrededor de 250 habitantes, quienes desarrollan cultivos agroecológicos y un proyecto turístico que alberga a los visitantes en unas cabañas expresamente construidas como a medio kilómetro más debajo de la comunidad.
Sus habitantes constituyen la nación tacana, quienes desde tiempos ancestrales habitaron el hoy Parque Madidi, “aquí, la comunidad San Miguel del Bala, las comunarias, las señoras, se dedican al cultivo de algunos productos como ser las naranjas, los chocolates, las cañas, para que los turistas en lo posterior que vengan a visitar aquí a San Miguel del Bala”, comentó Jesús, un comunario de San Miguel quien nos trajo en bote.
Apenas desembarcamos en el lugar, justo al ingreso, además de un letrero que daba la bienvenida a esa comunidad ecoturística, varios niños y jóvenes de ambos sexos jugaban al fútbol en una cancha mediana alfombrada de hierba y pasto, rodeada de un par de construcciones de las que una correspondía a la unidad educativa del lugar y que cuenta con los niveles primario y secundario, hasta el bachillerato, “aquí hay como cuarenta familias, aquí son alumnos que salen bachilleres y todo…”
Minería y una represa
Cabe recordar que esta comunidad del municipio de San Buenaventura, además de otras nueve de la región, fue una de las más afectadas en sus alrededores por los incendios forestales provocados que se suscitaron en 2023.
Frente a la misma, con el Río Beni de por medio, se encuentra en la provincia Ballivián, ya en el departamento beniano, la comunidad de Real Beni, desde donde anteriormente venían los estudiantes a la unidad educativa de San Miguel del Bala.
La comunidad también se encuentra en estado de alerta ante cualquier incursión minera que atente contra el lugar turístico y agroecológico, pues entre sus cultivos se halla la caña de azúcar, el cacao, la naranja y otros, aquí las mancomunidades y todo de que ellos están prestos para defender todo lo que es el área natural…tenemos como cuarenta familias, aquí son alumnos que salen bachilleres y todo, es que no podemos dejar que otras empresas vengan a deshacer toda la naturaleza”, advirtió Jesús.
Otra amenaza que continúa latente, aunque ahora relativamente en pausa, es la construcción de la mentada represa de El Bala, sobre el río Beni, y a poca distancia de la comunidad, donde el cauce ingresa en una especie de estrecho. Dicha represa, que estaría destinada a producir electricidad, con la construcción de un embalse, generaría deforestación, impactos negativos en la fauna tanto piscícola como del bosque, así como el desplazamiento de los pueblos que habitan el área.
A hacer funcionar el trapiche
Continuando con el breve relato, no podíamos dejar de probar el jugo de cañas cortadas en ese mismo momento y que luego ser exprimidas en un trapiche al que nosotros mismos tuvimos que hacer funcionar, fue una bonita experiencia hacer girar los engranajes de madera del aparato. Al jugo se le añadió alunas gotas de limón y listo, quedó delicioso.
“San Miguel del Bala está aquí presto para todo, como tiene culturalmente su trapiche para hacer cualquier turístico, para que vengan a visitar los extranjeros, como ser… mayormente los bolivianos, pero ya son turistas de que vienen a sacarse un poquito de cualquier ambiente de que no sea depredado”, puntualizó Jesús.
Pero eso no era todo, también nos dieron a probar cacao silvestre, fruto con el que se hace el chocolate, para eso abrieron el fruto de un cuchillazo y quedó la pulpa: unas jugosas pepas algo así como las de una granadilla, pero mucho más abundantes. En realidad, algunos de nosotros nunca habíamos probado el cacao puro, en cualquier caso, fue una sorpresa genial, su sabor era muy agradable.
Y algo curioso, pese a que ya se terminaba el día, la sensación de calor no disminuía, inclusive parecía aumentar, pero esa debió ser nuestra impresión, inclusive no nos faltó ganas de dar un paseo por la selva, pero sin conocerla, tampoco nos atrevíamos a tanto.
Sin embargo, ya era hora de retornar, ya era cerca a las 18.00 y comenzaba a oscurecer rápidamente, nos despedimos y otra vez al bote, en algunos trechos pequeños troncos golpeaban el casco de la embarcación,
Cabe destacar que la habilidad del botero evitó cualquier incidente, aunque, eso sí, tuvimos que encender las linternas de nuestros celulares para iluminar mejor el camino, es decir el río, luego de unos minutos llegamos al puerto de Rurrenabaque, pues pese a que aún no eran las 19.00, en esta época ya había anochecido. (VLM)