Rebotando entre polvo, piedras y una vía calamineada
Vía: Agencia de Noticias Ambientales (ANA)
El descenso desde el sector del campamento base del Huayna Potosí era pronunciado, un camino serpenteado de tierra y piedras, con curvas cerradas, desnivelado, estrecho y con profundos barrancos.
Foto principal Fernando Paz (Bicisur)
La Paz, junio de 2022 (ANA).- Es un vehículo capaz de ir a cualquier sitio, no precisa de ningún combustible fósil, es ecológica y no contamina: se trata de la bicicleta, aquella que solo pide pedalear para avanzar y por supuesto, que se la cuide y se la limpie…y entonces a rodar, disfrutar del aire, de la luz y del paisaje.
Bueno, se trataba de una rodada ciclística organizada por el colectivo Bicisur que recorrería el trayecto de la ciudad de El Alto, pasando por el cementerio y las lagunas de Milluni hasta el valle de Zongo, en la región yungueña de La Paz y a 71 kilómetros de la sede de gobierno, pero desde el inicio tropezamos con algunas dificultades.
La primera fue subir hasta la zona 16 de Julio de El Alto en teleférico llevando cada uno su bicicleta respectiva. El punto de encuentro era en el teleférico rojo de la capital alteña, allí debíamos estar a las 08.30, pero por cuestiones técnicas se suspendió el servicio por casi media hora, en tanto la gente se impacientaba congestionando las filas para ir a su destino.
Ascenso sufrido
Ya a eso de las nueve y media de la mañana todos logramos llegar, pero debíamos enfrentar una segunda dificultad, atravesar empujando las bicicletas por la zona 16 de julio en pleno domingo de feria para llegar a la plaza Ballivián. Desde allí iniciaríamos la rodada subiendo por la avenida Chacaltaya.
El ascenso era largo y fatigoso, unos doce kilómetros, primero debíamos salir del área urbana, el camino de la avenida Chacaltaya aún era asfaltado. Más adelante ya la vía era de tierra, se trataba de Alto Lima, barrio Chacaltaya y otros sitios de los que desconocíamos el nombre. Finalmente llegamos a una carretera pavimentada que conducía a Pampalarama y la Cumbre a Los Yungas.
Otra vez debimos desviar al norte para continuar el ascenso por una vía de tierra que nos conduciría a Milluni, pero ya podíamos avistar de más cerca al Huayna Potosí y al Chacaltaya, en tanto que hacia el este descollaban el Illimani y el Mururata. Inicialmente éramos ocho personas, pero una desertó porque se sintió mal para seguir subiendo.
El abra y una vía calamineada
Finalmente, transpirando e inclusive empujando la bicicleta en algún trecho, arribamos a una especie de abra, sitio desde el cual descenderíamos a Milluni, desde ese lugar la vista era prodigiosa: hacia el sur, la cada vez más extensa ciudad de El Alto; hacia el noreste, el Chacaltaya y el nevado Huayna Potosí cada vez más cerca; al noroeste la cordillera real, y abajo, la represa de Milluni y otros acuíferos de la zona.
Sin embargo el calamineado de la vía (desniveles ondulados) dificultó nuestro avance, especialmente desde abajo del abra hasta el cementerio de Milluni, ello se encontraría dentro de la jurisdicción correspondiente al gobierno Municipal de El Alto, por lo que a esta instancia correspondería repararlo, es decir hacer esa vía más transitable, para lo cual no es necesario asfaltarla, sino nivelarla.
Milluni
Se trata de una zona turística que ofrece panoramas admirables de los nevados y montañas del sector, porque más allá se encuentra el cementerio de Milluni, declarado nada menos que Patrimonio Turístico Cultural de la ciudad de El Alto, tanto por su historia relacionada con masacres mineras, como por el enorme respeto que le brinda la gente, lamentablemente observamos que algunos sitios funerarios casi se encuentran al borde de la carretera y eso los pone en serio riesgo de desaparecer.
Unos metros más adelante se encuentra la tranca donde se cobra peaje y se controla a los vehículos que van y vienen de y hacia Zongo. Si bien es una carretera de tierra y en muy mal estado, es bastante transitada tanto por transporte público como privado.
Era algo más del mediodía, en ese sitio almorzamos, más bien comimos algunos sándwiches y nos hidratamos algo para continuar adelante. En ese lugar permanecimos como unos veinte minutos. El policía que cuidaba la tranca simplemente no tenía ganas de levantarla para nosotros, por eso pasamos al otro lado haciendo acrobacias para ir por debajo o por los costados.
Siguiendo por una leve pendiente pasamos junto al sendero que conduce al nevado Charquini, aunque ya se veían sus glaciares, donde hace un año, en el mes de agosto, un joven de 27 años perdió la vida al caer alrededor de 500 m practicando snow board, un tipo de esquí que solía efectuarse en el lugar.
Represa de Zongo
Más allá llegamos a una pequeña meseta a los pies del Huayna Potosí, justo el lugar por el cual los montañistas inician el ascenso al nevado cuya cima alcanza más de 6 mil metros de altura, algo así como el campamento base.
Allí nos reagrupamos otra vez e iniciamos el descenso, a unos cien metros se encontraba una laguna prodigiosa por su quietud y tonalidad de aguas, entre turquesa y esmeralda, donde no dudamos en detenernos para tomarnos fotos. Se trataba de la represa Zongo.
Y hora sí comenzaba un abrupto descenso con un pronunciado desnivel, porque si bien entre la Cumbre a Los Yungas y Coroico existe una vía denominada “Camino de la Muerte”, el tramo que va desde el sector del campamento base del Huayna Potosí hasta el comienzo del valle de Zongo, también lo es, pues hay que realizar un precipitado descenso de 40 grados.
Era de vital importancia el estar concentrados al máximo, se requería una precaución extrema. Se nos comentó que en 2019 un ciclista, quien perdió el control de su bicicleta, perdió la vida al caer en un barranco.
Rebotando entre curvas y contracurvas
Descendiendo por una ruta sinuosa hacia Zongo (Foto ANA)
Sin detenerse, pero frenando más a fondo desde alrededor de 200 metros antes de las curvas cerradas que desembocaban en barrancos, la bicicleta ronceaba y coleteaba peligrosamente, había que ponerse de pie sobre los pedales y sostener muy firmemente el manubrio a tiempo de no soltar los frenos, la neblina era densa y el frío, al surcar por largos tramos a la sombra, se hacía insoportable.
Y el descenso continuaba, las manos y los hombros, inclusive las pantorrillas estaban adoloridos. De a poco la vegetación comenzaba a cambiar, ya no era la paja brava de las alturas, sino arbustos de un verde oscuro que cada vez se hacía más espeso. Finalmente y luego de dos horas llegamos al complejo central hidroeléctrico de Zongo, lleno de pequeños pueblos a la vera de la vía de tierra.
¡Gracias bicicleta!
Eso sí, buscábamos desesperadamente una tienda para comprarnos algo de comer o algún refresco, pero nada, habían comercios, sí, pero todos estaba cerrados y aún no eran ni las cinco de la tarde, parecían pueblos fantasmas.
De pronto tuvimos que deternernos de golpe, pues venía de subida un rebaño de reses que no parecían muy amigables. Debíamos quedarnos quietos y no hacer ruido hasta que los animales pasen, no teníamos deseos de torear y menos de ser embestidos.
Ahora nos tocaba rodar junto al río que va cerca al camino. Una vez que nos recogió el vehículo que nos traería de vuelta a La Paz, volvimos a entrar en calor y recordar lo bien que se siente al reclinar la espalda en algo suave. Al retornar nos asombramos de nuevo, era increíble todo lo que habíamos recorrido, solo nos quedaba decir sin abrir la boca ¡gracias bicicleta! (VLM)