Olas de calor, menos lluvias, inundaciones y fuertes vientos, ¿qué pasa con el clima en Bolivia?

La Región - Rocío Lloret Céspedes
“Se pronostica el ascenso de temperaturas máximas por encima de su promedio, con probabilidad de alcanzar temperaturas de 36 ºC a 41 ºC, hasta el miércoles 5 de febrero, en tres departamentos: Santa Cruz, Tarija y Chuquisaca”. La alerta naranja por ascenso de temperaturas fue emitida por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) la semana pasada. Y aunque pareciera que se trata de un comportamiento climático normal, porque el verano está en su esplendor, este tipo de alertas se ha vuelto cada vez más recurrente, como se observa otro ejemplo de agosto del año pasado, cuando las temperaturas llegaron a 42 grados en el norte de La Paz.
Marlene Quintanilla es directora de investigación y gestión del conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). Especialista en evaluación de recursos hídricos, ha liderado estudios sobre modelación hidrológica. Además, evaluó disponibilidad y demanda de agua en la cuenca del río Piraí (Santa Cruz), en escenarios de cambio climático. Como investigadora, también ha abordado temas relacionados con deforestación en Bolivia y el impacto de los incendios en la Amazonia, así como las emisiones de carbono que estos provocan. Desde esa experiencia, explica a La Región, por qué desde 2010, aproximadamente, los cambios de clima son tan extremos y qué pasará si no se toman previsiones.
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La Región (L. R.) Cada cierta cantidad de años, las olas de calor rompían récords y hasta eran noticia. En la última década se han hecho más frecuentes. ¿cuál la explicación?
Marlene Quintanilla (M. Q.) Sí, de hecho las olas de calor no eran algo muy rutinario en el país, pero ya se están haciendo como una nueva normalidad. Si bien hay un una implicancia por el calentamiento global, mucho tiene que ver el cambio de uso de suelo, por cómo usamos nuestros recursos naturales. Bolivia está entre los tres países con mayor deforestación a nivel global. Eso obviamente nos pasa factura en el clima local, porque estos eventos (climáticos), que podían suceder cada 50 o 100 años, como la excepción; ahora están pasando, primero cada diez años, luego cada cinco años, y ahora casi ya cada año.
L. R. Aunque el tema podría estar relacionado también con fenómenos como El Niño o La Niña
M. Q. No solo es ese fenómeno. Este año estamos atravesando el fenómeno de La Niña, con impacto distinto: mayor intensidad de las lluvias, lo cual provoca inundaciones, mientras que con el El Niño, los extremos en sequía y olas de calor fueron preponderantes. Esto también tiene que ver con los procesos de deforestación más acelerados, principalmente, en tierras bajas. Santa Cruz está responsabilizada por el 79% de la pérdida de bosques en el país. Es el departamento donde sucede más deforestación y, lamentablemente, el año pasado también fue el epicentro de los incendios, no solo a nivel Bolivia, sino a nivel global.
Es alarmante la extensión de áreas quemadas, pero un ingrediente que diferencia a Bolivia es que gran parte de estos incendios han sucedido en bosques. El porcentaje de bosque quemado el último año, no tiene precedentes.
L. R. Pero la sequía extrema no es un fenómeno reciente, por lo menos así lo reportan comunidades indígenas de la Chiquitania y el Pantanal boliviano
M. Q. Ya venimos con una tendencia de sequías en los últimos 10 años. Pero además de eso, en definitiva los bosques en la Amazonia no solían tener estos déficits hídricos (disminución de la disponibilidad de agua) que vemos y que, obviamente, han sido un ingrediente elemental para generar ese desastre ambiental.
En definitiva, mucho de lo que está ocurriendo en el país tiene que ver con cómo estamos usando los recursos naturales.
L. R. ¿De cuántos grados de ascenso de temperatura estamos hablando?
M. Q. Con estadísticas pasadas, porque todavía no tenemos los datos actualizados del Senamhi, en 20 años hubo un incremento de un grado centígrado de temperatura media anual. Parece poco, pero un grado en solo 20 años, temperatura media, es elevadísimo, Además, hay meses como agosto, septiembre y octubre que, en el histórico, han tenido incrementos de hasta dos a tres grados centígrados en promedio. Ese es un rango muy elevado, tomando en cuenta que el (grupo de científicos del) IPCC, tiene como meta no incrementar los dos grados centígrados a nivel global.
L. R. Sin embargo, cuando hay una sequía extrema y llega una temporada de luvia, pareciera que olvidamos el mal momento anterior.
M. Q. En clima siempre hay años que son más calurosos, pero también hay años donde hay más lluvia. Pero en términos de precipitaciones, justo en los históricos que tenemos, las lluvias en Bolivia se han reducido por encima del 17 % y, en algunas zonas, hasta en 20 y 30 %. Estos datos quedan un poco tibios, porque en bastantes regiones no hay datos históricos para comparar.
L. R. ¿Qué consecuencias tangibles puede enumerar?
M. Q. Por un lado, casi la mitad de los glaciares en el país están en descenso o están reducidos ya. Esto en la parte andina, pero en la parte de tierras bajas, vemos una reducción importante de los cuerpos de agua, es decir, las superficies de agua como lagunas y ríos.
Todos los espejos de agua han tenido reducciones en enero y otros meses, hasta en un 26 %, y hay zonas, hasta de 44 %.
Entonces, hay una pérdida histórica de los espejos de agua de un 32 %. Esta tendencia se viene agravando desde 2010.
L. R. ¿Y cuáles son las regiones más afectadas, o donde se puede percibir esta situación con mayor claridad?
M. Q. Destaca mucho el Pantanal. De hecho se estima que los cuerpos de agua que tenía este bioma o ecorregión se han reducido hasta en un 46 %, comparándolo con 1985. Pantanal es el más crítico. Luego está la región chiquitana, donde un 19.9 % de los cuerpos de agua ya se han reducido.
L. R. ¿Tiene algo que ver con que justo sean las regiones donde más incendios recurrentes ha habido en los últimos años?
M. Q. Esto muestra dónde se han desarrollado los mayores incendios: justamente por el Pantanal, la Chiquitania y hacia la Amazonía, que son áreas donde ha habido un déficit hídrico extremo. Son zonas donde se han dado las condiciones para que los incendios forestales se expandan.
L. R. Pero ahora está lloviendo
M. Q. Esa dinámica de mes a mes, respecto a lo que ocurría en otros años, alarma, porque existen zonas donde llueve en un día lo que tenía que llover todo el mes. Y los ecosistemas ya no tienen la capacidad de retener, de almacenar esa lluvia. Todo esto se va como escurriendo, lo cual provoca grandes inundaciones y grandes impactos; grandes pérdidas incluso para el sector agropecuario, como para la gente que vive en las comunidades.
L. R. ¿Eso significa que estamos viviendo un momento de desastres extremos?
M. Q. Sí, plena sequía o más inundaciones y esto se puede dar en un mismo año. Esto normalmente no sucedía hace 20, 30 años atrás en el país.
L. R. Hay un elemento del que no se ha visto análisis desde la academia: los vientos
M. Q. Sí, probablemente tiene mucho que ver, porque justamente en el momento en que se altera una zona, ya sea por incendios o por deforestación, vamos eliminando cortinas rompevientos (árboles). Pero además, con la elevación de la temperatura regional, se altera la funcionalidad de los ecosistemas naturales, y se impacta ciertos procesos atmosféricos; estos eventos se hacen mucho más recurrentes. Y el ingrediente principal es justamente este que digo: el cambio de uso de suelo.
L. R. ¿Cuál sería la esperanza o la luz al final del túnel?
M. Q. Creo que tiene que ver mucho la concienciación de la sociedad civil. Frente a todos estos eventos muy desastrosos y muy lamentables, la población boliviana es cada vez está más consciente de los incendios, y esto es lo que puede ser un hilo de esperanza. Los incendios se dan por la actividad humana, no son fenómenos naturales, solo que a este ingrediente, se suman fenómenos climáticos porque estamos en una era de calentamiento global. Yo creo que, aún frente a esto, tenemos un gran potencial: la mitad del país todavía tiene bosque y esa es una muy buena noticia, que deberíamos valorar.