Crónica de una pedaleada: desde Río Seco a Peñas, luego Batallas y de vuelta a El Alto
Vía: Agencia de Noticias Ambientales (ANA)
Tranca de Corapata, Villa Remedios, Pucarani, Palcoco, desvío a Peñas y de allí a Batallas por una simpática ruta de tierra, y eso solo era el itinerario de ida.
Texto: Vladimir Ledezma Maldonado
La Paz, noviembre de 2021 (ANA).- Luego de pedalear por dos cuadras, en el Prado paceño, el acordarse de que no se estaba llevando mochila obligó a volver por ella; luego al teleférico línea morada hasta Villa Dolores, en el Alto, de allí había que seguir hasta la ceja y luego hasta la parada del teleférico línea azul en Río Seco. Allí había que esperar a los demás hasta que estuvimos cuatro personas para iniciar la rodada hasta Batallas (50 km), desviándose por Peñas para llegar por un camino de tierra hasta ese nuestro destino.
A eso de las 08.30, al comenzar la excursión en bicicleta desde Río Seco, siempre en hilera de a uno y por el carril derecho de la avenida principal, más de uno sufrió incomodidades ante el tráfico de motorizados que impávido y deteniéndose donde menos se lo esperaba, surcaba raudo por la avenida Juan Pablo II, hasta alcanzar la ruta nacional 2 y seguir en dirección a la tranca de Corapata, donde se acaba el sector urbano, pero se transita con mayor comodidad gracias a la berma.
Rutas nacionales
Batallas es un municipio histórico en cuyas cercanías se libraron varias batallas durante la época colonial y se encuentra sobre la ruta nacional 2, pero antes se encuentra un desvío hacia la derecha que se dirige a la población de Peñas, donde hace más de dos siglos los colonizadores españoles habrían capturado y ajusticiado al líder indígena Túpac Katari.
La ruta nacional 2 llega por un lado hasta Copacabana (altura Huarina), en tanto que por el otro continúa más al norte (ruta nacional 16), pasando por Achacachi hasta el sector del acuífero mayor del lago Titicaca, que comparten Bolivia y Perú, donde se encuentran atractivos como el Dragón Dormido y la isla Tortuga, entre otros.
Luego de varios puentes bien señalizados, pasamos por la población de Patamanta para proseguir hasta Pucarani, primero y Palcoco, después; lo triste era ver a cada cierta distancia cadáveres de canes que fueron embestidos por los motorizados, pues habitualmente salen hacia la carretera para pedir comida que la gente suele arrojarles desde los vehículos.
Peñas, lluvia y una misa autóctona
El reloj marcaba algo más de las 10.30, continuando por la ruta nos desviamos hacia el noroeste en dirección a la localidad de Peñas, allí la carretera estaba mucho más despejada e inclusive era posible circular tranquilamente por el centro de la vía, fueron como unos diez kilómetros, pues demoramos alrededor de cincuenta minutos en llegar, pues tuvimos que detenernos en el camino para refugiarnos de una inminente tormenta que acechaba, con granizo y todo, más bien solo duró unos diez minutos y nuevamente el cielo se despejó.
Ya en Peñas, pudimos admirar las impresionantes formaciones geológicas del lugar que no pudimos visitar porque el tiempo no nos lo permitiría.
Eso sí, nos quedamos en el atrio de la iglesia de Peñas alrededor de una media hora, donde hicimos un alto para descansar y servirnos un refrigerio. Como era domingo había misa en la iglesia y una orquesta autóctona acompañaba la ceremonia, a unos metros más allá la carretera se desviaba hacia el norte, donde están majestuosos nevados que como el Chachacomani, entre otros, forman parte de la cordillera Real de Los Andes.
Batallas, destino y comienzo
Unos metros más allá de ese desvío, después de haber recomenzado el trayecto, nos dirigimos por una simpática ruta de tierra hacia la población de Batallas, en dirección sur y junto a la carretera principal (ruta nacional 2). Allí aprovechamos una media hora para almorzar en unos puestos callejeros que circundaban la plaza principal. Ya era más de la una y había que emprender el retorno, claro que habían minibuses cuyos voceadores no dejaban de tentarnos a volver en ellos, pero haciendo oídos sordos continuamos, volveríamos por nuestros propios medios, en bicicleta.
El trayecto de vuelta era ligeramente pendiente y no dejaba de ser cansador. El retorno se volvió algo agotador, y si bien hicimos un par de altos, no nos detuvimos más de diez minutos, de lo contrario nos hubiéramos enfriado y perdido el ritmo. Ya no había muchas ganas de ver nada, hasta que por fin, a eso de las cuatro y media de la tarde, llegamos a la tranca de Corapata, otra vez estábamos en el área urbana de El Alto, allí alguien se proveyó de algunas naranjas.
Congestión en la ciudad de El Alto
Sin embargo, cada que llegábamos a un semáforo era una tortura, el tráfico, los minibuses y trufis que se detenían sin dejar espacio para circular, había mucha gente porque era domingo, día de feria, así que finalmente arribamos a nuestro destino: nuevamente la parada de la línea azul del teleférico, desde aquel lugar esa mañana habíamos arrancado, allí le dimos duro con esas naranjas que sabían a néctar luego de la ardua pedaleada.
Aún teníamos fuerzas para llegar hasta la Ceja de El Alto, pero el tráfico denso nos desanimó, así que no hubo más remedio que el teleférico para retornar cada uno a su casa, alguno en la ciudad de El Alto y otros en la ciudad de La Paz, ya en una de las paradas del teleférico nos despedimos prometiéndonos continuar otro día pedaleando por nuevas rutas.