NO SABEN LEER NI ESCRIBIR
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Madres creyeron ser felicitadas, pero fueron despedidas: claman ayuda de la Ministra de Salud

Por Iván Ramos - Periodismo que Cuenta

El 24 de junio de 2024, la vida de Genoharia Flores y Juana Medrano se transformó en un torbellino de incertidumbre y desolación. Genoharia, madre de diez hijos, el menor de apenas dos años, y Juana, con cuatro hijos a su cargo, ambas trabajadoras humildes que desempeñaban labores de sereno, portera y limpieza en el polideportivo de Sucre, recibieron la noticia que les arrancó el suelo bajo sus pies: fueron despedidas.

Juana, luchando por contener las lágrimas, relató que le entregaron una carta que pensó sería una felicitación por su dedicación durante los Juegos Deportivos de la Juventud Bolivarianos en abril. Pero la realidad fue más cruel. Necesitó ayuda para entender que el documento era una notificación de desvinculación y que debía desocupar los ambientes del polideportivo que aún servían de refugio para su familia. 

Genoharia, que no sabe leer ni escribir, recibió su memorándum sin comprender el golpe devastador que significaba quedarse sin sustento para sus diez hijos, con el mayor de 18 años y el menor de dos. Ambas, una oriunda de Potosí y la otra de Poroma, uno de los municipios más pobres del país, vieron cómo sus esperanzas se desvanecían en un instante.

"Solo para los ricachos es el trabajo, para nosotros no hay nada", expresó Genoharia con una mezcla de indignación y resignación que encapsula la injusticia de su situación. La historia de estas mujeres revela un trasfondo de explotación: trabajaron nueve meses sin recibir sueldo antes de ser formalmente contratadas, una burla a su esfuerzo y dedicación. 

Genoharia, además, enfrenta la deuda del bono de su hijo “nacido vivo” y la falta de productos de lactancia que la administración del Ministerio de Salud y Deportes no ha garantizado. En un acto desesperado, ambas instalaron una huelga de hambre, buscando que sus voces fueran escuchadas. Sin embargo, la policía y la Defensoría de la Niñez intervinieron rápidamente, cerrando las puertas del polideportivo con cadenas y candados para evitar la protesta.

Desesperadas, imploraron a la ministra de Salud y Deportes, María Renée Castro Cusicanqui, que les otorgue más tiempo en sus puestos de trabajo, al menos hasta encontrar una alternativa para sostener a sus hijos, ahora desamparados. 

En cada palabra de Genoharia y Juana se percibe una lucha incansable, una resistencia que, aunque sofocada por las cadenas del destino, resuena con la fuerza de quienes no tienen más opción que pelear por la dignidad y el sustento de sus familias.