La tara se consolida como alternativa económica en seis departamentos

Iván Ramos - Periodismo que Cuenta
"Tengo 200 plantines de 1.20 metros de altura y estoy deseosa de plantar los árboles", dice Elena Ibarra, con la mirada encendida por la ilusión de ver su comunidad verde y próspera. En Trementina, municipio de Padcaya, Tarija, ella no está sola en este empeño: otras 12 familias han decidido apostar por la tara, un árbol que no solo es resistente y noble, sino que también promete sustento y oportunidades.
Delia Fernández, presidenta de la Asociación Nacional de Productores Diversificados, explica que la producción de tara ya ha echado raíces en Chuquisaca y Santa Cruz y ahora se expande a Cochabamba, Potosí, La Paz y Tarija. Más de dos mil familias han apostado por este cultivo que transforma paisajes y economías.
LA PRODUCCIÓN QUE ECHA RAÍCES
Gualberto Camacho es uno de esos productores que ha hecho de la tara su forma de vida. Desde Comarapa, Santa Cruz, cultiva 20 mil árboles en 32 hectáreas. Su historia con la tara comenzó de manera inesperada: se tropezó con una publicación en internet y no lo pensó dos veces; al día siguiente ya estaba plantando tara.
"La tara se debe plantar en un esquema de 4 por 4 metros para no generar competencia de raíces y así mejorar la producción", explica con la certeza de quien ha visto crecer un bosque donde antes solo había tierra árida.
Hace más de una década, la tara boliviana viajaba a mercados de Perú y Uruguay, pero ahora, con la planta industrializadora Boltrade en Tomina, Chuquisaca, la historia ha cambiado. Se ha construido una cadena de valor que permite el acopio, industrialización y comercialización de la tara en Bolivia.
UN MERCADO EN EXPANSIÓN
Martin Beaurivage, de Socodevi (Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional de Quebec, Canadá), lidera el proyecto Sayariy, que busca fortalecer la cadena verde de la tara en Bolivia. "El propósito es transferir un negocio de industrialización de la tara a la asociación de productores", señala. Se trata de un proyecto a seis años, con miras a involucrar a tres mil familias en seis departamentos.
Pero más allá de la comercialización, la tara representa una alternativa sostenible. No se tala el árbol, sino que se aprovecha su fruto. "La vaina es la que tiene valor en el mercado", enfatiza Beaurivage. De ella se extraen dos productos principales: taninos, utilizados en la industria del cuero, y goma de tara, un insumo clave en la industria alimentaria, farmacéutica y cosmética.
RESISTENCIA Y FUTURO
La tara se desenvuelve bien en tierras pobres y requiere poca atención en riego. Es una especie resistente a la sequía y, una vez bien establecida tras tres años de crecimiento, soporta las heladas, lo que la hace ideal en tiempos de cambios climáticos impredecibles.
"La inversión inicial es mínima y el precio del plantín está subvencionado", explica Martin Beaurivage. Con unas 500 plantas, una familia puede generar ingresos de hasta 3 mil dólares al año, sin dejar de lado otros cultivos.
Además, la tara tiene un impacto ecológico positivo. Al ser una leguminosa, fija nitrógeno en el suelo, mejorando su fertilidad y permitiendo una producción sostenible.
LA PLANTA INDUSTRIALIZADORA DE TOMINA
Para procesar la producción de tara en Bolivia, la planta industrializadora de Tomina necesita 6 mil toneladas al año, lo que equivale a un millón y medio de árboles en producción. Un desafío ambicioso, pero posible, gracias al compromiso de cientos de familias que han visto en la tara una opción de desarrollo y sustentabilidad.
La historia de este árbol en Bolivia apenas comienza. Como dice Silvia Padilla Céspedes, delegada del Comité Local de Productores de Tara: "Mejoramos nuestra autoestima. Las capacitaciones nos permiten ejercer liderazgo y ayudar a nuestros colegas en las comunidades para que no tengan miedo de dar su opinión, expresarse y participar".