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Los mineros son y siguen siendo la vanguardia del movimiento obrero en Bolivia , desde siempre encabezaron las más encarnizadas luchas reivindicativas, de las que tengo memoria.
Pero las luchas de los 80 tenían otras caracteristicas y otra conducción, las marchas olían a copagira, pólvora y dinamita.
El "maestro" como solíamos llamar los periodistas a Juan Lechín, máximo dirigente de la Central Obrera Boliviana de esos años, nacido en las entrañas de la mina de Corocoro, ubicada en el departamento de La Paz, tenía una particular forma de arrancar a los gobiernos reivindicaciones importantes en favor de la clase obrera , con el apoyo de la irreverente Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia ( FSTMB).
Masticando el filtro de un cigarrillo de forma nerviosa y con su infaltable chalina en el cuello, Juan Lechín, en los multitudinarios ampliados cobistas, escuchaba con atención la alocución de los sectores afiliados y apuntaba en una hoja de papel los puntos más relevantes, para finalmente a través del Comité Ejecutivo elevar esas demandas a los gobiernos y arrancarles por la razón o la fuerza, las reivindicaciones de los pliegos petitorios.
La fuerza de los combativos distritos mineros de Huanuni, Colquiri, Catavi, Siglo XX, y el Consejo Central Sud, marcaban presencia en la sede de gobierno y vigilantes esperaban la pronta atención a sus demandas.
La COB, en ese entonces, contaba con asesores de primer nivel para cada una de las negociaciones, de tal manera que las discusiones y demandas eran planteadas puntual , técnicamente y con guardatojo en mano.
Sensiblemente la COB en los últimos años ha perdido fuerza y representatividad; las demandas de los trabajadores son planteadas de manera tibia y sensiblera, será por ello que el Estado Plurinacional maneja a la ligera las legítimas demandas de los trabajadores y no las atiende debidamente.
La COB de hoy necesita recuperar el liderazgo de los 80, para arrancar al gobierno del MAS la urgente revisión de la Ley de Pensiones que convierte a los trabajadores bolivianos en mendigos, después de 30 o 40 años de trabajo.
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