20 de octubre: elegimos entre dos caminos

Por Iván Arias

Muchos creen que este 20 de octubre es una elección más y que estamos votando para mantener o cambiar un gobierno. Está posicionado en una buena parte de la gente el imaginario que vivimos una democracia plena y que, aparte de algunas voces alarmistas, la democracia boliviana está madura y sólida. Las misiones internacionales que vienen a observar el proceso boliviano, se aferran a las cifras de estabilidad y crecimiento económico que emite el gobierno nacional. Esto de lejos, dicen, ni por asomo se acerca a Venezuela. Bolivia goza de buena salud, rematan.

Con una Argentina en devaluación constante, con un Perú con su Congreso suspendido y con un Ecuador con estado de sitio por las protestas sociales contra el gasolinazo, Bolivia pareciera un oasis en medio de esta América Latina en movimiento. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Muy pocos se dan cuenta que la estabilidad económica boliviana no se debió a un modelo extraordinario o de evonomics como quisieron posicionar en el contexto internacional. La estabilidad económica se debió y debe a un modelo extractivista que vive (impulsado y administrado por civiles o militares) en Bolivia desde que nacimos como país. Es decir, hace 194 años. No hay nada nuevo. La dependencia de las materias primas que exportamos en la economía boliviana, está por encima del 80%. Suben las materias primas, sube la estabilidad. Bajan las materias primas, baja la estabilidad.

Debido a la ralentización de los países que mueven la economía mundial, los precios de las materias primas están en bajada. Para los amantes de los indicadores económicos estables, advertirles que las luces rojas en la economía boliviana cualquier rato saltan y puede ser tarde. Todos los entendidos en economía, sostienen que la forzada estabilidad cambiara es insostenible y que sea Evo o quien viniera de Presidente tiene que sincerar el tipo de cambio entre el boliviano y el dólar. Y eso, ya se sabe es abrir las puertas del infierno. 

De igual manera, el precio de la gasolina congelada, es una sangría que conforme merman las reservas internacionales no es soportable. Las más de 53 empresas estatales que ha creado el Gobierno en estos casi catorce años, no gozan de buena salud y la mayoría tiene que sobrevivir con subvenciones estatales que, lejos de alimentar su eficiencia, las hunden en un círculo de corrupción y despilfarro que se convierten en ríos de dinero al vacío. La mejor demostración de esta ineficiencia soportada por el Estado es YPFB que, después de recibir millones y millones de recursos por la exportación de gas, hoy es un barril de 8 metros de profundidad que no supo reinventarse y estar entre las mejores empresas de petroleros de Sudamérica. Sin nuevos mercados y sin nuevas reservas de gas, la estatal petrolera es la mejor demostración de la oportunidad perdida. Y, para cerrar, la deuda externa crece y crece.

Los indicadores sociales, claro que mejoraron en estos años. Pero también es cierto que, ¡vaya coincidencia!, debido a la caída en los ingresos nacionales por la baja en los precios de las materias primas, en los dos últimos años, de los 3 millones de personas que pasaron a la clase media, un millón y más ya ha vuelto a la pobreza y el proceso regresivo no se detiene. Tenemos en las cárceles bolivianas, presos políticos estigmatizados por la corrupción. Todos los poderes estatales están controlados por el partido de gobierno. Más de 500 bolivianos están en el exilio.

La crisis económica, se viene. Es más, hasta un spot del propio gobierno lo advierte. ¿Cómo arregla la crisis económica un gobierno democrático? Dialogando, buscando consensos y pactos nacionales. A través de equilibrios, balances y contrabalanceos. Estado de derecho pleno. Pero, si no muestra sabiduría y carácter en el ejercicio del poder y una base social amplia, es seguro que en menos de seis meses puede estar sucumbiendo ante la presión social por las medidas de ajuste que se vea obligado a adoptar. Quizá sea este posible escenario, el causante para que la oposición no haya conformado una alternativa de poder real que quiebre al régimen.

¿Cómo arregla la crisis económica un gobierno autoritario?  Como solamente les interesa mantenerse en el poder, las fuentes económicas de su sostén pasan de ser oficiales a involucrarse en las ilegales. Se consolidan los narco-estados, o estados mafiosos. Las fuerzas armadas pasan a jugar un rol protagónico no solo en la seguridad sino en la vida económica del país. Los grupos de choque para-estatales (movimientos sociales o colectivos ciudadanos) proliferan y son arropados por el régimen para impartir el terror entre los ciudadanos inconformes. Las protestas se judicializan y sus líderes son perseguidos, encarcelados y asesinados. El que no quiere vivir bajo la igualdad socialista y popular (expresada en cartas, carnets o bolsas de racionamiento)tiene las fronteras abiertas y puede irse.

Por ello, querido ciudadano, este 20 de octubre no está en juego una elección más, sino el destino hacia el que podemos transitar sin que luego haya lugar para el arrepentimiento.