Opinion

EDUCAR POR EL TURISMO
Río Abajo
Pablo Cingolani
Lunes, 18 Marzo, 2013 - 16:32

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Según informó el viceministro de turismo, Marko Machicao, “el Gobierno implementará una campaña de sensibilización a la ciudadanía sobre el turismo para mejorar la hospitalidad, trato y la comunicación con el turista, además de fortalecer el conocimiento de la población sobre los beneficios que generan los visitantes al apreciar la riqueza patrimonial y cultural”.

Era hora, sobre todo tomando en cuenta que el turismo es una alternativa económica, inscripta en el mundo real y tal cual es, que si se la maneja de forma adecuada, es  de las menos destructivas medioambientalmente pero que también –y esto es un riesgo tan grave como el anterior- puede ser muy peligrosa en términos de erosión y alienación cultural. De ahí, creo, la necesidad de esa campaña de sensibilización que se plantea, pero cuidado: tampoco es cualquier campaña de sensibilización.

Me refiero a lo siguiente: el turismo es una realidad, está entre nosotros, crece tendencialmente. Lo que está en debate, y de allí la oportunidad de una campaña, es cómo hacemos aquí, los bolivianos, para sin perder nuestra identidad, sin humillarnos, sin ceder auto estima, mejorar lo que plantea el funcionario del gobierno: la hospitalidad, el trato y la comunicación con el forastero, con el recién llegado, con el turista, concientes de que su arribo y permanencia entre nosotros, nos beneficia fundamentalmente los bolsillos, ya que el turismo, insistimos, no es una actividad espiritual (por más oropeles new age con la que se la pretenda vestir), es una actividad económica. En suma: cómo hacemos para que ellos nos respeten y cómo nosotros los respetamos a ellos en ese marco regido, en lo esencial, por las leyes de la oferta y la demanda.

Aquí, propongo una visión muy personal pero que recoge el sentimiento de mucha gente que he conocido, vinculado al sector hace ya dos décadas: en realidad, no hay que sensibilizar y promover la toma de conciencia para que nuestras conductas se adecuen a la visión del que viene de afuera. Eso sería, más o menos abiertamente, más o menos inconscientemente, prostituirnos. Si nuestro concepto de hospitalidad, es hacer exactamente lo que el turista quiere, estamos a un paso de pararnos de cabeza delante de ellos para que se diviertan o a las puertas del turismo sexual tan degradante.
El punto a entender es que debemos educar por el turismo, así como se educa por los derechos humanos, por el arte, por el deporte o por la salud. Uno debe comer sano –comer berenjena o carne de camélido- para vivir bien. Uno debe hacer actividad física, para no caer en vicios inconducentes. La violencia contra las mujeres, un tema que nos acucia y nos avergüenza, no es un problema de leyes, es un problema cultural, un problema de educación. Una campaña de sensibilización con relación a la llegada de los turistas, debe partir de la misma premisa: el turista es un ser humano, como nosotros, y en ese marco de respeto y de intercambio entre seres humanos, es que debemos construir una relación positiva y productiva, así se trate, en suma, de un buen negocio.

Si ellos creen que por que tienen el dinero y pagan, pueden cualquier cosa (como me contó mi amigo que administra una agencia de trekking y escalada), pues hay que tener el valor de hacerse respetar y decir que no, por ejemplo, a prácticas tan aberrantes como la caza mayor en el Parque Madidi que además son un delito y deben ser sancionadas penalmente. Hay que romper el estigma de que somos “un país barato” –y que aquí, con dos pesos, todo es posible. Hay que construir una imagen de país digno y que nosotros no le robamos al turista con los precios.

De nuestra parte, si nosotros, porque somos los dueños de casa, vamos a maltratar a los turistas psicológica y hasta físicamente (me acuerdo en Uyuni, cuando los turistas se quejaban de que en los tours hasta la laguna Colorada, los conductores de las movilidades no paraban ni para dejarlos ir al baño, ni hablar de tomar fotografías), tampoco vamos bien. Para remediar, existen los cursos de capacitación para los operadores en turismo y el control gubernamental para que la normativa se cumpla.

Pero social y masivamente, es otra cantar. No podemos “capacitar” a todo el mundo, ni tampoco confiar sólo en la influencia de los medios. Una manera muy directa de sensibilizar es proyectar y trabajar un plan de alojamiento familiar en todas las ciudades del país. Que todas las casas de los bolivianos que así lo deseen, se puedan abrir a la recepción de turistas, ganar sus ingresos y comenzar a interactuar con ellos de manera directa. Una variante de turismo convivencial, pero donde se pone por delante la prestación de un servicio, tan básico como es el de habilitar un cuarto y un baño. Esto funciona así en muchos países del mundo: los registros de casas son oficiales, los facilitan las propias autoridades y cumplen mínimas normas de común acuerdo entre partes. No son ni hoteles de lujo, ni “josteles” para mochileros: son las casas de aquellos a los que se pretende sensibilizar y que valoren el impacto positivo que puede traer el turismo. El movimiento se demuestra andando…

Después, hay cosas obvias: nos han tratado de “poco amistosos” –y allá ellos que juzgan- pero, entre nosotros, sabemos, por ejemplo, que es poco amistoso, muy poco amistoso, y no sólo para los turistas, sino para todos, el tráfico vehicular urbano y sobre todo el maltrato al peatón. Aquí, casi ningún conductor –particular o público- respeta la prioridad que tenemos los de a pie. Simplemente, cuando se trata de doblar una bocacalle, el motorizado arranca y sálvese quien pueda. Si educáramos por el turismo y por el respeto elemental a la vida de los otros, podríamos empezar una campaña gobierno-alcaldía (aquí en La Paz, que “las cebras” ya se han ganado el cariño popular) para que los derechos del peatón sean respetados, eso redundará no sólo en beneficio de todos, sino en una imagen del país más positiva, más humana y “más amistosa”. Así hay decenas de propuestas más que se podrían encarar que vayan convergiendo sobre lo mismo. Dios (o el diablo) están sobre todo en los detalles, no en los planes macro.

Voy en definitiva que hay que pensar con sentido común y actuar en consecuencia. No tendrá arraigo ni beneficios hacer una campaña de sensibilización sólo mediática –“el turista es bueno, quiere al turista”, “el turismo es bueno, trae platita, quiere al turismo”-, si antes no se diseña un plan de acción concreto y efectivo a la búsqueda de influir en conductas ciudadanas que no sólo tienen que ver con el turismo, sino con una vida más armoniosa entre todos. Eso es educación de masas (educación ciudadana, le dicen ahora), y el Estado –en todas sus instancias-allí tiene toda la responsabilidad ética e histórica de concertar acciones y políticas y de concebirlas e implementarlas en consulta y diálogo permanente con la Sociedad, o sea, con todos nosotros.

Río Abajo, 18 de marzo de 2013