Reducir la dimensión emocional de la información

 Por Adalid Contreras Baspineiro - Sociólogo y comunicólogo boliviano

En plena pandemia le preguntaron a Lipovetsky cómo controlar el pánico, y el sugirió reducir la dimensión emocional que algunos medios le están dando a la información convirtiendo la noticia en espectáculo. Remató afirmando que se debe provocar un acercamiento más racional a la realidad con un paradigma de la responsabilidad para generar respuestas humanistas. 

Siguiendo estas reflexiones, que colocan la problemática de la pandemia en su justa dimensión: la de una crisis sanitaria mundial con articulaciones multitemáticas que estructuran una crisis multidimensional, los estilos comunicacionales descritos por Lipovetsky, junto con el abuso de los fake news, han estructurado otra pandemia, la pandemia informativa, que tiene que ser abordada en su fondo y en su forma, porque en estas situaciones los paradigmas mercantilizados que aligeran la vida y evaden los problemas pretendiendo un sentido común acrítico, son contraproducentes, caminan de la mano del covid-19 y sus variantes. 

A contracorriente, en situaciones de crisis se requiere un sistema informativo que junto con las medidas de bioseguridad, con las vacunas, con la articulación de fuerzas y con políticas inclusivas-equitativas, sea parte del muro de contención a la pandemia. En este cometido, recuperamos ideas-guía, algunas tomadas de aquellas experiencias informativas que optaron por confrontarse no sólo con la pandemia, sino también con la infodemia, estableciendo bases para que el trabajo informativo en tiempos de coronavirus transite del sensacionalismo, de la primicia informativa, de la tiranía del rating y de la banalización y espectacularización de la vida, a otros paradigmas que se sostienen en los fundamentos periodísticos de la ética y la responsabilidad.

“Decir siempre la verdad”, es una condición inherente al trabajo informativo, y en situaciones de pandemia un requisito válido en tres dimensiones: La de la información responsable, sin alarmar, ni ocultar evidencias, ni sobredimensionar hechos. La dimensión de la superación de las distorsiones, de las noticias especulativas y de las noticias falsas o fake news. Y la dimensión de la transparencia y el acceso a la información, requisitos de sostenimiento de la verdad, más aún en situaciones en las que la prisa lleva a tomar decisiones que no necesariamente siguen los protocolos institucionalizados.

Un factor metodológico clave es “cero propaganda y publicidad”, dado que coronavirus no es un producto comercial a ser vendido, ni tampoco es un recurso electoral para instalar promesas o posicionar imágenes jugando con las incertidumbres y esperanzas ciudadanas. En la misma línea, es un requisito “evitar los roles de fiscalizmedios y periodisjueces” que algunos medios y periodistas se atribuyen para acusar, interrogar y descalificar sin priorizar el bien común sino el espectáculo. Que nadie busque ganarse medallas con el desafío planetario de resistencia a la pandemia y preservación de la vida.

Otro factor, insustituible en situaciones de pandemia es “dialogar promoviendo encuentros”. Siendo el diálogo el camino de las alteridades, o sea el reconocimiento respetuoso de los otros, es necesario generar, en todos los niveles, una actitud de entendimientos y no de polarizaciones, para que el diálogo no sea sólo un mecanismo de encuentro entre distintos, sino también un dispositivo de construcción de acuerdos hablando en lenguaje inclusivo: nosotros.

También es fundamental “convertir los medios en espacios de construcción de alternativas y soluciones”, inundando sus programaciones con las buenas iniciativas, con las acciones coordinadas, con las ciudadanías en prácticas colaborativas, y con las intervenciones de autoridades que garantizan servicios, abastecimiento, asistencia y condiciones para seguir viviendo esperanzados en un contexto de miedo con incertidumbres. 

La “orientación” con una lógica tutorial de las normas de bioseguridad, es un recurso que transversaliza todos los otros factores priorizando en los espacios de opinión la mirada técnica-científica que orienta sobre las dinámicas sanitarias y sus vinculaciones con la organización y movilización social, de modo que el sentido común se identifique con el respeto de la vida. Este factor está estrechamente relacionado con “promover prácticas de corresponsabilidad”, para que las ciudadanías migren de la situación de víctimas a la de protagonistas de la resistencia y contención de la pandemia, conjuntamente con medios y autoridades. Todos tenemos parte de responsabilidad en el problema y en sus soluciones.

“Promover solidaridades” en un contexto ganado por los individualismos, mediante el involucramiento, la participación y las acciones coordinadas entre gobiernos, gremios, entidades académicas y organizaciones ciudadanas, sirve de marco para el trabajo colaborativo entre medios de comunicación, siguiendo políticas compartidas para combatir la pandemia y superar la dispersión y la sobreinformación a la que se exponen las audiencias. 

Finalmente, se trata de “tejer esperanzas” con alternativas de reconstitución de la normalidad social, cultural y política con el menor daño posible. Por esto es que las esperanzas no son solo una meta colocada en el futuro, sino una realidad que se construye paso a paso, día a día, medida a medida, con la intervención colaborativa de ciudadanos y gobernantes, como tarea de todos para vencer los miedos. 

En definitiva, la información en tiempos de pandemia rompe con las prácticas condicionadas por la espectacularización de la vida. No es la mercantilización sino la filosofía de la vida quien conduce la recomposición de las sociedades. Hay que poner la información a la altura del desafío.