Opinion

LA LOCA DEL MINIBUS
A quien corresponda
Jenny Ybarnegaray Ortiz
Miércoles, 30 Enero, 2013 - 09:41

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Hoy, una vez más, se cumple “disciplinadamente” un nuevo paro “contundente” del transporte público. ¿El motivo? La propuesta municipal de poner orden al servicio que se ha convertido en una de las peores torturas cotidianas que tiene que vivir la ciudadanía paceña de todos los estratos sociales, de todas las edades, sin discriminación alguna.

Sea cual fuese el motivo que originó el paro y sea cual fuese la evaluación del “éxito” o “fracaso” de la medida, lo cierto es que provoca perjuicios a la población que requiere del servicio. Buena oportunidad para quitarme la “espina de pescado que tengo atravesada en la garganta” desde hace un largo tiempo atrás. Y es que las personas que nos vemos en la necesidad de utilizar transporte público estamos sometidas a la "dictadura" de los conductores y sus dirigencias. 

Al parecer, en su gran mayoría, éstos no tienen la más remota idea de lo que significa "servicio público", creen que nos hacen un favor del que deberíamos estarles "eternamente agradecidos". Esta actitud se extiende a conductores de cualquier tipo de vehículo, sea taxi, radio-taxi, minibús, micro o colectivo –en La Paz no usamos moto-taxi ¿será igual?– y cualquier tramo, sea urbano, interprovincial o interdepartamental.

Creo que todas las personas que usamos estos servicios podríamos aportar con anécdotas cotidianas que ilustren la anterior afirmación. Les cuento una: me transportaba en minibús de la zona sur hacia el centro, dos cuadras antes del Obelisco anuncié al conductor que iba a descender y, para asegurarme, le pedí “por favor, maestro, estacione cerca de la acera”. Llegamos a la esquina, luz roja del semáforo, el vehículo parado en el segundo carril y el chofer que me dice “aproveche señora, bájese no más”. Le respondo “no me voy a bajar aquí, aproxímese a la acera, por favor”. Cambio de luz del semáforo, el conductor parte raudo y le vuelvo a pedir que pare, vuelve a parar en el carril del medio, le vuelvo a reclamar, entonces una pasajera me increpa diciéndome “oiga, señora, loca te pareces, no perjudiques, bajate no más, pues”. Para terminar el cuento, porfiada como soy, logré descender dos cuadras más arriba, ya cerca de la Pérez Velasco, obligando al conductor a estacionarse al borde de la acera. A pesar de estas ingratas experiencias, he decidido no dar brazo a torcer, no desciendo de un vehículo si no se estaciona cerca de la acera, reclamo cuanto abuso del que soy testigo y no permito que me atropellen, así me llamen “la loca del minibús”.

Sobre el tema de las tarifas, es cierto que hacen muchos años que están "congeladas" gracias a la subvención de los carburantes que realiza el Estado; también es cierto que los choferes y sus familias no "comen carburantes" y que los costos de la canasta familiar suben día a día. Por esto, considero que la propuesta municipal de un incremento moderado de las tarifas, con tal de poner orden al caos que han impuesto los choferes, me parece racional y apropiada. Todo esto se traduce en un concepto básico: reciprocidad. Si las y los usuarios de servicios de transporte público recibiésemos buen trato y los servicios estuviesen realmente regulados de modo que al abordar un vehículo tuviésemos la seguridad de que no vamos a sufrir atropellos, podríamos estar (en la medida de nuestras posibilidades económicas) a pagar una tarifa racional. 

Por ejemplo, los TRUFI (Taxis de Ruta Fija), yo estaría dispuesta a pagar Bs. 5 por un servicio de la zona sur al centro de la ciudad con la condición de que ELIMINEN EL "quinto pasajero". Cuando abrieron la primera línea, a principios de los años setenta, los vehículos eran de marca norteamericana, más anchos que los modelos japoneses actuales, diseñados para cuatro pasajeros, pero sin ninguna consideración admiten ¡seis personas!(incluido el chofer)con absoluta incomodidad para todos ¿y así pretenden subir la tarifa?

Los radio-taxis, que en un tiempo eran un servicio útil y relativamente accesible, hoy ya no lo son. No hay manera de abordar un vehículo de este tipo sin antes “negociar” la tarifa con el conductor porque cobran lo que les viene en gana. He intentado comprender la racionalidad económica de los choferes y no lo he logrado porque es ABSOLUTAMENTE DISCRECIONAL. ¿Cómo se explica que por el mismo servicio uno cobre Bs. 20 y el otro pretenda que se le pague Bs. 35? Las autoridades deberían obligarles a usar taxímetrosal menos, así se reduciría esa abusiva discrecionalidad. 

Por otro lado, es inaudito cómo la gente parece estar tan condicionada a los abusos, que nada dicen ante los mismos. En muchas oportunidades me he sentido “la loca del minibús”, porque cuando he reclamado alguna situación, como por ejemplo que el chofer se detenga a cargar combustible con el vehículo lleno de gente, o cuando parten sin esperar que la gente tome asiento, o cuando una persona de la tercera edad procura abordar el vehículo con dificultad y el chofer se impacienta, o cuando se obliga a los niños a sentarse en el respaldo del asiento delantero haciéndose un bollito humano, o cuando paran en el carril del medio y dicen “aproveche señora” (para descender) con el riesgo de que nos atropellen, NADIE DICE NADA. En consecuencia, existe una suerte de “naturalización” del maltrato a los pasajeros que éstos los viven sin protesta y los otros asumen como “normal”.

Lo que más falta nos hace es ¡educación ciudadana! Éste es un tema sobre el que las personas que usamos los servicios debiéramos de manifestarnos “contundentemente” y dejar de soportar estoicamente los abusos de todo tipo a los que nos vemos sometidas. Una por otra, si la gente soporta el maltrato, el chofer abusa sin medida. A la inversa, si la gente exigiese buen trato y no estuviese dispuesta a sufrirlo e impusiésemos nuestros derechos–con el mejor buen humor posible– éstos se verían en la obligación de modificar su conducta. Un simple ejemplo: ¡no descienda del vehículo hasta que el chofer no estacione correctamente en el borde de la acera, exija al conductor que estacione donde debe y deja de “aprovechar” (la luz roja del semáforo o el embotellamiento) para descender en medio de la calzada poniendo en riesgo tu vida!