Opinion

MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTIDOS
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 20 Junio, 2013 - 10:27

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¿Qué pueden tener en común las protestas sociales en Turquia, con las protestas de Brasil, en el inicio de la competencia “Copa de Confederaciones”? Más aún, ¿qué podrían tener las tradicionales protestas sociales del país, en común con las de ambos (y muchos otros más) países? Más allá de las especificidades de las protestas en cada uno de estos países y de las diferencias estructurales, económicas, culturales y políticas, lo cierto es que todas ellas muestran un dato incuestionable: el surgimiento de nuevas modalidades de expresión social. Estas modalidades, en todos los casos, a su vez, se manifiestan en nuevas formas de organización social, llamadas, genéricamente, movimientos sociales.

Pues bien, en base a este primer elemento común, es posible extraer un segundo elemento, el referido a los partidos políticos, en todos estos países. Es interesante observar que el surgimiento de los denominados movimientos sociales, en distintos países y en distintos momentos durante las últimas décadas, marca en todos los casos un cuestionamiento de facto, a la presencia y el rol que cumplen los partidos políticos. En consecuencia, el binomio movimientos sociales – partidos políticos, forma parte de una sola problemática: la referida a la representación y expresión democrática de la sociedad.

El que el surgimiento de movimientos sociales en todos los casos sea motivado como una modalidad por medio de la cual la sociedad expresa su malestar, nos dice que las formas y modalidades existentes en democracia (los partidos políticos y el general, el sistema político representativo) no son aptos para que por medio de ellos, se exprese la sociedad. Estamos, a la luz de los hechos, pues, ante la baja representatividad de los partidos políticos. Este hecho parece ser, además, un fenómeno general, global, de nuestra época. Poco importa que los manifestantes, en cada caso particular, cuestionen o no  explícitamente el pobre rol de representación que cumplen los partidos políticos, debido a que, por medio de la acción de estos movimientos sociales, las demandas sociales llaman la atención del sistema político, prescindiendo de los partidos. En consecuencia, en los hechos, en la mayoría de los países con sistemas democrático-representativos, sus sociedades optan por expresarse a través de la modalidad movimiento social.

Por otra parte, es posible también referirnos causas que motivaron tal desconfianza en los partidos. Desde ya, destaca el monopolio de la política, en manos de los partidos. Si bien este hecho puede concordar en la norma constitucional de cada país, la realidad social es otra. Las sociedades, en definitiva, al optar por otras modalidades de expresión de sus demandas, construyen nuevos mecanismos de participación política. En este orden el monopolio de los partidos -que supone a la vez la exclusión del juego político al grueso de la sociedad- es superado de facto por la acción de las sociedades. A la vez, pero, aquel monopolio oculta, en todo los casos y ante los ojos de la sociedad, prácticas corruptas y prebendales, dentro y a través de los partidos políticos. Excluida grandemente la sociedad del juego político, el manejo del poder se vuelve asunto de un restringido grupo, con las ventajas que ello supone paradesarrollar prácticascorruptas. Con ello, los sistemas democrático-representativos, devienen cada vez más en anti-democráticos.

En el país, con el estallido de la crisis estatal en octubre del 2003, el sistema político, democrático representativo había sido puesto en cuestionamiento. Como se recuerdo, la apertura de la fase de reforma estatal, bajo la Asamblea Constituyente (AC), debía, entre otras, también servir para democratizar el sistema político. Desde ya, hubieron en los debates de alguna de las comisiones de la AC, propuestas tendientes a ello, las que, sin embargo fracasaron ante la lógica tradicional del sistema político boliviano. Lo interesante es observar que el freno a aquellas propuestas, vino no desde los partidos conservadores o reaccionarios, sino desde el propio partido de gobierno, el Movimiento al Socialismo (MAS). Más allá de las diferencias secundarias entre este partido y los partidos de la derecha, si algo les unía, era precisamente la preservación, en lo fundamental, de la lógica partidaria como núcleo central del sistema político. Es decir, precisamente de la lógica que había colapsado con la crisis del 2003 y que, según vimos a su manera, colapsa en los hechos en cada vez más países.

Las razones para que Bolivia perdiera aquella oportunidad histórica, para efectivamente modernizar su sistema político e incorporar al grueso de la sociedad al juego político (únicos mecanismos, dicho sea de paso, para a su vez modernizar el sistema estatal todo) se encuentran grandemente en la mezquindad y la pobreza de espíritu del partido de gobierno, particularmente de Morales y García Linera; si algo queda para la historia, es precisamente esta lamentable exhibición de miseria partidaria. Porque una democratización del sistema política, supone limitar las posibilidades de la acción prebendal, tendiente a la corrupción de las dirigencias sociales, del gobierno. En tal sentido, las protestas sociales que tradicionalmente vivimos, nos están diciendo que aún después de la AC, el sistema político boliviano no es capaz de recoger las demandas sociales y representarles, a fin de que san procesadas en el sistema de poder. Como se observa, en este plano las cosas no han cambiado y el actual sistema político y sistema de partidos, sigue siendo, en lo principal, tan pre-moderno como lo era en épocas pasadas.

Por ello no debería nadie extrañarse que en el futuro mediato, el desencuentro entre sistema político, sistema de partidos y sociedad, tienda a agrandarse. En esa medida, la presentación de las demandas de la sociedad, claro, no pasarán por medio de los partidos; como de hecho frecuentemente ha sucedido (y sigue sucediendo) en el país. Las pugnas intestinas en el partido de gobierno, las acusaciones constantes de corrupción entre los partidos y la toma de decisiones al margen de consensos con los diversos sectores sociales, no hacen más que acelerar el inevitable proceso de desgaste de este pretendido nuevo sistema político. En consecuencia, las posibilidades para que nuevamente vivamos periodos de intranquilidad del sistema estatal, son grandes. En esas circunstancias, lo más probable será que las modalidades que la sociedad encuentre para expresarse democráticamente, sean las de los movimientos sociales.