Opinion

VOLVER AL PUEBLO
Paralelo 21
Pablo Pizarro - Guzmán
Miércoles, 9 Septiembre, 2015 - 15:41

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En cierto modo, somos caminantes atrapados en la brevedad del tiempo. Anteriormente, las agujas del reloj parecían avanzar de manera más lenta. Eso se sentía cuando uno jugaba a la pelota o compartía con amigos en las calles aquellos viejos juegos, ahora devaluados.
La rutina se conformaba sin una presión hiperactiva y por consecuencia del éxito. El pueblo de Tarija parecía dormitar las veinticuatro horas del día sin los ruidos y las exigencias de la modernidad.

Había tiempo para hacer todo y a la vez nada. Las conversaciones se sucedían en cada esquina y las comidas se vivían como un ritual sagrado. La lluvia y el viento parecían transitar con morosidad, hasta el agua de nuestro Guadalquivir tenía el reflejo del andar cansino.

O cuando llegaban las vacaciones, y el río nos esperaba con sus mansas aguas a disfrutar del sol y las frutas de la estación en compañía de los amigos y la naturaleza de la campiña. Días enteros salíamos desde la mañana hasta el atardecer para recaer luego en el viejo puente San Martín a saborear las humintas y los anticuchos.

Nada mejor que los domingos, volver del cine a dar unas vueltas a la plaza principal en medio de la algarabía de la adolescencia y con un picolé en la mano.

El tiempo era nuestro, nos pertenecía, como también el ocio, sin ninguna meta, más que disfrutar de los placeres de la vida, sin necesidades materiales o cualquier otra banalidad imperante.

Aquel viejo pueblo ahora se esfuma entre nuestras manos. Eso queda para los las fotos en sepia.Pero, caramba, que parecía que el reloj avanzaba despacio, aunque sea una quimera.

Un joven científico sueco, de apellido Smart, escribió un libro que titula “El arte y la ciencia de no hacer nada”. Donde expone una teoría que da cuenta que el ocio es una de las actividades más importantes de la vida y que ahora nos la quieren arrebatar. Asevera que las recetas sobre la efectividad y eficiencia del tiempo son erradas.

El estudio se inspira en los neurocientíficos que analizaron el funcionamiento del cerebro y descubrieron que una parte del cerebro se activa durante el no hacer nada de nada, la sinapsis y la estesis de los pensamientos inicia su fluir con libertad y creatividad, el arte se inspira en estos momentos y también la ciencia.

Sin embargo, hoy, con las tareas impuestas y el vértigo de la incertidumbre económica, se fueron perdiendo aquellos rituales de nuestro pueblo que favorecían a la salud y a la vida misma. Sin que por esto, ingresemos a la máxima de que todo pasado fue mejor.
Pero bueno, es tiempo de replantearnos la sociedad en la que queremos vivir. Como hipótesis, buscar un equilibrio recuperando algunos valores del viejo pueblo con las comodidades y la tecnología de la modernidad, como los avances en salud.

Entonces, para acceder a esa órbita, tal vez habría que empezar con ir más allá de las faenas, palabra y nociones dominantes para permitirobservar la verdadera naturaleza de la realidad.

Al final, estas líneas, también son un reflejo personal, porque viajo acompañado de la melancolía en cada bocanada de aire que me hace reflexionar en ideales tal vez idos y nunca más vueltos. Por eso, bienvenido a la tierra de nuevo Pablo Pizarro. / *ciudadano tarijeño y del mundo