Ayni comunicacional por la salud y la vida

Por Adalid Contreras Baspineiro - Sociólogo y comunicólogo boliviano

En situaciones de crisis como la generada por la pandemia que atormenta nuestra cotidianeidad, una estrategia de comunicación es, por definición, la construcción discursiva de sentidos de vida que superen la incertidumbre, y los miedos, promoviendo corresponsabilidades esperanzadoras por la vida. Observando a la luz de este concepto lo que ocurre con las acciones de vacunación contra Covid-19, vemos que en dinámicas no exentas de dificultades, el gobierno está cumpliendo con la llegada procesual de vacunas, los gobiernos subregionales con los COEs están avanzando gradualmente en la organización de la vacunación masiva, pero la comunicación no está sabiendo ponerse a la altura de estos esfuerzos, limitándose a desplegar propaganda que enfatiza en imágenes de la llegada de vacunas y testimonios de agradecimiento.

Así dadas las cosas, y en un ambiente complejo tensionado por el evidente relajamiento de las normas de bioseguridad, la escalada inclemente de la tercera ola, la especulación con insumos médicos y el colapso de las unidades de terapia intensiva así como de los centros de salud, una estrategia de comunicación para la vacunación requiere un objetivo claro, no intercambiable con otros propósitos, y que consiste en garantizar la aplicación de la alternativa más avanzada que hasta ahora ha propuesto la ciencia para enfrentar los estragos destructivos de la pandemia. 

Esta realidad determina que la construcción discursiva, más allá de las bondades médicas que refuerzan las resistencias de nuestros organismos al virus, conciba que la vacuna debe ser en la apropiación ciudadana un sendero de luz para aferrarnos a la vida en este tiempo planetario sombrío. En estas situaciones el carácter de la comunicación es universal, como la misma pandemia y como el derecho a la vida, por lo que su desafío consiste en hacer posible el acceso a la vacunación sin exclusiones, promoviendo un ambiente de reconocimiento sobre sus ventajas, orientando sobre los caminos para acceder al servicio, y colectivizando un estado de celebración por la vida.

Semejante desafío, que obviamente no es posible alcanzarse con una campaña propagandística, requiere combinar paradigmas, acciones y dispositivos de comunicación diversos para alimentar el estado anímico de expectativa que ya existe instalado en la gran mayoría de la población, asumiendo que es el pasaporte para encaminar decisiones individuales y colectivas de superación de las incertidumbres.

En estrecha correspondencia con este cometido, la estrategia de comunicación debe apoyar el adecuado desarrollo de las medidas técnicas y administrativas establecidas para la vacunación. Hablamos de un sentido tutorial de la estrategia, con informaciones claras sobre los lugares de vacunación, los horarios de atención, los grupos etáreos, los requisitos para ser atendidos, las preferencias a personas con discapacidad, y otros datos útiles que faciliten el acceso al servicio. Lo dicho, en su sencillez es un reconocimiento y una apelación contundente en el ánimo positivo de las personas. Y esto alcanza niveles de complicidad cuando además se reciben orientaciones adicionales sobre las bondades de la vacuna y sobre los cuidados necesarios después de la vacunación. La atención con calidad y calidez es componente vital de una estrategia que se juega por la vida.

Estos factores son la base para el desarrollo de un proceso vital de incorporación de la corresponsabilidad, que Sandra Massoni llama “completaciones”, y que son los añadidos de mensajes y acciones por parte de la ciudadanía, de los medios de comunicación y de las más diversas organizaciones, en este caso para la tarea de promoción de la vacunación. Este sistema de autopoiesis, o de reproducción propia de la expectativa y decisión de vacunarse, es un recurso fundamental de motivación con mensajes basados en la buena experiencia vivida, las esperanzas generadas y la responsabilidad compartida.

Una estrategia de comunicación con las características expuestas no se puede desactivar por la emergencia de factores opuestos como la emergencia de grupos antivacunas. Este segmento requiere tratamiento particularizado conociendo su dimensión, es decir si es amplio, focalizado, representativo; quiénes lo componen; qué canales utilizan para posicionarse; cuáles son sus impactos; y, especialmente, cuáles son las razones que motivan las resistencias: ¿religiosas?, ¿etáreas?, ¿laborales?, ¿culturales?, ¿corporativas? En una estrategia es imprescindible el conocimiento y análisis de esta problemática para evitar interpretaciones generalistas, como por ejemplo afirmar que los jóvenes no asumen la gravedad de la pandemia.

Normalmente, las resistencias se van superando con acciones concretas como ampliar horarios que permitan el acceso de quienes trabajan, o acercando las vacunas a los hogares o a los lugares de alta concentración. Lo importante es facilitar el acceso. No es una opción posible la sanción en un país que ha determinado que la vacunación no es obligatoria. En estas situaciones el control social es ciudadano, y el camino de los procesos de comunicación es obligatoriamente el diálogo escuchando y procesando las resistencias.   

La consideración de factores complementarios como la demanda de liberación de patentes, debe generar consensos nacionales e internacionales con intervenciones concertadas de amplia participación. Paradójicamente, si bien este proceso se desenvuelve en el campo político, no funciona con esquemas de politización comunicacional como la propaganda o los decibeles confrontativos. Su espacio de realización es conexo, pero no es el mismo de la vacunación. Hace parte de una estrategia más amplia de lucha contra la pandemia y de política pública.

Una estrategia de comunicación para la vacunación en estas condiciones, equivale a un ayni por la salud y por la vida, con lógicas de concertación pluralista y acuerdos horizontales entre los poderes nacionales y subnacionales; acuerdos verticales con organizaciones de la sociedad civil; y acuerdos transversales con las ciudadanías, siguiendo comunicacionalmente un solo cometido: forjar sentipensamientos de corresponsabilidad en las soluciones, de superación de las incertidumbres y de esperanzas en el futuro.