Social
Papa Francisco la declaró este domingo
Hermana Nazaria Ignacia es la primera santa de Bolivia
Madre Nazaria Ignacia Foto/ACI Prensa

Domingo, 14 Octubre, 2018 - 07:20

El papa Francisco canonizó este domingo en El Vaticano a la Beata Nazaria Ignacia March Mesa, convirtiéndola en la primera santa de Bolivia, a pesar de haber nacido en España. En Oruro fundó la congregación Misioneras Cruzadas de la Iglesia donde en octubre de 2010 se produjo el milagro por intercesión que le devolvió el habla a una hermana integrante de esa institución pontificia.

Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España). Por motivos económicos, su familia se trasladó a México e ingresó a la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en 1908.

A fines de 1912 fue destinada a Oruro (Bolivia) y, durante más de 12 años, se dedicó al cuidado de los ancianos. Años más tarde, Nazaria salió de la congregación y, con el beneplácito de los Obispos de Oruro y La Paz, fundó la congregación religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia, instituto religioso que se erigió canónicamente el 12 de febrero de 1927.

En Bolivia la congregación orientó su trabajo a la dignidad y derechos de las mujeres pobres y la promoción de la educación.

“Quiero levantar a Bolivia de su postración, no quiero solo pan para sus pobres, ni repartir limosnas que se recogen de la caridad, sino elevar la dignidad de este pueblo, enseñándole a trabajar, procurándole trabajo digno, haciéndole sentir que en las manos de todos, y de cada uno, está el participar de la belleza, de la armonía, la dulzura y la felicidad de sentirse hijo de Dios”, decía la ahora santa.

La santa boliviana también dijo que su misión consistía en “hacer conocer al hombre el mensaje de Dios que le ama. Para esto es menester ir al hombre, bajar a su nivel, para desde él, tomarlo y llevarlo a Dios, a Jesucristo nuestro Señor. Sí, estamos perdiendo lastimosamente el tiempo si no bajamos a la calle... a eso nos empuja nuestra vocación de acción social”.

Nazaria falleció el 6 de julio de 1943 en Buenos Aires (Argentina) y un año más tarde se aprobó la constitución definitiva de la congregación y recibió el nombre de Misioneras Cruzadas de la Iglesia.

El 27 de septiembre de 1992, la religiosa fue beatificada por San Juan Pablo II en Roma.

Las Misioneras Cruzadas de la Iglesia se encuentran en 21 países y continúan su acción social con las mujeres pobres a través de talleres de promoción y capacitación; la educación, el trabajo en cárceles y comedores populares.

LA HISTORIA DEL MILAGRO

María Victoria Azuara, curada por intercesión de la Beata Ignazia Nazaria. Foto: Misioneras Cruzadas de la Iglesia

La hermana María Victoria Azuara sufrió un derrame cerebral con afasia profunda, aunque los médicos aseguraban que no se recuperaría ni podría volver a hablar, ella misma ha contado a la ACI Prensa cómo no le ha quedado ninguna secuela física ni psíquica de ese momento y que ha sido el milagro que ha permitido la canonización de la fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, la Beata Ignazia Nazaria. 

La hermana María Victoria Azuara es una religiosa de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, ahora tiene 91 años y vive en Madrid (España), pero hace 10 años vivía en Bolivia, cuando sufrió un derrame cerebral intenso.

“De un momento a otro dejé de hablar, no sentí nada, perdí la memoria, no sabía cómo me llamaba. Me diagnosticaron un derrame cerebral intenso con afasia profunda. Entonces tenía 82 años y me dijeron que no me recuperaría”, explica y recuerda que fue precisamente el 10 de octubre de 2010.

El tiempo pasaba y la hermana María Victoria continuaba cada vez peor, sin habla, por eso los médicos en Bolivia aseguraban tenía un pronóstico “pésimo”.

Sin embargo según recuerda la religiosa, “la madre provincial dijo a los médicos: ‘Se va a recuperar porque la va a curar nuestra madre fundadora’”.  “Y a los 12 días empecé a hablar, y al igual que no sentí nada cuando dejé de hablar, tampoco sentí nada cuando comencé a hacerlo”, recuerda.

El neurólogo le había prescrito una serie de pruebas, entre ellas una resonancia. “Cuando recogimos los resultados se veía perfectamente la parte en la que se había producido el derrame”.

“Un médico en Cochabamba (Bolivia) comenzó a ver mis placas y me dijo: ‘Usted con estas placas no puede hablar’, y yo le dije: ‘Pues aquí estoy hablando’. Y comenzó a preguntarme mil cosas y le respondí a todo. Estaba muy sorprendido y todo el tiempo decía ‘no puede ser, no puede ser’. Hasta que se convenció y me dijo: ‘Hermana, esto es de Dios’. El médico me escribió claramente que me había presentado en su consulta, que tenía un pronóstico pésimo y que sin ningún tratamiento científico había recuperado el habla”, explica la religiosa.

Sin embargo, las pruebas médicas no terminaron ahí, en España la hermana visitó a otro neurólogo que al enseñarle los informes médicos quedó muy extrañado, ya que no encontraba explicación a su curación, por lo que le dijo que “tan sólo podía decir que era una gracia muy grande, muy grande, que él no podía explicar pero que no se atrevía a decir que era un milagro”.

La hermana María Victoria recuerda que después de un par de días el médico volvió a llamarla porque había quedado muy impresionado por su curación y quería estudiar su caso más a fondo.

“Mientras tanto, llevaron mi caso a Roma y dijeron que se trataba de una curación que podía ser un milagro, pero que hacía falta un psicodiagnóstico. Volví al mismo médico y me hizo un estudio de casi una hora. Cuando terminamos me dijo: ‘Hermana, ahora sí que le puedo decir que ha sido un milagro. Yo no puedo ponerlo por escrito, pero sí certifico que el derrame no le ha dejado ninguna secuela, ni cognitiva, ni física’”. 

En ese momento empezó el estudio del milagro y, según explica María Victoria, “cuando las experiencias son muy profundas, son muy difíciles de explicar”.

“Yo tardé un tiempo en ver que era yo, que había sido a mi. No entendía cómo era posible con mi pequeñez, mi pobreza, mi pecado… Pero en medio de esa confusión, de esa humillación y vergüenza surgía también un sentimiento de acción de gracias porque Dios quiso hacer de mi esa piedra, ese pedestal para el que la Madre Nazaria sea canonizada”.

“Llevo 67 años pidiendo por la canonización de la Madre Nazaria y esto llega en pocos días, es como decir: “Ahora Señor, puedes dejar a tu sierva ir en paz”.

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