Opinion

CONFUCIO, LINCOLN Y HONORINA SOÑARON SU MUERTE
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 27 Marzo, 2015 - 18:36

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Confucio soñó su muerte a sus 73 años. Allá por el año 479 a.C. soñó que estaba sentando, recibiendo las libaciones.

Me encontraba –dijo-  entre dos columnas. Los de la dinastía Sia, como si todavía reinaran en Palacio, exponían sus muertos sobre la escalera oriental; los de la dinastía Tcheu los exponían sobre la escalera occidental, la que se ofrece a los huéspedes; los de la dinastía In los exponían entre dos columnas: no había allí ni dueños ni huéspedes. Desciendo de los soberanos In: sin duda, voy a morir. Es bueno que así sea, pues ya no queda príncipe inteligente que pueda servirse de mí.

Pocos días después murió, en el año decimosexto de Ngae-Kong de Lu, cuadragésimo primero de Tsing – Oang, cuenta Eustaquio Wilde, en su libro un otoño en Pekín – 1902.

Otra persona famosa que soñó su deceso fue Abraham Lincoln. El presidente de Estados Unidos lo narró a un grupo de amigos en la Casa Blanca. El relato fue registrado por Ward Hill Lamon, jefe de la Policía del Distrito de Columbia, quien se hallaba presente en aquel momento.

Una noche – comenzó Lincoln- cuando me acosté sentí la rigidez de la muerte y en sueños abandoné mi lecho y fui escaleras abajo.

"El silencio era quebrado allí por idéntico sollozar, pero los dolientes eran invisibles”, contó y recordó que comenzó a buscar de dónde provenían esos sollozos.

Seguí hasta la sala oriental – prosiguió-, me encontré con una sorpresa perturbadora. En un catafalco se hallaba un cadáver ataviado con vestiduras funerarias. En su torno, soldados de guardia, y un gentío que miraba con tristeza el cuerpo yacente, cuyo rostro estaba oculto por un lienzo. Otros lloraban con pena profunda.

-¿Quién ha muerto en la Casa Blanca?- pregunté a uno de los soldados.

- El Presidente –me contestó-. Fue muerto por un asesino.

Unos días después, el 14 de abril de 1865, Lincoln fue baleado de muerte en un oído, en el teatro Ford de Washington por John Wilkes Booth, recuerda Jorge Luis Borges en el Libro de Sueños.

Honorina Villalta, cuyo honor proyectó una sombra social insuficiente para gozar de la fama mundial, también soñó su muerte. Noche antes de su partida, el 25 de mayo de 1995, vio en su vigilia que en su cabeza  había otro ser, además de ella, que habitaba su cuerpo, y se ocupaba de borrar las partes más intrascendentes de su memoria. Luego soñó con su papá y mamá, quienes habían muerto hace años en un accidente carretero.

-Vi que las estrellas se iban a dormir, vi a la derecha de mi cama a mamá y, a la izquierda a papá. Vi a los dos mirándome como cuando era una niña. Quería decirles que era mujer desde hace 30 años, pero de mi boca sólo salían palabras sin sonido – narró.

-Mi madre me tomó en brazos –continuó- y por su ombligo me introdujo a su vientre, de donde había salido hace 46 años. 
-Su vientre era una caverna donde habían jeroglíficos, que encerraban un mensaje, pero no sabía cómo descifrarlo. Recogí cada figura, cada dibujo, y lo guardé en los pliegues de mi pollera. En mi caminar, sin darme cuenta, los fui derramando como flores flotantes con raíces aéreos. Cuando di media vuelta la cabeza descifré el mensaje: “Es tiempo de volver de donde viniste” – contó.

Honorina murió horas después de su sueño, cuando un camión marca International se salió del camino y se embarrancó 300 metros en el mismo lugar donde fallecieron su mamá y papá hace 10 años en otro camión y en otro tiempo, pero en la misma fecha, 25 de mayo. 

La adolescente Elvira Ramos contó, en el velorio, el sueño de Honorina, a quien escuchó narrarlo, en quechua, en la charla que tuvo con su mamá horas antes de viajar.

Los sueños van un día por delante de vos. La parte no descubierta que habita en tu cabeza se ausenta de tu cuerpo cada noche para revisar lo que te sucederá ese día.  Depende de vos, si lo tomas en cuenta. 

Y no sé por qué… pero estoy convencido que todas las personas sueñan su muerte un tiempo antes de que llegue, sólo que no todas lo cuentan por miedo a que se haga realidad… o cuando querían contarlo ya no había a quién o ya habían cambiado de planeta.