Opinion

APARTHEID EN LAS FFAA
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Sábado, 5 Abril, 2014 - 11:38

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Entre 1876 y 1965 regían “las leyes de Jim Crow” en EEUU, particularmente en el sur, bajo el lema “separados pero iguales”, y se aplicaban a los estadounidenses negros. Es decir, era legal la segregación en las escuelas públicas, transporte y otros lugares. Había baños y restaurantes para blancos y negros. El Ejército no se salvó de la exclusión en sus filas.

Desde el Siglo XIX hasta el Siglo XX (1992) rigió el apartheid en Sudáfrica y Namibia por imposición de los afrikáner. En 1953 se establecieron zonas segregadas, playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos. En 1970 la educación de un escolar negro costaba el 10 % del presupuesto asignado a un escolar blanco. Vale decir, había una playa, una escuela y un presupuesto para blancos y otros para negros.

En la segunda década del Siglo XXI, año 2014, rige una especie de apartheid en las Fuerzas Armadas (FFAA) de Bolivia. Como en EEUU en 1876 manda el lema “separados pero iguales”; los oficiales como los afrikáner tienen su universidad (Escuela Militar de Ingeniería), sus clubs, baños y casinos (restaurantes) exclusivos, a donde no pueden ingresar los sargentos y suboficiales.

Es para no creer, pero el espíritu descolonizador que rige desde hace ocho años en el país ni se asomó a la Institución Castrense. Da la sensación de que ahí adentro sigue viva la Bolivia de los siglos XIX y XX, cuando los mal llamados indios no podían acceder a ciertos espacios públicos de uso y abuso exclusivo de q´jaras o blancos (negros desteñidos, diría Ignacio López Vígil). 

Obvio, no es como en Sudáfrica ni EEUU del siglo pasado, pero dentro los cuarteles hay esa sensación. Según un manifiesto castrense, hay militares de primera (oficiales) y militares de segunda (sargentos-suboficiales). 

Por ejemplo, si en Sudáfrica, en 1970, la educación de un negro costaba el 10% de lo que corresponde a un blanco, en las FFAA bolivianas la formación de un Suboficial o Sargento no llega siquiera a ese porcentaje. Sencillamente, no pueden entrar a la escuela Militar de Ingenieros, tampoco  al Diplomado de Altos Estudios Nacionales. Los doctorados, maestrías o licenciaturas castrenses son de goce exclusivo de los oficiales; el sargento sólo puede ser técnico superior. 

En otras palabras, en las FFAA no pesa la inteligencia, aunque tengan un departamento de espionaje con ese nombre, sino la mentalidad petrificada en el apartheid, por ello un sargento no puede tener el grado académico de Doctor por muy genio que sea. Como tiene raíces indios y literalmente es de “bajo grado”, menos

Recuerdo a mi sargento Silvio Cuba de gran nivel y a un Capitán indisciplinado en cuerpo y mente. Pero también tuve un subteniente, Carlos Carvani, que no necesitaba grado para probar su capacidad y humanidad, y, otro sargento que se ahogaba en el alcohol. Pero no se trata de grados, hasta en la vida civil hay jefaturas (grados) y responsabilidades, sino de igualdad de oportunidades y ejercicio pleno de derechos para que las FFAA sean cada vez más técnicas y productivas y menos represoras, en armonía con la Constitución que define a Bolivia como un pueblo de paz. 

Es inadmisible que unos tengan dotación de cuchillos bayoneta, sleeping o uniformes de primera calidad como si habría también, en caso hipotético, enemigos de primera y segunda.

En medio de esta adversidad aparecieron estos días unos Mandela y unos Martin Luther King en las fila de suboficiales y sargentos y dijeron basta a la segregación, parafraseando al pastor estadounidense: I have a dream (Yo tengo un sueño). Que todos los hombres sean tratados con igualdad y respeto más allá de su color de piel, su credo religioso o su ideología política (o su grado militar). 

Es inconcebible una Constitución que combate abiertamente la discriminación con unas FFAA excluyentes. Más inconcebible todavía es que los que reclaman justicia e igualdad sean perseguidos. 

El reloj de la historia marca la reestructuración de la institución, no es coherente que griten ¡Patria o muerte! sin que la revolución haya ingresado a sus cuarteles.