Opinion

PACHAKUTI
Surazo
Juan José Toro M.
Miércoles, 2 Enero, 2013 - 11:23

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No. El mundo no se acabó.
No hubo terremotos ni tsunamis, ningún asteroide chocó contra la tierra y el único apagón del 21 de diciembre fue el de la fama de la periodista japonesa que se autoproclamó princesa y difundió un alarmante video en enero de este año.
Y aunque las lluvias hacen que las temperaturas desciendan en las ciudades andinas, tampoco se inició una nueva era glacial —o del hielo, si quieren ponerse tono de la saga cinematográfica animada—.
Eso sí, en lugares tan significativos como el Templo del Gran Jaguar, para los mayas; Chichén Itzá, para los aztecas, o la Isla del Sol, para los andinos, hubo ceremonias preparadas no por el fin del mundo sino por el nacimiento de una nueva era.

La que se realizó en Bolivia estuvo encabezada nada menos que por el presidente Evo Morales que aprovechó la ocasión para lanzar el “Manifiesto de la Isla del Sol”, un documento de diez puntos que hace hincapié en la liquidación del sistema capitalista para dar paso a una sociedad basada en el socialismo comunitario.
Para los políticos, aquella ceremonia fue un show destinado al consumo turístico, un intento de lavar la imagen del Presidente desgastada por el escándalo de la red de extorsionadores. Incluso los estudiosos de las culturas andinas dijeron que estas nada tienen que ver con el 21 de diciembre, fecha del solsticio de verano en el hemisferio norte, porque su cosmovisión gira en torno al del invierno.

Perdiéndose en esas interpretaciones, pocos leyeron lo que realmente ocurrió en la Isla del Sol.

Más allá de toda especulación apocalíptica, el 21 de diciembre de 2012 fue el fin de la cuenta larga del calendario maya que, como coinciden la mayoría de los investigadores, marca el fin de una era y el inicio de otra. Este renacer o despertar aparece en la mayoría de las culturas precolombinas. Para los mayas es el Oxlajuj Ak’abal, el nuevo amanecer, mientras que para los pueblos andinos (nótese que no digo “los incas”) es el Pacha Kuti.

Según el Diccionario Quechua Aymara de Félix Layme Pairumani —uno de los más reconocidos y acorde al alfabeto único aprobado por el D.S. 20227—, Pacha Kuti viene de dos palabras, “Pacha”, que es tiempo y espacio, y “kuti”, que es regreso, vuelta, pero al ir juntas significa “regreso del tiempo, cambio del tiempo” así que denota transformación.
En ese sentido, uno de los gobernantes incas, Inka Yupanki, cambió su nombre a Pachakuti porque fue el gran transformador del Estado que él convirtió en el Tawantinsuyo.

Según el cronista Juan de Betanzos, Pachakuti inició la transformación de su sociedad partiendo de cero, trazó límites, nombró territorios, convirtió los antiguos curacazgos en los cuatro suyos y dotó de leyes a su Estado reconstituido.
Como se podrá ver, es fácil encontrar paralelos entre Pachakuti y las manifiestas intenciones de transformación del presidente Morales. Hay otras figuras históricas del incario que tuvieron una actitud más o menos parecidas pero la comparación con Inka Yupanki es ineludible después de la ceremonia del 21 que se llamó precisamente Pachakuti.
Claro… es difícil saber cuál fue la intención del Jefe de Estado y sus asesores al desarrollar la ceremonia en la Isla del Sol a la que equivocadamente se presentó como el lugar en el que hace mil años nacieron Manko Qapaq y Mama Uqllu así que sólo nos queda la especulación.

¿Será Pachakuti uno de los modelos a seguir por nuestro Presidente?
Por si acaso, algo que casi nadie dice de los inkas, los gobernantes del Tawantinsuyo, es que estos eran polígamos y, por ello, tuvieron una vasta descendencia. Según Betanzos, Pachakuti tuvo 100 hijas y 200 hijos pero eso ya es parte de otra historia…

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.