Opinion

HOMENAJE A OCTUBRE
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 9 Octubre, 2014 - 19:48

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Mientras bajaba la avenida vio las calles semidesiertas, pero sentía crecer una sensación de indignación en los transeúntes. De pronto, alguien aseguró que la población de La Paz no compraría la gasolina, porque estaba manchada con la sangre de los alteños. Aunque al principio la prensa no transmitía esa voluntad, el sentimiento de indignación, creado por las llamadas telefónicas a algunas radios asfixiaba la noche.

En el sector norte de El Alto volvían los vecinos a concentrarse. Caminaban sigilosos, hablando en voz baja, como queriendo no interrumpir el sueño eterno en el que ahora se encontraban casi treinta muertos. Habían visto caer a hombres, mujeres, ancianos, niños, alcanzados por los proyectiles. A unos, les penetró por la espalda, para abrirles el pecho como rosa. Otros huían saltando por encima de los cuerpos que tenían el rostro estrellado en un charco de sangre. Escuchaban el silbido de la lluvia de balas persiguiéndoles sin piedad. Sentado sobre unas piedras, Bernardino contemplaba la oscuridad, de donde llegaba el eco de las detonaciones. La noche comía su rostro surcado por profundas arrugas y sólo sus cabellos negros brillaban. A su lado, la rabia también se había alojado en otros rostros que masticaban indignación.

-Esto es guerra- murmuró Bernardino.

Su voz, ahogada en el temor, retumbó a todos en la mente, pero nadie vio al hombre extender la mano hacia las cenizas.

-Esto es guerra …- repitió antes de pasarse las manos tiznadas hasta las muñecas, por el rostro.
Los otros hombres le imitaron. Con las caras pintadas parecían adquirir nuevas certezas.

-¿Qué vamos a hacer? Parece que nos quieren matar a todos- escuchó y un enjambre de voces cubrió de pronto la noche, hasta que alguien sugirió retornar a sus sectores.

Un puñado de cuerpos apesadumbrados atravesaba la oscuridad en dirección hacia ellos.

-¿Ahora qué vamos hacer, con tanta masacre?

-Bueno, esta noche entrarse a sus casas. ¿Para qué estar en vigilia?- respondió una señora.
Hablaba con el rostro envuelto en una manta, cubriéndose del frío, de la tristeza.

-¡No; hay que seguir! Ya que han matado a tanta gente, que nos maten entonces a todos- salió otra voz.

El pequeño grupo se dispersó y solamente quedaron hombres y jóvenes. El miedo que les había entrado por los ojos y enfriado el cuerpo había desaparecido. Sentados alrededor de la fogata, el grupo escuchaba el eco de los disparos y les traía a la memoria los cuerpos sin vida, los gritos de los heridos. El bailoteo de las llamas les revelaba más imágenes, mientras contemplaban tristes al fuego moverse armonioso.

-Esto es una guerra, hermanos- interrumpió alguien y fue como si sólo entonces todo adquiriera sentido.

-Estamos en guerra- volvió a repetir Bernardino, mientras estiraba la mano a la ceniza, dejando caer una pequeña roca negra. Los otros le siguieron y pronto parecía que el grupo había recuperado el coraje.

-¿Ahora qué hacemos?

-Hay que seguir adelante.

(Extracto de la novela “Jach´aAjayu – Alma gigante”, de este columnista; llevado a radio-teatro por una emisora en El Alto, pero silenciada por las distintas dirigencias vecinales apegadas al gobierno)