Opinion

¿EXTRAVÍOS DE UN MINISTRO?
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Viernes, 13 Febrero, 2015 - 19:04

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Con la alegría desbordándole por todo el cuerpo, en la posesión del actual gabinete ministerial, en el palacio de gobierno, el nuevo ministro de Gobierno no podía dar crédito a la suerte que le había sonreído. Tanta alegría sólo era comparable con la obtención del premio mayor en algún juego de lotería; y en verdad (metafóricamente hablando) lo era. Probablemente fue  culpe de tanta alegría, pero la primera declaración suya, en el cargo, constituyó una toma de posición un tanto alejada de la actual realidad boliviana, en la materia.

El ministro en cuestión dijo entonces, que el gobierno seguirá la lucha en contra del narcotráfico. Días más tarde, en el acto oficial de presentación a la tropa policial, el ministro señaló que para los cambios que la policía nacional debe afrontar, se tomará en cuenta la opinión de los policías, que serán emitidas en discusiones democráticas. Posteriormente, otro par de días después, la autoridad en cuestión añadió que se producirá una revolución moral, al interior de la institución policial. Luego (el tiempo pasa, aún en este país en el que el tiempo parece, de vez en cuando, detenerse), en otro contacto con los Medios, señaló que al interior de la policía ya no habrá favoritismo, influencias o “muñecas” en la designación de los nuevos destinos, para el personal de esa institución.

¿Cómo entender que el primer día la prioridad sea la lucha contra el narcotráfico, luego sea el cambio tomando en cuenta las opiniones democráticas que pudieran surgir al interior de esa institución, después sea (la prioridad) una revolución moral y finalmente, las cosas comiencen a desvanecerse con una “prioridad” que no rebasa el mero trámite administrativo?
Desde nuestra manera de entender las cosas, se trata de la falta de propuesta del Movimiento al Socialismo (MAS), de una nueva doctrina policial, para no solamente realizar los cambios necesarios al interior de la institución policial, sino para administrar la seguridad interna. Está claro que la doctrina orientadora de la policía durante el tiempo de las dictaduras, fue la lucha contra el denominado “enemigo interno”. En el llamado período “neo-liberal” esa doctrina, en lo substancial, no se ha modificado y el control al “enemigo interno” fue ya cuestión de sectores y grupos sociales, antes que de activistas políticos. Y en los años de gobierno de Evo Morales, de hecho, la policía ha actuado bajo esos supuestos. La utilización de la policía para disolver la marcha indígena del TIPNIS, en el 2011, la infiltración a dicha marcha con agentes provocadores y la toma de la sede del Consejo Nacional de Markas y Ayllus del Qullasuyu (CONAMAQ), marcan pues la pírrica utilidad que el gobierno obtiene, de doctrinas policiales represoras. El que la policía boliviana sea una de las instituciones en las que con mayor frecuencia se violen los derechos humanos, es ya indicativo de ello.

Está claro que la lucha en contra del narcotráfico es una actividad permanente pero hoy por hoy, ya no representa la prioridad en las políticas del ministerio de Gobierno. Otras temáticas, lamentablemente, han desplazado al narcotráfico, de la atención de la seguridad interna. Se trata de la inseguridad ciudadana. La pregunta, por tanto, gira en cómo orientar, bajo qué doctrina policial, el proceso de “cambio” que se espera de la policía. Una doctrina policial, democrática, que facilite a esa institución la lucha contra el crimen en sus distintas dimensiones respetando, empero, precisamente los derechos humanos.

Como se observa, el cuadro es un tanto más complejo que esa simple y lamentable muestra dada por el ministro de gobierno: en él, las cosas pasaron de la lucha contra el narcotráfico, a la revolución moral, para terminar en una tímida advertencia de que no se tolerará más favoritismos en la orden de destinos. Una nueva doctrina policial que, no únicamente se inscriba en el respeto a los derechos humanos, sino que incluso corresponda a un modelo de Estado que, injustificadamente se pretende “nuevo”.

Nada de eso, sin embargo, puede esperarse de un gobierno que en innumerables muestras ha dado ejemplo del atropello a los derechos de la población, a la mentira, al desconocimiento de la ley y a la prepotencia. ¿Cómo podría una policía luchar, aún sea contra una parte de la inseguridad ciudadana, si entre los que provocan ese sentimiento de inseguridad, figuran muchísimos miembros del gobierno, comenzando por las más altas esferas. En todo caso, esta suerte de extravío del ministro de Gobierno, parece ir de la mano de un gobierno que ha perdido hace mucho la capacidad propositiva y ha llegado al techo de su programa de gobierno.