Opinion

DIFÍCILES HORAS PARA LOS GOBIERNOS DEL MERCOSUR
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Lunes, 23 Febrero, 2015 - 10:27

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Para resumir la presentación de la situación, veamos tres países: Argentina, Venezuela y Bolivia. En el primer caso destaca el enredo judicial y la corrupción. Se trata de un enredo que se ha manifestado notoriamente luego de la muerte del Fiscal que investigaba el atentado a la sede de la AMI ocurrido la última década del siglo pasado y cuyas pesquisas hasta ahora no han develado a los responsables. La muerte del Fiscal Nisman, en medio de crecientes rumores respecto a algún grado de responsabilidad de la actual Presidenta de ese país, ha incrementado las dudas sobre el ya desprestigiado sistema judicial argentino. Por si ello fuera poco, han sido reveladas prácticas corruptas nada menos que del vice-Presidente argentino. Venezuela vive los últimos años una crisis económica que ha dividido virtualmente a esa sociedad en dos grandes bloques. El gobierno de Maduro atribuye la crisis a la guerra económica que el imperio estaría implementando para derrocar, golpe mediante, al chavismo en el poder. La escasez,  principalmente de productos medicinales y el consiguiente malestar social sería, de acuerdo al Palacio de Miraflores, parte de la estrategia golpista de corte pinochetista. También aquí el sistema judicial es instrumentalizado por el gobierno, grandemente como un mecanismo de lucha política. En Bolivia, al momento de solidarizarse con Maduro, Evo Morales no hace sino repetir el libreto que sale de Caracas. Motivos sobran, ya que también en nuestro país el sistema judicial ha sido asaltado por el gobierno, con el solo afán de dirigir a la justicia en contra de opositores. A tal grado la justicia ha quedado inutilizada que en el juicio a los “terroristas” las conclusiones vienen por el lado de la autoinculpación de los acusados, a fin de negociar mejores términos de su detención.

¿Qué expresa este cuadro? En lo interno, muestra el agotamiento propositivo, programático, al que han llegado estos gobiernos. Si las cosas tienen alguna lógica, tendremos que decir que a este agotamiento programático le seguirá el agotamiento político. Los rasgos comunes en estos gobiernos apuntan precisamente a ello. Se trata de gobiernos con fuertes tendencias autoritarias, poco transparentes (por el asalto a sus respectivos sistemas judiciales) y además con claros signos de corrupción entre sus miembros. La cobertura ideológica (para llamar de alguna manera a las pobres ideas con las que estos gobiernos tratan de encubrir las características que hemos señalado) se asienta en la lucha contra el imperialismo y la formación de la gran patria latinoamericana. Sin embargo, esta pretendida unidad no se asienta en procesos estructurales, sino en proclamas discursivas; lo que constituye una gran debilidad, al momento de la concurrencia mundial.

En efecto, en lo externo el cuadro que hemos resumido no puede ignorar el debilitamiento de los tradicionales centros de poder (EEUU y Europa) y la manera en que los países del Mercosur concurren a este evento. Por supuesto que, por más crisis en EEUU y Europa, estos centros siempre han de conspirar en contra de la unidad soberana latinoamericana, a fin de preservar la supremacía que tenían hasta hace poco. Por otra parte, no debe olvidarse que en este reacomodo mundial, no únicamente se encuentran EEUU, Europa y América Latina (y dentro de ella, el Mercosur). Participan también otros actores/regiones, como Rusia, China en lo principal (sin olvidar al islamismo radical que, a su manera, también forma parte de la disputa en el reacomodo mundial). La pregunta es, por tanto, ¿quién utiliza a quién, para ganar más, en este proceso?

La respuesta se encuentra en cómo asiste cada actor/región a este reacomodo. Los países del Mercosur lo hacen efectivamente como bloque, pero sobre cimientos no estructurales sino discursivos. Se trata de una unidad básicamente ideológica que por ello mismo coloca al Mercosur en condiciones desventajosas con relación a los demás actores. A tal punto que, por ejemplo, en su disputa con Europa le facilita a Rusia una cobertura diplomática lo suficiente como para dotarla de un mayor espectro de maniobra. El fortalecimiento político de ese país, en el período del reacomodo internacional, es pues mayor que el de nuestra región. Por otra parte, dada la frágil unidad de los países del Mercosur, China se ve en mayores ventajas, al momento de acordar tratados comerciales con nuestra región. Mientras estos tratados significan en gran medida la penetración china al área, para los gobiernos de los países del Mercosur significan oxígeno momentáneo para salvar urgencias de la crisis.

Es cierto que en países atrasados, los desequilibrios en el plano mundial pueden reducirse a partir del sistema político y su irradiación a los sistemas económicos. Pero el requisito de ello es que tengamos sistemas políticos muy avanzados, incluso mucho más que los países denominados del centro. Pues bien, las características comunes que hemos anotado al inicio, nos revelan todo lo contrario. Estamos ante sistemas políticos prematuramente agotados, es decir, retrasados con relación a las exigencias de sus respectivas sociedades y del reacomodo internacional. Está claro que este es el precio a pagar por la visión estrecha, de complacencia con el gran capital y el apego a una propuesta igualmente colonizadora como es el pretendido “marxismo” que muchos de estos gobiernos dicen profesar, con los que se ha emprendido este proceso.

Tal es así que, en el caso boliviano por ejemplo, se hace tabula rasa con el sistema político real, imponiendo el históricamente fracasado modelo representativo, por medio del partido político. Si de algún error estratégico puede hablarse, es el de la anulación de la posibilidad de la representación directa, de los pueblos indígenas, en las todas las instancias legislativas del país, porque ello nos daría un sistema político democrático en mayor correspondencia con la cultura política boliviana. Un error que, para Evo Morales y su “partido” (que en realidad no es sino una agencia de empleos) es, al contrario, un acierto porque así se estaría “modernizando” al sistema político boliviano, poniéndole a tono con los sistemas políticos, precisamente de los países del centro, hoy en crisis.