Opinion

UN BALANCE DE GANADORES Y PERDEDORES
Ojo al Charque
Constantino Rojas Burgos
Martes, 14 Octubre, 2014 - 17:52

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De las elecciones presidenciales 2014, lo primero que hay que destacar es la presencia masiva de electores a los recintos de voto, que desde la mañana y por espacio de ocho horas, fueron a sufragar porque se tiene confianza en la democracia, en la vigencia de los partidos políticos y la delegación de representación a líderes políticos como parte del proceso electoral, después de la recuperación de la democracia el año 1982.

El segundo elemento a destacar, es la paciencia y la madurez de la ciudadanía, —que a pesar de las múltiples dificultades del proceso electoral— esperó estoicamente los resultados de la contienda electoral, con la difusión de datos no oficiales por los medios, en boca de urna, a partir de las 20:00 horas y que marcaban una tendencia favorable hacia el MAS de Evo Morales, ganador contundente e indiscutible en el proceso electoral.

El tercer aspecto que requiere un análisis favorable es la representación de la mujer en el parlamento, una clara tendencia que exige a los partidos políticos el posibilitar la participación de la mujer al menos en el 30% en relación con la presencia masculina, que siempre tiene mayor contundencia en la representación política de los partidos tradicionales con hegemonía y con pasado histórico desde antes de 1952 y después de que fuera promulgado el voto universal.

El oficialismo, si bien se siente ganador indiscutible del proceso electoral con el 61% de votos en boca de urna, no logra alcanzar el 70% como hubiera sido la aspiración y el deseo del presidente Morales, incluso ha reducido su votación en un 3 a 4% en relación a las elecciones de 2009 donde alcanzó el 64%, logrando además los dos tercios que por ahora se encuentra en el límite, mientras no se conozcan los datos oficiales del Supremo Tribunal Electoral.

Pero, definitivamente el gran perdedor son los partidos de la oposición, que además de dispersar el voto en el orden del 39% de la votación, no logran el equilibrio o el contrapeso en el parlamento y que obligue al MAS buscar alianzas con dos diputados para la aprobación de leyes y decretos supremos que exige la votación de los dos tercios para su legalidad y legitimidad.

Otro gran perdedor, sin duda, es Juan Del Granado, del Movimiento Sin Miedo (MSM), que solo logró el 3% de la votación nacional; ni siquiera en la ciudad de La Paz —su otrora bastión político— pudo reeditar la votación anterior que le permitiría acceder a la Alcaldía de la urbe paceña, incluso tiene el riesgo de perder la personería jurídica por no alcanzar el límite de votos y que debería asumir una postura crítica y constructiva de cara al futuro electoral en el país.

Otro gran perdedor es la Unidad Democrática Cristiana (PDC) que postuló a Jorge Quiroga Ramírez, que obtuvo el 9% de votos y que, según algunos analistas, lograría el segundo lugar después del MAS, criterio equivocado porque el respaldo del soberano fue en menor proporción que el esperado. Su presencia en estas elecciones favoreció más bien al oficialismo, perjudicando a la Unidad Democrática, que solo alcanza el 25% de apoyo electoral. Otro gran perdedor que contribuye a pensar en la desarticulación de la oposición que no supo lograr un frente de unidad, sobre la base de un líder de consenso que capitalice el voto del soberano.

De los grandes perdedores, el ganador es el Partido verde de Alberto Vargas, que sin mucho despliegue propagandístico en su campaña logra el 3% de los votos a su favor, por su participación en el defensa del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), la intervención de la marcha de Chaparina y las consecuencias de falta de apoyo gubernamental para reivindicar ese territorio indígena y que despertó en el electorado boliviano la conciencia de apoyar a un candidato por una causa justa.

Falta saber si el electorado boliviano es el ganador o perdedor de la contienda electoral. Si las instituciones democráticas mantienen distancia e independencia del gobierno y se fortalecen al servicio de la ciudadanía, entonces el país será un justo ganador, pero si las instituciones del Estado se utilizan a favor del gobierno para sacar ventaja y servirse de ellas con el propósito de consolidarse en el poder, en consecuencia habrá perdido. Esperemos que sea lo  primero.

Constantino Rojas Burgos es periodista y docente universitario