Opinion

EL RAYO BOLIVIANO
Los otros caminos
Juan Fernando Raya
Lunes, 31 Octubre, 2016 - 18:17

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Hace algunos años leí esa gran novela de Osvaldo Soriano, Cuarteles de invierno. La imagen de Rochita el boxeador, que tenía “un brazo largo y grueso como una manguera de incendios” y Galván un cantor de tangos; ambos coinciden en Colonia Vela, un pueblito de Buenos Aires. Cuando me enteré por los medios que Juan Fernando Raya, boxeador boliviano iba a tener una pelea en Estados Unidos por el campeonato mundial de la categoría Super Welter, pensé en la trama de la novela de la dictadura tan bellamente construida por Soriano.

En nuestros pueblos de provincia, ya a estas alturas de la historia y en el siglo XXI, no solo es común encontrarse con amigos o compañeros que han alcanzado un profesión que antes se creía privilegio de los citadinos; es una cosa tan natural ser médico, abogado, auditor, ingeniero o cualquier otra profesión, pero, todavía es una rareza que alguien en esos parajes sea, por ejemplo, poeta, pintor, escultor, escritor, atleta, taekwondista o finalmente, boxeador. Por eso, quedé no solo sorprendido sino al mismo tiempo, maravillado, que en esa larga y ancha pampa culpineña, haya germinado un pugilista, el Rayo boliviano.

Juan Fernando como todo niño, corrió y jugó entre la polvareda de los vientos huracanados de la pampa; se sumergió tantas veces, seguro, entre las ruinas de la ex fábrica de alcohol, el Toro, propiedad antes de la reforma del 52, de la SAGID (Sociedad Agrícola Ganadera Industrial). Junto a sus abuelos, Luis Raya y Elba Márquez, entre cultivos de cebolla, papa, maíz, grano, forjó su temple para el boxeo. Los juegos con los amigos entre correrías de aquí para allá, libre como los pájaros, al lado de otros chicos (changos) de la pampa, hicieron de Juan Fernando un espíritu dispuesto a seguir sus sueños. Y su destino estaba unido al box. Y uno piensa, un boxeador, en medio de toda esa planicie culpineña. Allá donde se forja la libertad y la posesión de la tierra. Los culpineños poseemos la tierra a diferencia del terrateniente, que solo tiene los títulos de sus tierras pero no las posee. El campesino, sí posee la tierra porque disfruta de ella. Ama la tierra como a su vida misma. El Rayo, donde ha ido ha cargado feliz con toda la fuerza de la pampa y sus vientos que galopan imparables días enteros.

Juan Fernando, el Rayo boliviano, un día cuando tenía 16 años, entró en un gimnasio de boxeo y entendió que lo suyo eran los puños. Desde ese tiempo han transcurrido los años y recuerda, cómo figuras de la talla de Mike Tyson, Erik Morales, Juan Manuel Márquez, Many Paquiao o Roy Joneslos, le inspiraron y fueron un ejemplo para asumir el box, una forma de vida. Para Juan está claro, que el deporte puede ser el antídoto, no siempre, contra el uso y abuso de drogas. El Rayo boliviano, salió campeón medio y super welter profesional de Bolivia; dos veces sub campeón sudamericano en chile y campeón de la copa minera chile; cuatro veces campeón nacional de Bolivia amateur.

El Rayo boliviano continuará su travesía por las cuerdas de un cuadrilátero, esté donde esté el mismo, porque el destino de un boxeador son las cuerdas y la lona del ring. Y así como Rochita, de Cuarteles de invierno, de nuestro Rayo boliviano en sus peleas se diga: “Tiene una piña de bestia”.

 

Iván Castro Aruzamen