Opinion

ELECCIONES Y EVOLUCIÓN DEL LENGUAJE
La Yapanet
Fátima López Burgos
Viernes, 29 Agosto, 2014 - 20:44

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Propaganda a raudales, pegatina de afiches, gigantografías, caminatas, disputas, invasión de plazas públicas, concentraciones y demás, son signos claros de que el proceso electoral está en marcha a pesar del freno que intenta imponer el Tribunal Supremo Electoral (TSE) a los candidatos.
 
En esta selva eleccionaria hay candidatos para todos los gustos: los de siempre, los paracaidistas, los tránsfugas, los oportunistas, los machistas, los revolucionarios trasnochados, los que saben, los que no saben, los que sospechan, los que les contaron, y los que vivieron para contarla.
 
En este bochinche colectivo cargado de acusaciones, réplicas, duplicas, palabras altisonantes y discursos de ametralladora, la vida no se detiene ni tampoco el lenguaje que evoluciona y muestra interesantes cambios: el camuflaje y el doble sentido de las palabras que inundaron el léxico cotidiano y se popularizaron.
 
Por ejemplo palabra “Ajuste de cuentas” ha tomado un vuelo impresionante. Antes recuerdo en las tiendas de barrio y cuando la familia había sobrepasado la capacidad de endeudamiento, la propietaria llamaba al padre de familia para pedirle un urgente “Ajuste de cuentas y un borrón y cuenta nueva”. Esta palabra evolucionó de tal manera que nos habla del crimen organizado en manos de sicarios a quienes se animan a cruzan la delgada línea de la ilegalidad y se convierten en lavadores de dinero, proveedores, encubridores, etcétera.
 
La palabra aymara “Llunku” utilizada en el lenguaje cotidiano en las comunidades del altiplano ha tomado dimensiones inusitadas y la frase se ha popularizado. Los llunkus se han reproducido como hongos, hay llunkus voluntarios, llunkus a sueldo, llunkus a medida y llunkus a tiempo completo.
 
La teoría del librepensamiento que afirmaba que la inteligencia humana debiera ir tan lejos como pudiera en la indagación de la verdad, en el Estado Plurinacional cobra otro significado: Apunta con el dedo a los militantes que piensan y reflexionan por cuenta propia y que con este ejercicio contradicen los principios del caudillo y sacuden los pilares del instrumento político que no requiere revisión ni cuestionamiento, sino adhesiones y vítores.

Hablando de inseguridad ciudadana, la palabra “campana” que hace algunos años sonaba tan inocente y alegre en las escuelas del país y que además marcaba el momento clave para salir a  jugar, hoy es una frase temeraria propia del léxico del hampa. Se llama “campana” a la persona que mientras se produce un robo, el individuo vigila que nadie interrumpa la operación y en caso de que la escena empiece a enrarecerse, alerta a sus compinches con un silbido o una simple señal.

El lenguaje evoluciona, las palabras toman otras dimensiones, los personajes se repiten y empalagan.