La comunicación contribuyente directa a la reducción de los efectos del coronavirus

Por: José Luis Aguirre Alvis - Comunicador social, periodista docente y universitario

Estamos cerca del año de declaración oficial de la presencia de la pandemia en el país, y el inicio entonces de las medidas de alerta iniciales y el posterior cuadro de cuarentena gradual y luego rígida. En medio de todo, el vaivén informativo y los esfuerzos comunicacionales han sido variados como de distintas intensidades, pero eso sí dispersos y en consecuencia poco contribuyentes a un único fin: el hacer frente y con todas las capacidades al alcance para reducir las amenazas y las crecientes bajas que comparativamente a las de ahora esas eran de apenas un bajo porcentaje. Los del campo de la comunicación social, los estrategas de la comunicación para la movilización social, y los informadores de los medios de difusión masiva podrían dar una vista atrás para preguntarse: ¿qué he hecho, y hemos hecho para contribuir a reducir desde la información y las acciones de comunicación a bajar las altas cifras de esta pandemia en el país? Las organizaciones internacionales, así como los puntos críticos de la administración gubernamental, por su comportamiento nos dan evidencia que por momentos tenían agendas encontradas, hasta contradictorias, y en su caso diferentes con la consecuencia inmediata en la población de escepticismo y también creciente temor más que conocimiento ante lo que sobrevenía. Se dijo en un momento que debía recurrirse como una fuente informativa válida a los centros oficiales, en este caso Ministerio de Salud y oficinas de salud de los gobiernos locales, así como buscar la palabra autorizada de la Organización Mundial y Panamericana de la Salud como los referentes más confiables y así dignos de fe en casos de crisis sanitaria. Sin embargo, ninguno se posicionó en tal papel, y lo más observado fue la tendencia inevitable a la difusión de estadísticas como si este fuera el único esfuerzo de información y comunicación que debería hacerse al respecto. 

Información deberá entenderse como la entrega unilateral de datos, o de hechos que hacen a alguna realidad interpretada desde la óptica de quien asume la vocería o palabra, mientras que por comunicación entenderemos aquellos esfuerzos por articular y experimentar procesos de intercambio no sólo de información, sino de experiencias y de necesidades reales entre actores diversos de una comunidad bajo un entorno de diálogo deseablemente bidireccional y multidireccional dejando de lado el interés impositivo de un contenido único. Entonces, ¿qué vimos los ciudadanos, esfuerzos informativos o aquellos de comunicación? La evaluación la podrá dar cada quien en función de sus experiencias mediáticas o de exposición a espacios de circulación de sentidos y mensajes. 

Lo que sí se pudo encontrar es que abundaron los espacios informativos, los que son buenos y deseables, pero con los cuales no pueden ser los únicos y se requiere derivarlos al ascenso comunicacional para crear justamente consciencia autónoma y voluntaria para adoptar tal o cual comportamiento. Vale decir que si no hay esfuerzo de entablar diálogo no hay experiencia de conocimiento ni comunicación posible, allí sólo prima la propaganda o el desempeño retórico de emisores privilegiados. Diálogo referido al coronavirus no se instaló, no hubo actor capaz de ingresar a este tipo de experiencia, y lo que puede resultar más contraproducente se desperdiciaron potencialidades humanas, técnicas, institucionales y de los mismos medios para aunar un único esfuerzo ante la tarea más necesaria la de actuar sobre el campo preventivo. Este ámbito tiene y tenía que ver con el saber hacer comprendiendo el porqué de las cosas, combinar contenidos con experiencias de la realidad y lo más humanas posibles, además de dejar hablar y dejar preguntar para comprender algo. Cuando las voces son muchas, las voluntades se ven solitarias, o si la existencia de potencialidades estas ni siquiera son consideradas ocurre lo que ha ocurrido, y si se pudiera realizar un estudio, hasta se podría determinar ¿cuántos de los casos críticos o hasta los que han devenido en sensibles decesos son producto de un mal esfuerzo informativo y comunicacional? 

No es momento de balances, menos conclusivos, pero sí de realismo responsable, de aquel que nos permita darnos cuenta que en este caso de crisis sanitaria se necesita y debería experimentarse, y en su momento, el establecimiento de una única vocería central y autorizada; la existencia de un centro rector con validez y confiabilidad indiscutible; que el énfasis se ponga en los comportamientos preventivos más que en los que derivan en el miedo y la consecutiva desesperanza; que se pongan en el aire y demás formatos de medios y mensajes que permitan dialogar y hacer comunicación. Porque si comunicación es en sentido final el construir comunidad, no hemos alcanzado el estadio de haber alcanzado una comunidad cohesiva en algo que a diferencia de lo político si es causa de un común denominador: acción preventiva y proyecto de vida.

El país hasta retóricamente se ufana de contar con redes de medios tanto en radio, como en televisión como los medios de mayor penetración y llegada, pero a su vez se habla de impresos de gran solvencia y capacidad de acompañar a sus lectores, y también se suma la presencia de alcance nacional de las transmisiones televisivas pero nadie ni nada los convoca para tomar una única voz, aquella que sea fuerte, clara, categórica, y lo más sensible y contextualizada posible que nos haga reaccionar por fin a todos que estamos ante un cuadro que nos puede tocar la puerta en cualquier momento. Alguien ya señalaba que parece que estamos en un entorno donde el círculo de la amenaza se hace cada vez más estrecho ante nuestra propia casa, entonces, qué nos queda más que actuar infundiendo esperanza, información y comunicación en un equilibrio adecuado, y de ser capaces de decir que Bolivia, si tiene tantas capacidades mediáticas y profesionales las pone en su totalidad y de modo unitario en función de servicio. Seguramente en un esfuerzo de este carácter, y por la plena voluntad de servicio que a cada uno nos corresponde, no faltarán operadores, medios, propietarios, organizaciones, y sindicatos que quieran unirse en una sola palabra, no un discurso unitario dogmático, sino un contenido fiel y confiable, que en síntesis equivale a decir: apostar por la vida.