El dedo amputado

Por Jimena Costa 

Caudillismo y personalismo, son características de nuestros partidos políticos. Todo gira alrededor del caudillo-jefe de partido-candidato presidencial, que, en mayor o menor grado, es el dueño del partido. Recuerden a Max Fernández, con su frase: "En UCS yo soy el dueño hasta de los ceniceros". La mayoría disimulan y no lo dicen directamente, pero actúan a partir del “dedazo” y con una cúpula que funciona a su alrededor y que suele estar compuesta de llunckus, que viven de la figura de su jefazo.

Referirse a los llunckus con propiedad, requiere de un profundo estudio, de un Tratado, que nos ayude a entender por qué están, por qué los caudillos tienen tan severos problemas de autoestima que requieren a alguien que les diga 24/7 lo grandiosos que son. Pero están, y están en permanente competencia para ser bendecidos con el “dedazo” del jefe en la próxima campaña o para asumir el nuevo cargo.

Los jefes y sus llunckus han invadido la política y se han apropiado de ella. No solo en los últimos 15 años, desde antes. Hemos arribado a una situación en que los partidos han dejado, casi por completo, de ser mecanismos de representación y mediación democrática, para ser maquinarias electorales patrocinadoras de cargos, como decía el buen Weber.

Entonces la comunidad elige y propone un candidato por sus cualidades o por razones emotivo afectivas, y el dedo poderoso dice no, y pone en la lista a su lluncku, pero el que tiene liderazgo en la base y por ende respaldo, puede darse el lujo de no ser lluncku, y de esos, no les gustan a los jefazos.

Ha funcionado así por mucho tiempo. Y gradualmente los partidos, también por esas prácticas -no son las únicas razones-, se han ido debilitando hasta entrar en crisis y esa debilidad los ha llevado a necesitar de las alianzas para presentarse a elecciones. Listas de candidatos hechas en base a alianzas donde cada pequeño jefazo pacta con otros pequeños jefazos para que todos, por separado, hagan una selección de sus mejores y mas leales llunckus para que “representen” al partido. Entonces, cuando asumen el cargo, representan al que los puso en la lista ¿Los electores? Bien, gracias.

La crisis se profundiza y cada vez más, las nuevas generaciones cuestionan a los jefazos y a los llunckus, quieren participar de las decisiones y participan del debate publico de manera directa desde las redes sociales. Los jefazos son prescindibles, ya nadie los necesita, solo sus adláteres, y para colmo de sus males, también se hacen prescindibles para las bases de sus partidos. Es como si les amputaran el dedo. Ya no les funciona. Apuntan el dedazo y al lluncku seleccionado lo pegan, le rompen, se arma el boche y tienen que salir huyendo, a escondidas y disfrazados.

El que Arce haya ganado la elección sin ser el caudillo de su partido es una buena noticia. Pero él viene del dedazo. Podían suponer que el poder del dedo le era transferido, pero no. Después de ver lo que sucedió en Capinota, Colcapirhua, Vinto y Sacaba, y sobre todo, después de ver lo que sucedió en Betanzos, queda claro que no fue una transferencia sino, que se ha producido una amputación.

La caída del caudillo del MAS es lo que normalmente sucede en los proyectos populistas autoritarios. El declive del líder contribuye al declive de la organización, que para no morir con él debe escindirse de su caudillo. Pero no es asunto solo del MAS, los otros partidos, negando su debilidad, tienen caudillos rodeados de llunckus y cultivan el uso del dedazo. Grave error. Cuidado acaben escondidos en Betanzos.