Opinion

ESTÁN MATANDO AL RÍO
Desde el Chaco
Ubaldo Padilla Pérez
Miércoles, 26 Noviembre, 2014 - 10:27

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El petróleo y el agua viven juntos desde hace millones de años en las profundidades de la tierra; viven juntos pero no mezclados, porque por esas cosas de la física no se mezclan, lo que hace que la una respete el espacio del otro para no hacerse daño.

Cuando ambos salen a la superficie de la tierra, la cosa cambia, el petróleo líquido vital para la industria vale más que el líquido y vital elemento para la vida de todo ser vivo. Y no solo que vale más, sino que: genera guerras, sus derrames mata la vida en el mar, los ríos y los lagos, su combustión enrarece el aire que respiramos y produce el calentamiento global, su búsqueda causa  negativos impactos sociales, económicos y medioambientales y su explotación genera desastres en los territorios cercanos y lejanos a las bocas de  pozo.

Eso y algo más le sucedió al Parapetí desde que la  Standard Oil Company of  Bolivia, gracias a un contrato de 27 de julio de 1922, comenzó a buscar petróleo en la zona; para entonces no había normativa medioambiental alguna. Cuentan los abuelos, que  los exploradores de esos tiempos se llevaban por delante todo lo que encontraban a su paso; también cuentan (y  yo lo vi) que en cada pozo perforado; lodos de perforación, aceites, grasas, combustibles, químicos y cuanto contaminante uno se puede imaginar, eran vertidos a campo abierto; materiales que luego con la lluvia iban a parar a la quebrada más cercana y luego al Río.

Eso y algo más el Parapetí soportó durante casi un siglo; desde entonces lo están matando y los que lo matan, todavía dicen que es un Río malo, un Río asesino. Hace unos días la agresión se hizo más evidente; a unos kilómetros río arriba de Camiri; unas potentes máquinas excavadoras: destrozaban  su lecho, enturbiaban sus aguas, espantaban a sus peces y cercenaban la vida, para hacer pasar por debajo de él una tubería que transportará el gas de los campos Incahuasi y Aquío; unos cuantos locos levantaron su voz, mientras las autoridades locales  callaban con silencio cómplice, con silencio de quien no tiene autoridad para oponerse.

“Es cierto que una agresión más,  no le hará más daño del que hasta ahora ya se le hizo al Río; pero es hora de decir BASTA; hasta aquí fuimos mirones de palco, hasta aquí hemos sido inconscientes por desinformadospero es hora de utilizar todos los medios posibles para hacer escuchar al mundo la voz del Parapetí al que lo están matando” decían los miembros de ese grupo de locos enamorados y defensores del Río que se apostaron y siguen apostados en una esquina de la Plaza 12 de julio para exteriorizar su protesta.

Es que cuando se abre la frontera petrolera hacia una nueva zona, se produce un cambio completo en el uso del espacio. Las comunidades indígenas y otras comunidades locales son desplazadas de sus territorios tradicionales, las mismas que quedan reducidas a espacios ínfimos rodeadas de contaminación, o migran a los centros poblados.

La construcción de carreteras, el tendido de oleoductos (o gasoductos en el caso del gas), refinerías, estaciones de separación, construcción de campamentos tanto para la empresa petrolera, como para las empresas de servicios o sub-contratistas;inundael paisaje se de torres, de helipuertos, de pozos, etc. Hay un constante movimiento de vehículos pesados, micros, camionetas, tractores y vuelo de helicópteros que destruyen la paz del monte.

La presencia de trabajadores (gente extraña) de las empresas,producen  además el cambio en sus hábitos culturales-alimenticios y la introducción de enfermedades graves como la prostitución, enfermedades venéreas  y hasta el propio VIH SIDA.

"El Río que siempre nos sirvió para vivir, ahora está turbio por el aceite negro que botan, además echan palos, papeles, latas y especialmente el aceite negro mata los pescados. El agua ya no sirve para tomar, pero la necesidad hace que uno tome y las guaguas (niños) se bañan en esa agua. También los trabajadores de las empresas abandonan a muchas mujeres jóvenes con guaguas. Ellos nos dicen que de aquí sacan el gas que hace funcionar las grandes fábricas de otros países, pero para nosotros solo queda la pobreza" testimonia doña Isidora Bustos, una mujer guaraní de la comunidad de Tentaguasu en el Chaco tarijeño en relación a lo que también le pasa a su Río, el Pilcomayo.

No se  trata de ponerse en la disyuntiva de producir o no producir para evitar el daño; se trata de hacer cumplir la normativa para producir con el menor daño posible y si es que se daña, mitigar el daño, resarcir el daño, pero no sin antes hacer una verdadera consulta pública, libre e informada; si es preciso con la presencia de expertos del lado de los comunarios; para que no los engañen, para que no les hagan firmar  papelitos que después utilizan como aval y para que a nuestros Ríos no les pase lo que ya les pasó a los Ríos de otros en otras partes del mundo.