Crisis múltiple y demagogia proliferante

Por Raúl Prada Alcoreza

Estamos en el remolino de la crisis que, como dijimos es una crisis múltiple, ecológica, civilizatoria, del sistema mundo capitalista, también crisis política y económica, además de social. Haciendo un recorte, hablando solamente de la crisis económica, que, obviamente, es mundial, por eso, regional y nacional, con las distintas tonalidades adquiridas singularmente, la crisis en Bolivia se configura en la composición histórica de tres ciclos, el ciclo largo, el ciclo mediano y el ciclo corto. En el ciclo largo tiene que ver con el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, que genera dependencia y, además a costos demasiado altos ecológicos, irreversibles. El ciclo mediano tiene que ver con un Estado rentista y una estructura económica cuya diseño corresponde a la exportación, principalmente de materias primas, diseño en el cual está atrapada el resto de las exportaciones. El ciclo corto tiene que ver con políticas económicas sin horizonte y sin estrategia, sugeridas en la improvisación, tanto en su versión neopopulista como neoliberal. 
 
Los síntomas en la coyuntura se pueden resumir en los siguientes indicadores macroeconómicos: La deuda externa que sobrepasa los 10 millones de dólares, al 2020. La deuda interna también sobrepasa los 9 mil millones de dólares. La deuda externa equivale al 25% del PIB y la deuda interna  equivale al 23% del PIB, lo que implica, que la deuda total equivale al 48% del PIB. Las reservas internacionales bajaron a 6 mil millones de dólares, después de haber llegado en el 2014 a los 15 mil millones de dólares, desde cuando comienzan a bajar, debido al uso gubernamental que se hace de los mismos. Es decir, las reservas internacionales bajan al 2020 en más de la mitad; ya en el cierre de gestión del 2019 esa era la magnitud de reducción de las reservas internacionales. 
 
En la coyuntura, las materias primas, los hidrocarburos y los minerales, anuncian una subida, sobre todo por el reciente comportamiento de la economía mundo.  Relativa recuperación económica de China, después de haber sufrido las consecuencias de sus primeras olas de la pandemia; incremento del consumo de gas en la India, el anuncio del nuevo gobierno de Estados Unidos de Norte América de un estímulo para reactivar la economía de 1,9 billones de dólares, además de la paulatina inclinación por regularizar la economía en otras regiones y países. Empero, esta subida de los precios tienen que ser contrastados con el costo de la restricción,  recesión y paro económico, provocado por la pandemia en todo el mundo. Crisis económica que repercute notablemente en la crisis social, altamente agudizada. 
 
El crecimiento económico, medido como variación del PIB, estuvo en el orden del 4,2% en el 2028, para bajar a 2,7% en el 2019, y bajar estrepitosamente a -5,9% en el 2020, llegando a recuperarse hasta el 2,2% en los primeros dos meses del 2021; no se tiene, ciertamente la variación del PIB del año entero, por lo que la última cifra no es comparable. Sin embargo, hay que tener en cuenta un recorrido un poco más largo de estas variaciones. El pico más alto se alcanzó el 2013, cuya tasa de crecimiento fue del orden del 6,83%, a parir de entonces se marca una tendencia a bajar. En el 2014 la tasa de crecimiento es de 5,5%, en el 2015 es de 4,85%, en el 2016 es de 4,30% y en el 2017 es de 4,20%; es decir que el llamado crecimiento económico comienza a bajar desde el 2014. ¿A qué se debe esta caída? El economista y analista económico Gonzálo Chavez Alvarez se pregunta:
“¿Quién es responsable de seis años de déficit comercial, siete de déficit público, pérdida de más de 8.500 millones de dólares de las reservas internacionales entre 2014 y 2019, aumento de la deuda externa del 14 al 26 % del PIB, caída de la inversión pública a partir de 2016, crecimiento brutal de la economía informal y la desaceleración de la economía desde 2014?”. Ironiza la respuesta inmadura del gobierno de Luis Arce Catacora que culpa de semejante caída del crecimiento económico y de la crisis actual al “gobierno de transición”, que solo duró un año. 
 
Desde nuestra perspectiva, como lo dijimos en escritos anteriores, relativos a la temática y problemática, en Bolivia no hubo desarrollo económico, como acostumbran a hablar los economistas, que implica transformación de las condiciones iniciales de producción. Volviendo a la jerga economista, solo hubo crecimiento económico debido a la bonanza de las materias primas, no tanto por una buena gestión económica, cuyo procedimiento se restringió a la habilidad de cajero. Ahora bien, la tasa de crecimiento económico es un indicador relativo del crecimiento, se trata de una variación porcentual, no se refiere a nada más. No habla de los desplazamientos y modificaciones cualitativas de la composición de la estructura económica. Entonces este indicador solo sirve como orientación cuantitativa de los ritmos anuales de la variación del PIB. Empero, el gobierno neopopulista de Evo Morales Ayma y, ahora, el gobierno neopopulista reforzado de Luis Arce Catacora, incluso el desgobierno de la “transición” se aferran a la metafísica estadística sin visualizar la composición material y la estructura cualitativa de la economía. Por eso no pueden ver que la causa profunda de la crisis se debe al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente y a las gestiones administrativas de un Estado rentista, fuera, ciertamente, de lo que hace singular a la crisis económica boliviana, que tiene que ver con la corrosión institucional y la corrupción galopante, además de la improvisación desesperada de ambas formas de gobierno, la neoliberal y la neopopulista.  
 
No solo estamos en el remolino de la crisis,  sino que no hay perspectivas para salir de la crisis, menos se ven comportamientos adecuados gubernamentales. Al contrario,  como si un instinto tanático posea a la casta política, solo ofrecen patéticos escenarios de comedias grotescas, de trifulcas banales y de pelea de gallos desplumados. Lo cierto es que el remolino de la crisis intensifica su fuerza y amenaza arrasar el panorama ficticio inventado por los gobernantes y analizado por los economistas. No se puede afrontar la crisis múltiple con cambiar el patrón primaria exportador. ¿Por qué patrón habría que cambiar? ¿Uno productivo? Este fue el sueño de los gobiernos nacional populares de mediados del siglo XX. En los escasos lugares donde esto ocurrió, con el desplazamiento a la industrialización, en Argentina, Brasil y México, lo que evidenciaron esta economías pujantes, en su momento, es que se pasó de una forma de dependencia primaria a otra forma de dependencia más compleja, respecto del centro del sistema mundo capitalista. Además a un costo demasiado alto de destrucción de los ecosistemas, contaminación, depredación y destrucción ecológica, acarreando expansiones intensas de la crisis social. Por otra parte, a la larga, las economías industriales de América Latina nunca salieron de una composición gravitante extractivista, para redundar en ésta después de un  tiempo de bonanzas, expectativas y transformaciones, cuando la competencia de la fabrica mundial, que es la República Popular de China, desbordó los mercados con la oferta de bajos precios en el mercado mundial, incluso de los mismos países latinoamericanos mencionados. 
 
La salida está en otra parte, parafraseando a Milan Kundera. No es sostenible ni sustentable un proyecto de industrialización, tampoco su cobertura desarrollista ideológica. Mucho menos continuar con el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. El planeta, los continentes, los ecosistemas, ya no aguantan los niveles destructivo del sistema mundo capitalista,  compartido por liberales y socialistas. No hay porvenir por esta vía de la modernidad productiva y consumista. Si las sociedades humanas no trascienden hacia la civilización ecológica están destinadas a perecer.